La descentralización del Estado boliviano tiene un hito histórico el año 1994 con la promulgación de la Ley de Participación Popular. A partir de este momento, los procesos locales de un país diverso comienzan a tener una función institucional en la conformación de un Estado con inclusión social y oportunidades que respondan a las diferentes realidades del territorio nacional. La multiplicación de escenarios para la definición de políticas públicas, el fortalecimiento de gobiernos municipales con recursos y competencias, el reconocimiento de formas y costumbres locales, la planificación participativa y la gestión territorial son algunos de los instrumentos que permiten la puesta en valor de las potencialidades existentes. El desafío actual de la democracia boliviana es complementar los espacios de participación e inclusión con la generación de desarrollo económico local que entregue sostenibilidad al proceso.
En este contexto, conceptos como competitividad, productividad, calidad del producto, cadenas productivas, apertura de mercados, entre otros, son variables que indiscutiblemente deben asociarse a la participación e inclusión de actores y espacios territoriales con miras al cumplimiento de las metas del milenio. El turismo en general y el comunitario en particular adquieren importancia no sólo como actividad económica, sino como instrumento de desarrollo que democratiza la generación de ingresos.
El turismo comunitario y rural entrega opciones que aprovechan la tendencia del mercado turístico mundial, permitiendo que valores intangibles como la identidad, lo auténtico, lo exótico, lo diferente, lo originario, los usos y costumbres se concretan en opciones de ingreso comunitario. La puesta en valor de estas variables, comprendidas y gestionadas adecuadamente, sin exclusiones sociales, se transforma en el incentivo necesario —al ser la fuente que genera riqueza— para la conservación y la sostenibilidad del patrimonio material e inmaterial.
La tendencia del turismo mundial, con consumidores cada vez más informados gracias a las ventajas que las nuevas tecnologías ofrecen, obliga a que lo ofrecido sea percibido como auténtico, valorando otros criterios que van más allá de los servicios tradicionales. Criterios de calidad en servicios, empapados con originalidad, identidad, dinámica participativa, entre otros, comienzan a perfilarse como variables que hacen apetecibles los destinos turísticos. En Bolivia, la diversidad cultural, geográfica y social permite abrirnos a ese mercado turístico que quiere lo auténtico, escenario donde lo local adquiere un protagonismo indiscutible.
La riqueza de las comunidades, con sus tradiciones, usos y costumbres, la presencia de entidades públicas con competencias y recursos que apuestan al turismo como factor de desarrollo sostenible, la apertura de espacios de participación e inclusión se traducen en avances institucionales de la democracia boliviana y se transforman en variables facilitadoras para generar desarrollo económico local.
Las Misiones Jesuíticas de Chiquitos, que aún no han develado la totalidad de sus encantos, encuentran en el turismo comunitario la posibilidad de abrirse al mundo, mostrando su mejor faceta, lo propio, lo auténtico… Otro mundo.
* Economista
www.metafora.com.bo
En este contexto, conceptos como competitividad, productividad, calidad del producto, cadenas productivas, apertura de mercados, entre otros, son variables que indiscutiblemente deben asociarse a la participación e inclusión de actores y espacios territoriales con miras al cumplimiento de las metas del milenio. El turismo en general y el comunitario en particular adquieren importancia no sólo como actividad económica, sino como instrumento de desarrollo que democratiza la generación de ingresos.
El turismo comunitario y rural entrega opciones que aprovechan la tendencia del mercado turístico mundial, permitiendo que valores intangibles como la identidad, lo auténtico, lo exótico, lo diferente, lo originario, los usos y costumbres se concretan en opciones de ingreso comunitario. La puesta en valor de estas variables, comprendidas y gestionadas adecuadamente, sin exclusiones sociales, se transforma en el incentivo necesario —al ser la fuente que genera riqueza— para la conservación y la sostenibilidad del patrimonio material e inmaterial.
La tendencia del turismo mundial, con consumidores cada vez más informados gracias a las ventajas que las nuevas tecnologías ofrecen, obliga a que lo ofrecido sea percibido como auténtico, valorando otros criterios que van más allá de los servicios tradicionales. Criterios de calidad en servicios, empapados con originalidad, identidad, dinámica participativa, entre otros, comienzan a perfilarse como variables que hacen apetecibles los destinos turísticos. En Bolivia, la diversidad cultural, geográfica y social permite abrirnos a ese mercado turístico que quiere lo auténtico, escenario donde lo local adquiere un protagonismo indiscutible.
La riqueza de las comunidades, con sus tradiciones, usos y costumbres, la presencia de entidades públicas con competencias y recursos que apuestan al turismo como factor de desarrollo sostenible, la apertura de espacios de participación e inclusión se traducen en avances institucionales de la democracia boliviana y se transforman en variables facilitadoras para generar desarrollo económico local.
Las Misiones Jesuíticas de Chiquitos, que aún no han develado la totalidad de sus encantos, encuentran en el turismo comunitario la posibilidad de abrirse al mundo, mostrando su mejor faceta, lo propio, lo auténtico… Otro mundo.
* Economista
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