Los “Caballeros del Aire” dicen que una vez que se roza el cielo siempre se piensa en volver. Ese recuerdo es el que ha animado a por lo menos cuatro generaciones de uniformados a abrazar el paracaidismo en el Centro de Instrucción de Tropas Especiales (CITE).
Es difícil imaginar el esfuerzo que hicieron los primeros paracaidistas para insertar esta especialidad en el Ejército. Por ello, desde 2007 un grupo de saltolibristas está empeñado en recuperar el legado de estos pioneros a través de un museo en el CITE, en el que se rescata la esencia de la historia del paracaidismo.
Una de las reliquias del museo es la colección de fotografías sepia, que inmortalizaron el nacimiento del CITE. Tomadas en 1963 -cuenta el oficial historiador Steven Farfán Tapia- muestran las primeras barracas y la torre de saltos hecha en madera.
También están en las instantáneas los primeros paracaidistas, entre ellos cuatro mujeres, protagonistas del primer lanzamiento a más altura en el mundo -3.850 metros a nivel del mar- realizado en El Alto, en 1964.
En 1965, un grupo de 105 mujeres fueron reclutadas. Pero, sólo 11 de ellas lograron la hazaña. Esperanza Soza pertenece a ese grupo. Saltó de un avión a los 15 años y ya lleva 25 años, como plegadora de los equipos de paracaidismo como el tipo Comander o Cóndor (T-10) y el de salto libre. “Nuestras vidas están en sus manos”, resaltó el comandante del CITE, Willi Pozo.
En el museo del paracaidismo también se atesoran los primeros uniformes y equipos que usaron los saltolibristas. Aunque predominan los equipos de salto automático también hay rarezas como el arnés y paracaídas que usó la primera mascota que saltó en 1965, en la zona de La Tamborada. Para la ocasión se fabricó un arnés especial y se adecuó un paracaídas G-7, similar a uno de emergencias.
Entre los paracaídas, además del tipo Comander, que se caracteriza por ser de un solo color verde, se activa automáticamente ni bien el paracaidista sale del avión y se desliza verticalmente, se destaca otro el de salto libre. Éste es lo último en equipamiento para los paracaidistas militares. Es utilizado por los más entrenados y con el que se logra un vuelo similar al de las aves –dice el jefe militar-.
El museo se completa con “Charlee”, un muñeco que nunca rechaza un salto. Fue diseñado para probar todos los equipos y es imprescindible para infundirles valor a los que debutarán.
El museo es una síntesis de su legado y es un lugar de paso obligado para los que sueñan con tocar el cielo.
LA HISTORIA
La tradición del paracaidismo en el Ejército comenzó en 1930. Los pioneros conformaron un grupo de militares que saltó en Cochabamba hace 81 años. Cuatro sargentos de la Escuela de Aviación “Boquerón” repitieron esa hazaña en 1948. Pero, recién en 1961 se comenzó a realizar el paracaidismo en serio en los cuarteles tras el fallecimiento de dos militares en una demostración en La Paz.
El trágico desenlace motivó a que el entonces general y posteriormente presidente de Bolivia, René Barrientos Ortuño, salte para demostrar el buen estado de los equipos.
En 1962 un grupo de militares realizaron el primer salto de una aeronave en vuelo y se consolidó la creación del CITE, con la cooperación de una misión militar argentina. El 29 de septiembre de 1963, se funda el CITE tal como se lo conoce hoy en día, en la zona de La Chimba.
A 47 años de su aparición el CITE es una unidad de élite del Ejército, especializada en la instrucción de soldados y militares en las modalidades de paracaidismo de escuela, curso de plegadores, curso de jefes de salto, curso de salto libre, operaciones de mantenimiento para la paz, operaciones convencionales, no convencionales y tácticas.
A partir de 2011, el Regimiento CITE lleva el nombre de Regimiento Escuela de Paracaidismo 18 “Victoria”.
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