Escenario de líderes. Centro astronómico. Cuna de una civilización. Son algunos de los argumentos por los que hoy Tiwanaku es centro de la posesión del reelegido presidente boliviano Evo Morales Ayma.
Hoy, el Mandatario abrazará el Pachakuti, “es el reencuentro con sus raíces”, aclara el investigador sociólogo David Mendoza, quien destaca que el acto protocolar rescate elementos que pertenecían a la cultura milenaria de Tiwanaku.
Como hace milenios, hoy ese monumento en piedra propiciará el reconocimiento de un líder. El estudioso Jorge Laruta explica que esas ruinas son propicias para esta ocasión, o aquella en la que un individuo recibe el apoyo del pueblo, que lo asuma como guía.
Así fue desde un principio en ese centro histórico: “En ese entonces, las autoridades eran entronizadas allí para que cumplan positivamente las tareas de gobernar y ser guías espirituales de sus pueblos”.
Ambos coinciden en que el valor histórico de las ruinas tiwanacotas no tiene discusión, debido a los logros y misterios emergidos de esa civilización: descollantes matemáticos, astrónomos y adelantados en agricultura con su sistema de terrazas.
También informan que esa región —la población de Tiwanaku en particular— fue la matriz para otras civilizaciones que heredaron parte de dicha cultura. A ese escenario también llegó población diversa de variadas regiones del país: quechuas, guarayos… Mendoza añade: “Por ello no es difícil pensar que su imperio alcanzó a Ecuador en su extensión y propagación”.
Sin embargo, hoy los bolivianos en su mayoría asumen al centro arqueológico como un monumento de la cultura andina. Y dar protagonismo al mundo andino está en discordancia con un discurso plurinacional.
En Tiwanaku, la religión y la política iban de la mano, explica Mendoza: “El poder, como concepto occidental, no existía. La autoridad no era el mandato sino la relación con el contexto, con los demás, con la naturaleza, con los muertos”.
El capítulo que se abre con la asunción de Evo rescata rituales y tradiciones que habían sido rezagados en la sociedad occidental o que se mantenían subterráneos, presentes sólo en la comunidad.
Entre esas prácticas, por ejemplo, la población “hará dormir” la vestimenta de Evo a la intemperie, en el frío altiplánico. La etnóloga Cristina Boulanger Rada explica que las poblaciones andinas consideran de buena suerte dejar lo que les es preciado durante la madrugada.
“Los músicos hacen dormir sus instrumentos para que a la mañana siguiente toquen lindo (como si la interpretación dependiera del instrumento). Si dejan el traje de Evo a la intemperie, es para que éste absorba la energía del mundo y recubra a Morales”.
Las prendas que lucirá se asemejan a las que se cree que usaban los importantes en los rituales tiwanacotas: el ch’uku, que es un lluch’u de lana de llama que sólo lucían las personalidades de esa sociedad. Las ojotas de cuero de llama y pantalón negro.
Miranda enfatiza el valor y belleza de la pechera que el Presidente lucirá: hecho de oro, la pieza es original de Tiwanaku. Un poncho denominado unk’u, que cubrirá al Mandatario. El cetro que recibirá al final del rito de entronización será el mismo que el de su primera posesión.
Antes de que el Presidente descienda al templo de Kalasasaya y ascienda en la historia de Bolivia, alrededor de las 10.00 de la mañana, ocho ancianas se habrán reunido para que les lean la suerte. Representan a los cuatro sectores de Tiwanaku: norte, sur, este y oeste.
Un yatiri lanzará las hojas de coca al viento para que ellas revelen cuál es kencha y cuál es afortunada. La hoja benevolente que augure mejor suerte a una de ellas será guardada por la beneficiada. Así se define quién acompañará al líder y “guía espiritual” —como define Miranda— en el clímax del rito.
Ella, con decenas de años y sabiduría encima —como define ese pueblo a los viejos—, se acercará a Evo y le susurrará sus consejos. También de esas palabras dependerá el futuro del país.
Hoy, el Mandatario abrazará el Pachakuti, “es el reencuentro con sus raíces”, aclara el investigador sociólogo David Mendoza, quien destaca que el acto protocolar rescate elementos que pertenecían a la cultura milenaria de Tiwanaku.
Como hace milenios, hoy ese monumento en piedra propiciará el reconocimiento de un líder. El estudioso Jorge Laruta explica que esas ruinas son propicias para esta ocasión, o aquella en la que un individuo recibe el apoyo del pueblo, que lo asuma como guía.
Así fue desde un principio en ese centro histórico: “En ese entonces, las autoridades eran entronizadas allí para que cumplan positivamente las tareas de gobernar y ser guías espirituales de sus pueblos”.
Ambos coinciden en que el valor histórico de las ruinas tiwanacotas no tiene discusión, debido a los logros y misterios emergidos de esa civilización: descollantes matemáticos, astrónomos y adelantados en agricultura con su sistema de terrazas.
También informan que esa región —la población de Tiwanaku en particular— fue la matriz para otras civilizaciones que heredaron parte de dicha cultura. A ese escenario también llegó población diversa de variadas regiones del país: quechuas, guarayos… Mendoza añade: “Por ello no es difícil pensar que su imperio alcanzó a Ecuador en su extensión y propagación”.
Sin embargo, hoy los bolivianos en su mayoría asumen al centro arqueológico como un monumento de la cultura andina. Y dar protagonismo al mundo andino está en discordancia con un discurso plurinacional.
En Tiwanaku, la religión y la política iban de la mano, explica Mendoza: “El poder, como concepto occidental, no existía. La autoridad no era el mandato sino la relación con el contexto, con los demás, con la naturaleza, con los muertos”.
El capítulo que se abre con la asunción de Evo rescata rituales y tradiciones que habían sido rezagados en la sociedad occidental o que se mantenían subterráneos, presentes sólo en la comunidad.
Entre esas prácticas, por ejemplo, la población “hará dormir” la vestimenta de Evo a la intemperie, en el frío altiplánico. La etnóloga Cristina Boulanger Rada explica que las poblaciones andinas consideran de buena suerte dejar lo que les es preciado durante la madrugada.
“Los músicos hacen dormir sus instrumentos para que a la mañana siguiente toquen lindo (como si la interpretación dependiera del instrumento). Si dejan el traje de Evo a la intemperie, es para que éste absorba la energía del mundo y recubra a Morales”.
Las prendas que lucirá se asemejan a las que se cree que usaban los importantes en los rituales tiwanacotas: el ch’uku, que es un lluch’u de lana de llama que sólo lucían las personalidades de esa sociedad. Las ojotas de cuero de llama y pantalón negro.
Miranda enfatiza el valor y belleza de la pechera que el Presidente lucirá: hecho de oro, la pieza es original de Tiwanaku. Un poncho denominado unk’u, que cubrirá al Mandatario. El cetro que recibirá al final del rito de entronización será el mismo que el de su primera posesión.
Antes de que el Presidente descienda al templo de Kalasasaya y ascienda en la historia de Bolivia, alrededor de las 10.00 de la mañana, ocho ancianas se habrán reunido para que les lean la suerte. Representan a los cuatro sectores de Tiwanaku: norte, sur, este y oeste.
Un yatiri lanzará las hojas de coca al viento para que ellas revelen cuál es kencha y cuál es afortunada. La hoja benevolente que augure mejor suerte a una de ellas será guardada por la beneficiada. Así se define quién acompañará al líder y “guía espiritual” —como define Miranda— en el clímax del rito.
Ella, con decenas de años y sabiduría encima —como define ese pueblo a los viejos—, se acercará a Evo y le susurrará sus consejos. También de esas palabras dependerá el futuro del país.
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