Una posible contaminación de la Laguna Colorada por el derrame de 5.530 litros de diésel sobre el río Sulor, a 500 metros de ella, condujo a Somos a ese lugar considerado el principal sitio de nidificación masiva de flamencos de la región. Pero más allá de constatar un daño de esa naturaleza, pudimos verificar que el espejo de agua es acechado por un peligro mayor que amenaza con exterminarlo: la sequía.
En efecto, la sequedad gana terreno en la Laguna Colorada, que en esta temporada aparece cubierta de hielo. El año pasado, este sitio Ramsar (humedal de importancia internacional por su riqueza biológica y por ser refugio de un número significativo de aves acuáticas migratorias estacionales) fue candidato a ocupar un lugar entre las Siete Maravillas Naturales del Mundo. Sin embargo, la imagen que hoy ofrece dista mucho de aquella que alimentó esa pretensión boliviana y de las gráficas que la mostraban centelleante y con la pigmentación que le dio su nombre. De hecho, está perdiendo su color.
Esta formación acuática es una de las 11 existentes dentro de la Reserva Nacional Eduardo Avaroa (RNEA), ubicada en el municipio de San Pablo de Lípez de la provincia Sud Lípez del departamento de Potosí, a una altitud de 4.278 metros sobre el nivel del mar.
La Colorada tiene una superficie de 60 kilómetros cuadrados, colinda al sur con Argentina y al oeste con Chile. Las únicas poblaciones humanas dentro de la reserva son Quetena Chico y Quetena Grande, que albergan, juntas, aproximadamente a un centenar de familias.
Dos años sin lluvias
Es 21 de junio, mientras los aymaras celebran su Año Nuevo 5.518, para la familia de Eustaquio Esquivel (63) este lunes es como cualquier otro día. Son las 08.30, los rayos del sol asoman por detrás del cerro que lleva el nombre de la laguna. Isabel Saire (43), nuera del anciano, abre el corral para que sus llamas vayan en busca de un fresco pastizal sobre las colinas más cercanas.
Para que el viento no le arrebate su sombrero, lo asegura con una hebra de lana que ata debajo de su mentón. A pesar del intenso frío, Isabel no se queja; dice que está acostumbrada, incluso cuando en los meses de julio y agosto llega hasta 25 grados Celsuis bajo cero.
En los 20 años que vive a orillas de la Colorada, donde junto a su familia administra un albergue para turistas, ha sido testigo de cómo fue cambiando el espejo de agua. Con su hablar cantado, relata, por ejemplo, que antes el color rojizo del agua era muy intenso, más cuando hacía viento. Pero desde 2007 esa coloración fue desapareciendo. Para ella, la falta de lluvias en la región es la principal razón de esa decoloración.
Hace dos años que no llueve, asegura Isabel. “Hasta adentro se ha secado. Nada siempre ha llovido ni éste ni el pasado año; si tan sólo hubiera caído algo de agua, el lago se habría mantenido rosado”, se lamenta la mujer, quien observa con tristeza las orillas enlodadas que rodean a la Colorada.
Cada invierno, Isabel ve partir a los flamencos que habitan en el lugar, pero también es testigo de que algunos se quedan en la laguna y soportan las bajas temperaturas. “Muchos mueren por el frío”, cuenta. En el instante en que habla, no más de 20 de estas aves rosadas se posan en las aguas de la laguna, cuya escasa profundidad no supera los 30 centímetros.
“Pero, ¿qué podemos hacer? Es la naturaleza”, reflexiona la comunaria a propósito de la sequía, que no sólo afecta al paisaje de la región, sino también al ganado, según dice. “Aquí no se cosecha, sólo tenemos a nuestras llamas y ellas también sufren”.
En tanto que Eustaquio, cuya familia constituye el único asentamiento humano próximo a la laguna desde hace 40 años, también soporta las inclemencias del clima. “No cae nieve ni llueve, es por eso que la laguna se está secando. Antes llovía y había pasto, por ejemplo. La laguna tenía agua y había harto flamenco”.
A pesar de todo, Eustaquio todavía abriga la esperanza de que en los próximos meses caerá un aguacero y con ello la Laguna Colorada podrá recuperarse.
La falta de agua es evidente, explica el director de la Reserva Nacional Eduardo Avaroa (RNEA), Ícler Soto. Desde hace tres años que en el suroeste potosino no hay suficiente precipitación pluvial, precisa. En esta región, lo normal es que caiga alrededor de 450 milímetros de agua por año, pero en las últimas gestiones sólo cayó, en promedio, entre 80 y 100 milímetros.
En opinión del técnico de Conservación y Monitoreo Ambiental del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), Fernando Villarte, la reserva atraviesa una de las peores sequías de su historia, si no la más severa.
A su turno, Demetrio Luna, técnico de la RNEA, apunta que la nevada caída en la región en mayo pasado, de unos diez centímetros de alto, y el deshielo de ésta ayudaron de alguna manera, aunque mínimamente, a conservar los afluentes de la laguna. Si bien en el pasado la zona ya fue golpeada por periodos de sequía, ninguno fue tan fuerte como el actual.
Según la explicación de Villarte, la nevada que cayó en la parte alta de los cerros sólo ayudó a recuperar los bofedales que circundan a la laguna, ya que no fue suficiente para cargar los acuíferos (espacios subterráneos donde se acumula y circula el agua) de las vertientes que la alimentan.
Pero la Colorada no es la única laguna víctima de la sequía, advierte Luna, la mayoría de las once que están dentro de la RNEA es vulnerable a este fenómeno. “No obstante, la Colorada es vital por ser el único y primer centro de nidificación masiva de los flamencos (de la región)”.
La Laguna Verde, la Chalviri Norte, la Hedionda Sur, la Kollpa, la Salada, la Totoral, la Catalcito, la Herrera, la Kalina y la Guayaques, junto a la Colorada, también están en el territorio de la reserva, que tiene una extensión de 7.147 kilométros cuadrados.
Un tercio de agua
Al presente no existe estudio alguno que dé cuenta de la cantidad —ni la calidad— de las aguas de la Laguna Colorada. Sin embargo, cuatro fotografías satelitales tomadas de ella por el Sernap en la última década dan una pauta de cuánto ha disminuido este espejo de agua, explica Fernando Villarte.
En la gráfica de 2007 se advierte un caudal del 50 por ciento de extensión con relación al existente en 2000, y en la imagen que corresponde a febrero de este año se nota sólo un tercio del agua que había hace 10 años.
En cuanto a la profundidad, tampoco hay referencias oficiales sobre ésta. Villarte refiere, empero, que en general todas las lagunas de la provincia Sud Lípez son poco profundas. “Yo ingresé por varios años en la Colorada y su profundidad máxima era de unos 60 centímetros, al igual de las otras”. De acuerdo con Bolivia desde adentro, una publicación del Viceministerio de Turismo, la Laguna Colorada tenía una profundidad de unos 80 centímetros. Esto hace dos años.
Hoy, por los datos de los guardaparques —puntualiza Demetrio Luna—, la profundidad de la laguna es de unos 30 centímetros, 20 menos que en 2009.
El Servicio Nacional de Áreas Protegidas no tiene un registro exacto de la profundidad de la laguna, señala Villarte, entre otras razones porque ésta no es uniforme, pues tiene pequeñas islas de bórax (cristal blanco similar a la sal). Algunos lugares pueden tener un fondo de 20 centímetros y más tarde, tras el aumento del caudal de agua, este mismo sitio puede ser más profundo.
Pero la radiación solar del mediodía también acelera la evaporación del líquido que, a ciertas horas del día, adquiere un tono rojizo. Esta coloración se debe a los sedimentos de color rojo y los pigmentos de algunos tipos de algas que prosperan en sus aguas.
Hábitat en peligro
De las seis especies de flamencos existentes, tres se encuentran en lagunas de la Reserva: el flamenco chileno, el andino y el llamado flamenco de James, según describió Omar Rocha en la Revista Boliviana de Ecología y Conservación Ambiental en 1997.
Los datos del Sernap indican que el censo realizado en la Laguna Colorada en febrero de este año registró 17.015 flamencos de esas especies. A decir de Villarte, esta cifra se ha mantenido como promedio en los últimos cinco años.
Se conoce también —añade el especialista— que aves de Argentina y Chile están buscando establecer su hábitat en la Reserva boliviana. “Los mismos comunarios señalan que vienen flamencos de otros lados a consecuencia de que otras lagunas (de esos países) también se están secando”.
Pero, cada vez más, la baja de las aguas de la laguna pone en mayor riesgo al principal centro de nidificación de estas aves a escala nacional y regional, que además de una fuente de alimento por los microorganismos propios de la Colorada, han encontrado en este lugar condiciones favorables para empollar.
Otros animales que también tienen presencia importante en la zona son las viscachas y las llamas, cuyo principal alimento está en los bofedales cercanos a la laguna, y que cada vez los hay menos.
Al presente no hay ningún estudio respecto a la salinidad de las aguas de la Colorada ni de sus efectos sobre la flora y la fauna nativas.
En breve, el Sernap, junto con la RNEA y las comunidades que residen en las cercanías de la laguna, iniciarán la elaboración de un reglamento para normar el consumo del agua de las vertientes que desembocan en la Colorada.
Pero antes se hará un diagnóstico de la situación de los bofedales para determinar las posibilidades de su tratamiento y recuperación con el objetivo de garantizar el alimento para la fauna de la zona.
Ante este panorama, el Sernap reconoce la necesidad de monitorear las aguas de la Colorada. “Pero se necesita presupuesto adicional”, dice Villarte.
Según el director de la RNEA, Ícler Soto, se debe realizar estudios de consultoría o de convenio para el financiamiento de una reinyección de aguas subterráneas cone la perforación de pozos para garantizar la pervivencia de la laguna, y con ella la de la fauna y la flora existentes en esta región andina.
El Sernap ya prepara la declaratoria de estado de emergencia de la RNEA por la sequía que también azota al sur del país. La alerta se conocerá en una semana.
Mientras estas acciones institucionales están en preparación, Eustaquio Esquivel, el vecino más antiguo de la laguna, confía más en la naturaleza. El invierno aún no ha pasado, lo que le da la esperanza de ver nuevamente cubiertos de nieve los cerros y de color rosado las aguas de la Colorada, como aparece en el dibujo que ha hecho su hijo y que está colgado en la tienda de su humilde posada. Un dibujo que, no obstante, corre el peligro de quedar sólo como iun buen recuerdo.
Un vertido de 5.530 litros de diésel cayó sobre los bofedales próximos a la laguna
El bajo caudal del río Sulor y la sequía evitaron la expansión de la contaminación
El poco caudal del río Sulor y la sequía que azota al altiplano potosino evitaron la rápida expansión del diésel que fue vertido el pasado 2 de junio por una cisterna de la empresa Tierra Ltda. sobre la vegetación cercana a la Laguna Colorada, en la provincia Sud Lípez de Potosí. El bofedal afectado es bañado por las aguas del Sulor, afluente de la Colorada.
El accidente ocurrió a las 02.30, cuando el vehículo cargado con 15.000 litros del combustible sufrió un vuelco, derramando 5.530 litros de éste. El vertido afectó a 2.500 metros cuadrados del área y ésta se encuentra a unos 500 metros del atractivo turístico.
Un funcionario del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) fue quien alertó sobre el accidente. Pocas horas después del suceso, la empresa Tierra envió 25 trabajadores con volquetas y una pala mecánica para que controlaran el derrame, según dio cuenta en su informe Demetrio Luna, técnico de la Reserva Nacional Eduardo Avaroa (RNEA), donde se encuentra la laguna. Veinte días después del accidente, los obreros seguían trabajando, así lo constató Somos. Según Miguel Calcina, de Tierra, las acciones de contingencia consistieron en, primero, desviar el diésel vertido hacia tres pozos de cuatro metros de profundidad cavados en la parte baja de los bofedales; segundo, se extrajo la vegetación contaminada con el combustible y se la sacó del área.
La empresa Tierra tomó muestras del agua contenida en medio de los bofedales para determinar, mediante análisis especializados, su grado de contaminación. El resultado se hará conocer en los próximos días.
Desde lo ocurrido, el Sernap realiza monitoreos biológicos y físico-químicos permanentes de la zona afectada, así como de las poblaciones de flamencos para medir el nivel del daño, informó Luna.
“De llegar la contaminación a la Laguna Colorada, estaría en riesgo la población de flamencos y otras aves acuáticas que habitan en el lugar, pero es evidente que el derrame afectó a una buena parte del bofedal de la zona Sulor (el área por donde surca el río del mismo nombre)”. Según la técnica de la Dirección de Monitoreo Ambiental del Sernap, Karla Villegas, entre las medidas de mitigación de los efectos de este accidente están los monitoreos semanales, mensuales y por periodos de dos y tres años que se realizarán en adelante.
La especialista precisó que la empresa Tierra también debe presentar un plan de remediación al Sernap y a la autoridad ambiental competente para su aprobación.
Por otro lado, los esposos Alfonso Estelo y Paulina Berna, quienes se vieron afectados por el derrame, ya que éste contaminó los bofedales donde se alimenta su ganado, se beneficiarán con el forraje que Tierra se comprometió a otorgarles en los próximos meses y hasta finales de 2010.
De verificarse una contaminación importante en la zona producto del vertido, Alfonso pedirá una indemnización económica a Tierra, aunque no precisó la cantidad que demandaría a la empresa. “Voy a hablar con mis hijos”, afirmó.