Los personajes más importantes de la feria de Alasita han sido el Ekeko y la Virgen de Nuestra Señora de La Paz. Sin embargo, en los últimos años, estas figuras han pasado a un segundo plano y han resultado destronadas por las miniaturas.
Al menos, ése es el criterio de tres investigadores de la historia paceña; el sociólogo David Mendoza, el historiador Fernando Cajías y el comunicador y antropólogo Milton Eyzaguirre.
Los primeros datos sobre los inicios de esta fiesta son recopilados por el escritor Antonio Díaz Villamil, quien cuenta la historia del Ekeko en su libro Leyendas de mi tierra.
En el texto se conoce que el diosecillo corresponde a una figura prehispánica identificada como el dios de la fortuna y la fertilidad. Además, la Alasita, como una feria de intercambio y venta de miniaturas, nació luego del cerco indígena a La Paz, en 1781.
El defensor de la urbe, Sebastián Segurola, sació el hambre de los sobrevivientes cuando concluyó el encierro.
“Es en ese tiempo que se instaura la fecha del 24 de enero como la fiesta de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz y ésta queda unida a la del Ekeko. Segurola fijó la fecha como agradecimiento a la protectora de la ciudad”, resumió Eyzaguirre.
Laruta añade que durante el cerco nace la palabra Alasita, que proviene de la combinación de los vocablos aymaras Alaña (comprar) con chalasita (intercambio), el sistema económico de la época.
Cajías añade que la fiesta siempre fue una simbiosis andino-religiosa, aunque durante el siglo XIX poco se mencionaba al Ekeko y los actos dedicados a la Virgen eran los más importantes.
“Había procesiones a la plaza Murillo, en la catedral se encontraba la imagen de la Virgen y luego se instalaba la feria de las miniaturas”, dice el historiador.
“En la actualidad —continúa— ya no existe procesión para la Virgen y el Ekeko se ha sobrepuesto”.
Pero el antropólogo Eyzaguirre considera que actualmente el Ekeko y la Virgen han perdido importancia frente a las miniaturas, que son las illas; es decir, espíritus de los objetos que la gente desea conseguir en los siguientes meses.
“La gente ya no compra ekekos, porque además ya no los hacen en abundancia, ya nadie cumple con el rito de hacer fumar un cigarrillo al dios de la fertilidad, de la reproducción; y en el caso religioso sólo los comerciantes pasan un preste por la Virgen, pero lo hacen después del 24 de enero”.
Mendoza coincide con el criterio de que los pequeños objetos son illas, pero destaca que en éstos reside el ajayu, el espíritu del Ekeko, porque sin éste no existiría la fiesta de la Alasita.
El Ekeko representa la fertilidad y la reproducción, la fe en éste permitirá que los deseos de sus devotos, representados en las miniaturas, se hagan realidad.
Por ello, es importante que todos los yatiris cha’llen y sahumen los pequeños artículos. Para los católicos, además de estos ritos, es necesario que un párroco rocíe con agua bendita las cosas pequeñas.
Por toda esta historia y estas costumbres, comerciantes y artesanos venden, cada 24 de enero, sus miniaturas frente a las puertas de las iglesias de la ciudad.
Pero esta convivencia de costumbres no siempre fue pacífica. Laruta recordó que los conquistadores españoles intentaron extirpar las idolatrías. “En ese tiempo se castigaba y se perseguía a los indios rebeldes, los ritos propios de su cultura eran cumplidos en la clandestinidad”.
David Mendoza mencionó que por esta razón, incluso después de la Colonia, la Iglesia Católica fue importante en la cultura paceña; las actividades de amautas y yatiris no eran muy fuertes. El sociólogo considera que el Ekeko perdió jerarquía por este motivo.
No obstante, Laruta apunta que después de la revolución de 1952 la situación cambió. “En esa época nace una nueva Bolivia, los indígenas podían votar, empezaron a ser parte del Estado y con ellos algunos yatiris y amautas empezaron a salir con mayor libertad”.
Mendoza coincide: “Hay una irrupción de una clase social que puede actuar libremente en igualdad de condiciones. En ese tiempo, las congregaciones religiosas, las cofradías y otros van perdiendo protagonismo”.
El Ekeko y la Alasita recuperan su preeminencia, pero en el proceso histórico de la feria, el diosecillo retrocede para dar espacio a otros elementos.
“Este jaka illa (espíritu superior) es sustituido por el poder del dinero, aparece el billetito y cobra fuerza. La sociedad otorga protagonismo a una expresión en detrimento de otra”.
La feria transitó por cinco zonas de La Paz
La feria de Alasita ha recorrido, desde el siglo XIX, cinco zonas de la ciudad de La Paz. Los puestos ocuparon predios del centro, Miraflores, la zona Norte y San Pedro.
El historiador Fernando Cajías comentó que las publicaciones de prensa del siglo XX dan fe de que la feria se realizaba en la plaza Murillo.
“Después de la plaza Murillo, la feria se trasladó a El Prado. A medida que fue creciendo la ciudad y el comercio, la actividad se fue volviendo ambulante”.
Tras la Guerra del Chaco, en la década del 30 del siglo pasado, la venta de las miniaturas se instaló en la plaza de San Pedro.
“En ese lugar, los presos salían a la calle con guardias para exponer sus trabajos”, comenta la escritora Elizabeth De Col.
“La feria fue creciendo y como no había condiciones, sobre todo de servicios básicos, los vecinos de los distintos barrios se molestaban (por la generación de basura) y los expulsaban”, añade.
En la década del 60 y 70 los puestos de venta recorrieron la zona Norte; en las avenidas Montes, Perú y en el predio que hoy ocupa la Terminal de Buses.
En la década de los 80, la Alasita se instaló en la avenida Tejada Sorzano, una de las vías más importantes de Miraflores.
Cajías recordó que, un año, los puestos ocuparon la ex fábrica Said, decisión que no agradó a los artesanos; luego ocuparon la Avenida del Ejército y, finalmente, el ex Zoológico.
Al menos, ése es el criterio de tres investigadores de la historia paceña; el sociólogo David Mendoza, el historiador Fernando Cajías y el comunicador y antropólogo Milton Eyzaguirre.
Los primeros datos sobre los inicios de esta fiesta son recopilados por el escritor Antonio Díaz Villamil, quien cuenta la historia del Ekeko en su libro Leyendas de mi tierra.
En el texto se conoce que el diosecillo corresponde a una figura prehispánica identificada como el dios de la fortuna y la fertilidad. Además, la Alasita, como una feria de intercambio y venta de miniaturas, nació luego del cerco indígena a La Paz, en 1781.
El defensor de la urbe, Sebastián Segurola, sació el hambre de los sobrevivientes cuando concluyó el encierro.
“Es en ese tiempo que se instaura la fecha del 24 de enero como la fiesta de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz y ésta queda unida a la del Ekeko. Segurola fijó la fecha como agradecimiento a la protectora de la ciudad”, resumió Eyzaguirre.
Laruta añade que durante el cerco nace la palabra Alasita, que proviene de la combinación de los vocablos aymaras Alaña (comprar) con chalasita (intercambio), el sistema económico de la época.
Cajías añade que la fiesta siempre fue una simbiosis andino-religiosa, aunque durante el siglo XIX poco se mencionaba al Ekeko y los actos dedicados a la Virgen eran los más importantes.
“Había procesiones a la plaza Murillo, en la catedral se encontraba la imagen de la Virgen y luego se instalaba la feria de las miniaturas”, dice el historiador.
“En la actualidad —continúa— ya no existe procesión para la Virgen y el Ekeko se ha sobrepuesto”.
Pero el antropólogo Eyzaguirre considera que actualmente el Ekeko y la Virgen han perdido importancia frente a las miniaturas, que son las illas; es decir, espíritus de los objetos que la gente desea conseguir en los siguientes meses.
“La gente ya no compra ekekos, porque además ya no los hacen en abundancia, ya nadie cumple con el rito de hacer fumar un cigarrillo al dios de la fertilidad, de la reproducción; y en el caso religioso sólo los comerciantes pasan un preste por la Virgen, pero lo hacen después del 24 de enero”.
Mendoza coincide con el criterio de que los pequeños objetos son illas, pero destaca que en éstos reside el ajayu, el espíritu del Ekeko, porque sin éste no existiría la fiesta de la Alasita.
El Ekeko representa la fertilidad y la reproducción, la fe en éste permitirá que los deseos de sus devotos, representados en las miniaturas, se hagan realidad.
Por ello, es importante que todos los yatiris cha’llen y sahumen los pequeños artículos. Para los católicos, además de estos ritos, es necesario que un párroco rocíe con agua bendita las cosas pequeñas.
Por toda esta historia y estas costumbres, comerciantes y artesanos venden, cada 24 de enero, sus miniaturas frente a las puertas de las iglesias de la ciudad.
Pero esta convivencia de costumbres no siempre fue pacífica. Laruta recordó que los conquistadores españoles intentaron extirpar las idolatrías. “En ese tiempo se castigaba y se perseguía a los indios rebeldes, los ritos propios de su cultura eran cumplidos en la clandestinidad”.
David Mendoza mencionó que por esta razón, incluso después de la Colonia, la Iglesia Católica fue importante en la cultura paceña; las actividades de amautas y yatiris no eran muy fuertes. El sociólogo considera que el Ekeko perdió jerarquía por este motivo.
No obstante, Laruta apunta que después de la revolución de 1952 la situación cambió. “En esa época nace una nueva Bolivia, los indígenas podían votar, empezaron a ser parte del Estado y con ellos algunos yatiris y amautas empezaron a salir con mayor libertad”.
Mendoza coincide: “Hay una irrupción de una clase social que puede actuar libremente en igualdad de condiciones. En ese tiempo, las congregaciones religiosas, las cofradías y otros van perdiendo protagonismo”.
El Ekeko y la Alasita recuperan su preeminencia, pero en el proceso histórico de la feria, el diosecillo retrocede para dar espacio a otros elementos.
“Este jaka illa (espíritu superior) es sustituido por el poder del dinero, aparece el billetito y cobra fuerza. La sociedad otorga protagonismo a una expresión en detrimento de otra”.
La feria transitó por cinco zonas de La Paz
La feria de Alasita ha recorrido, desde el siglo XIX, cinco zonas de la ciudad de La Paz. Los puestos ocuparon predios del centro, Miraflores, la zona Norte y San Pedro.
El historiador Fernando Cajías comentó que las publicaciones de prensa del siglo XX dan fe de que la feria se realizaba en la plaza Murillo.
“Después de la plaza Murillo, la feria se trasladó a El Prado. A medida que fue creciendo la ciudad y el comercio, la actividad se fue volviendo ambulante”.
Tras la Guerra del Chaco, en la década del 30 del siglo pasado, la venta de las miniaturas se instaló en la plaza de San Pedro.
“En ese lugar, los presos salían a la calle con guardias para exponer sus trabajos”, comenta la escritora Elizabeth De Col.
“La feria fue creciendo y como no había condiciones, sobre todo de servicios básicos, los vecinos de los distintos barrios se molestaban (por la generación de basura) y los expulsaban”, añade.
En la década del 60 y 70 los puestos de venta recorrieron la zona Norte; en las avenidas Montes, Perú y en el predio que hoy ocupa la Terminal de Buses.
En la década de los 80, la Alasita se instaló en la avenida Tejada Sorzano, una de las vías más importantes de Miraflores.
Cajías recordó que, un año, los puestos ocuparon la ex fábrica Said, decisión que no agradó a los artesanos; luego ocuparon la Avenida del Ejército y, finalmente, el ex Zoológico.
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