Posee varias capillas de gran valor histórico y cultural, pero están olvidadas en medio del paisaje agreste. La Embajada de Estados Unidos donó 41.000 dólares para restaurar seis de ellas. Con esto se espera “resucitar” la fe y el turismo en la región.
Con el rostro azotado por el viento, la pequeña Miriam corretea detrás de un balón de fútbol. Y cuando ya lo tiene cerca, sus abarcas no le impiden dar una certera patada. Esta niña de ocho años es una de las 20 estudiantes de la única escuela existente en Caripe, comunidad ubicada en la provincia Sajama, en Oruro.
El pueblito se encuentra a hora y media de viaje de la población de Curahuara de Carangas, ésta última alberga a una de las iglesias más bellas del país y por cuyo parecido con la famosa basílica del Vaticano (Roma) se la conoce como la “Capilla Sixtina del Altiplano”. Pero éste es sólo uno de los casi 50 templos de gran valor histórico y cultural existentes en la zona. Todos ellos están, además, a los pies del nevado más alto de Bolivia, el Sajama, con 6.542 metros de altura.
Riqueza cultural y belleza natural. Una combinación que puede ser clave para el desarrollo de un pueblo. No es el caso de Curahuara de Carangas, un diamante en bruto para la explotación turística.
En 2005, por Ley 3157, los municipios Turco y Curahuara de Carangas de la provincia Sajama fueron declarados Capitales Bolivianas de la Ganadería Camélida Sudamericana. A pesar de esta nominación, la pobreza cunde entre sus pobladores.
Según datos del portal de internet del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp), Curahuara de Carangas crece a tasas decrecientes, presenta una densidad baja y una población muy joven. La migración es cada vez mayor: 25 por ciento de su gente se marcha por trabajo temporalmente y el uno por ciento, definitivamente. Los hombres trabajan como agricultores en Chile, y como albañiles y comerciantes en las ciudades de La Paz y Oruro; las mujeres, como empleadas domésticas.
La escasa población que habita sus agrestes parajes se dedica a la crianza de camélidos (llama y alpaca) y a la agricultura para el autoconsumo.
Rimisp apunta que el turismo en el municipio es una actividad importante y con un alto potencial para su economía. Sin embargo, si bien creció en los anteriores 10 años, desde 2003 el número de visitantes nacionales en cada vez menor.
La vida a los pies del Sajama
Curahuara de Carangas se encuentra a 3.898 metros de altura. Un icono de la zona es el nevado Sajama, conocido también como el “Doctor Sajama”, y sobre el cual sus pobladores cuentan varias leyendas.
Felipa Sánchez, comunaria del cantón Caripe, relata que el cerro tenía una compañera, Anallajchi. Al separarse de ella, tres de sus cuatro hijos se quedaron con la madre, La Paz, Asunta y Natividad; en tanto, el varón, Ch’asqaqollo, con el padre. Estos nombres refieren a las montañas próximas al Sajama. También se dice que éste era tan celoso que con una korawa (onda, en aymara) descabezó a los parispachita, los dos nevados que se hallan actualmente en el lado chileno.
Mientras sus hábiles manos tejen una chompa con lana de alpaca, Felipa cuenta que en su región la única fuente de ingresos es el ganado camélido. “Nada crece aquí, ni papa ni quinua”, se queja la mujer de 45 años y madre de cuatro hijos. Su hija mayor emigró a Arica (Chile) en busca de trabajo.
Desde que enviudó en 2007, Felipa teje chompas, guantes y medias de lana de alpaca para venderlos en el albergue turístico de Tomarapi, ubicado a 15 minutos en vehículo de Caripe. “No se gana mucho —se lamenta—, al mes sólo vendo una chompa”.
Según Lucio Gonzales, responsable y guía del albergue, Tomarapi deriva de la palabra aymara jarap’i, que significa costilla. Parte de su labor es explicar a los visitantes la historia de la capilla del lugar, construida en 1871. “Hasta 1974 la gente bailaba morenada, llamerada y waca waca en la Fiesta del Rosario. Pero apareció la Iglesia Adventista del Séptimo Día y ya no hubo fiestas”.
Lucas Marca, de 22 años, otro comunario del lugar, dice que cada mes arriban al pueblo alrededor de 200 turistas, sobre todo europeos. Lo que más atrae de la región son las iglesias y la escalada al Sajama.
El mismo nombre del nevado tiene un cantón ubicado a 30 minutos de viaje en vehículo y cuatro horas a pie desde Carepi. Es allá donde los niños de esta comunidad y de Tomarapi van a continuar sus estudios de secundaria, pues alberga al colegio Bolivia.
Por esta razón, Nora Sánchez, de 13 años, ocupa un cuartito de estudiante alquilado por sus padres en Sajama. “Me quedo toda la semana y retorno el sábado a mi pueblo (Carepi) y otra vez vengo el domingo”.
“Monstruos bellos”
La denominada “Capilla Sixtina del Altiplano” normalmente está cerrada y sólo es abierta a solicitud de quien quiera conocerla. Carmen Lavayén es responsable de estos menesteres.
El templo comenzó a construirse en 1587 y finalizó en 1608. Dentro de él se observa una serie de ilustraciones del Antiguo y Nuevo Testamento, desde Génesis hasta Apocalipsis.
“Se cuenta que antes de construir una iglesia, primero se debería tener la campana. Aquí (en Curahuara), la más antigua data de1587, ésa es la referencia que tenemos del año en el que comenzó la construcción de esta capilla”, explica Carmen a Somos.
Para dar a conocer más detalles acerca de esta antigua edificación, Carmen evoca las investigaciones del historiador José de Mesa: “Primero se pintó el sitio conocido como Presbiterio, donde se muestra al Cristo triunfante y rodeado de apóstoles, además de la asunción de la Virgen María y de Jesús”.
El pintado de los murales se hizo como frescos, es decir, primero se rebocó con yeso la pared y antes de que seque, se plasmó sobre él las imágenes. “Todo esto fue hecho por indígenas de la época de la Colonia —apunta Carmen—, ellos no conocían la Biblia, pintaron casi sin saber lo que estaban haciendo”.
Una muestra de dicho desconocimiento, prosigue Carmen, es el mural que sugiere el Arca de Noé. En la pintura aparecen animales con rasgos nativos; un elefante con cara de cerdo y patas cortas, y un león con facciones humanas.
El templo cumplió 400 años en 2009, es el principal atractivo de Curahuara de Carangas. Cada mes llegan hasta este recinto entre 20 y 50 turistas, casi todos extranjeros.
Cuando el párroco de la milenaria capilla, Gabriel Antequera, llegó al lugar en 2007, se enfrentó a “monstruos bellos”, según él mismo llama a estos templos altiplánicos.
Pero la “Sixtina” se encontraba en muy malas condiciones, recuerda. “Estaba deshecha y sin iluminación”. Así, su primer reto fue promover su restauración.
Una vez conseguido su objetivo, el desafío del joven sacerdote fue impulsar la refacción de los pequeños templos de los alrededores. “Hay 14 comunidades en Curahuara de Carangas, y dentro de cada una de ellas existen entre cinco y siete pequeñas y medianas capillas. Antes eran wacas, lugares de culto, luego se convirtieron en capillas”.
Dichos templos, según Antequera, datan, aproximadamente, de inicios del siglo XIX y son considerados “secundarios” con relación a la de Curahuara.
Al respecto, un técnico de la Unidad de Registro y Catalogación del Patrimonio Material e Inmaterial del Ministerio de Culturas refiere que en esta zona altiplánica sólo existe el registro de la “Capilla Sixtina” y no así de otras que podrían, ciertamente, existir. “La catalogación es a pedido de alguna autoridad del lugar”. Al parecer nadie hizo esta solicitud.
Restaurar la fe
En general, las iglesias de Curahuara de Carangas son víctimas de las inclemencias del tiempo; la lluvia y los ventarrones son sus principales enemigos, dice Antequera. Asimismo, esto confabula contra los feligreses.
Convencido de que con la restauración de estos templos altiplánicos los pueblos de la provincia Sajama tendrán más alternativas de desarrollo, el padre Gabriel hizo gestiones ante la Embajada de Estados Unidos en Bolivia para obtener un financiamiento. Así, esta legación diplomática donó la anterior semana 41.000 dólares para solventar la restauración de seis capillas.
“Las escogidas son aquéllas a las que la gente asiste continuamente
—cuenta el párroco—. Ellas son la iglesia de Sajama, de Lagunas, de Tomarapi, de Juchusuma, de Lerco y Rosa Pata”.
El 25 de septiembre, una delegación de la Embajada estadounidense visitó la región. Hasta allá llegaron algunos de sus funcionarios, y en ocasión de la entrega del cheque simbólico jugaron un partido de fútbol con los comunarios, mientras que los niños les ofrecieron una tarqueada. El festejo fue en Tomarapi.
El apoyo financiero para la restauración de sus iglesias representa una esperanza de mejores días para esta región altiplánica. Al menos así lo entiende el cura Antequera. “Es un lugar totalmente turístico no explotado”.
El sacerdote recuerda que cuando se ordenó como tal, le destinaron a Curahuara de Carangas, un sitio completamente nuevo para él. “Cuando llegué era un pueblo vacío, abandonado. Espiritualmente fue duro para mí; yo celebraba las misas para dos o tres personas, ahora el templo recibe a niños, jóvenes, adultos y soldados”. El padre Gabriel trabaja, permanentemente, con las comunidades y autoridades originarias de la región. Fue con ellas que recibió a la comitiva de la Embajada de Estados Unidos el pasado 25. Fue un día de fiesta para todos. Miriam, por ejemplo, se divirtió viendo jugar fútbol a los mayores, y hasta ella correteó detrás de un balón. ¿Quieres jugar? le invitó a esta reportera.
Una zona semiárida pero con grandes atractivos
Curahuara, dentro del Parque Nacional Sajama
* El municipio de Curahuara de Carangas, de la provincia Sajama, se encuentra en el interior del Parque Nacional Sajama, en la zona noroeste del departamento de Oruro.
* En este mismo Parque se levanta el pico más elevado de Bolivia, el Sajama, cuya altitud es de 6.542 metros.
* La región tiene una extensión de 100.230 hectáreas. Su clima es semiárido y frío, pues está en una zona volcánica.
* En el área hay formaciones rocosas y pozos de aguas termales. En los primeros se observan pinturas rupestres y se identificó la existencia de unos 300 chullpares.
* En Curahuara de Carangas hay montañas como para practicar andinismo, una de ellas es Monterani.
* También hay gran cantidad de lagunas y de bofedales altoandinos repartidos por todo el Parque. La vegetación predominante son las gramíneas duras y silificadas.
Fotos: Aleja Cuevas y Selwyn Paniagua
Aleja Cuevas
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