El arqueólogo boliviano Juan Albarracín plantea el desafío en este proceso de descifrar las matrices civilizatorias ancestrales, para unirnos más en la diversidad intercultural.
Edwin Conde Villarreal
Hace miles de años existió una sociedad andina extraordinaria en su época que pudo construir un Estado segmentario, fundamentado en una organización jerárquica que estaba, a la vez, basada en el culto al ancestro.
Con una economía de reciprocidad y de redistribución —el Estado— aglutinaba en grandes centros rituales, como el de Tiwanaku, a diversos conjuntos y grupos étnicos que llegaban de las regiones costeras, mesotérmicas, vallunas, amazónicas y del mismo altiplano, para conformar la gran ‘comunidad magnánima’.
“Los tiwanacotas naturalizaron a la sociedad y al mismo tiempo socializaron a la naturaleza”, dice el arqueólogo boliviano Juan Albarracín, que escribió: La formación del Estado prehispánico en los Andes (2008).
El científico, que tiene un doctorado en antropología, plantea que “el desafío más grande ahora es precisamente en este proceso de cambio, reconstruir y mirarnos más de cerca los bolivianos, el desafío es descifrar cómo estas matrices civilizatorias, estos legados, que entran en el siglo XXI, ¿con qué sensibilidades y clase de acomodos nos pueden enseñar algo?, porque esta civilización andina es parte de la civilización universal con funciones que dejaron para la humanidad”, remarca el experto.
“Nosotros —los bolivianos— podemos ser el ejemplo del encuentro de la interculturalidad y la diversidad respecto al otro, pero con unos valores comunes”, expresa Albarracín.
La ciencia y el arte que desarrolló la comunidad magnánima de Tiwanaku, además de una alta tecnología, son las expresiones simultáneas de toda esta grandiosidad que fue reflejada por el Estado tiwanacota como la manera de concebir la dualidad, uno de los factores persistentes en todas sus manifestaciones junto a las jerarquías bien acentuadas y relacionadas con el culto chamánico (ritualista). Para Albarracín, incluso se cuenta con los vestigios de una protolengua (lengua antigua) que se hablaba en el altiplano y que es mencionada por el historiador fallecido Ramiro Condarco denominada jake aru.
El investigador dice que Tiwanaku es la matriz civilizatoria andina que tiene sus ancestros antiguos. La mirada a la civilización andina está empezando a replantearse y a redescubrirse, la mayor parte de los investigadores tenían el esquema europeo del imperio y del Estado esclavista feudal, pero estamos encontrando otras manifestaciones de complejidad social, política, económica que no necesariamente encajan en los esquemas, destaca el investigador.
MATRICES
TAYPI KALA. Tiwanaku es el centro de los rituales, es la piedra central el Taypi Kala, que se llega a convertir en una necesidad para la redistribución ideológica y económica, muy distinta a una capital de un imperio.
ÚNICOS. Los bolivianos podemos ser el ejemplo ante el mundo del gran encuentro de la interculturalidad y la diversidad respecto del otro, pero fundamentalmente con valores comunes.
“El ayllu y la multietnicidad ancestral”
“Veo al ayllu como una fundamental interrelación, la convergencia y la cristalización de esa multietnicidad que comparte una misma ideología y que se ordena alrededor de jerarquías por linajes y del ancestro”, menciona el arqueólogo boliviano Juan Albarracín.
En la isla Pariti del lago Titicaca, por ejemplo, se pueden observar expresiones plasmadas en cerámicas sorprendentes que representan a las regiones de tierras bajas como una muestra de la multiplicidad de la comunidad magnánima de Tiwanaku.
Albarracín menciona que en este proceso por el que atraviesa Bolivia podemos beneficiarnos con esa gran comunidad magnánima del Estado tiwanacota como un centro de convergencia diversa de la multietnicidad a partir del ayllu.
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