Desde su apertura en 2006, el repositorio reúne textiles elaborados para poncho y otras vestimentas complementarias de indígenas de diferentes regiones de Bolivia.
La colección de este museo muestra desde una visión histórico-geográfica el proceso del tejido desde el hilado, el telar, el entrecruzar de urdimbres o tramas hasta llegar al poncho.
Junto a cada pieza va una explicación de la transformación de esta indumentaria a partir de la época prehispánica, colonial, republicana hasta el siglo XXI.
Desde 1970, el antropólogo e impulsor de este centro, Waldo Jordán, -quien también implementó el Museo de Textiles Andino Bolivianos de La Paz- ha realizado investigaciones sobre los significados y elementos de comunicación de los textiles.
Un medio de expresión
Jordán explica que el tejido andino tradicional, básicamente está hecho de tres fibras: de alpaca, llama y vicuña.
La Colonia trajo el uso de la lana de oveja, bastante común en los ponchos de épocas posteriores.
Una de las piezas de mayor interés es el uncu, una especie de túnica que vestían los varones desde el periodo prehispánico y que la influencia y ordenanzas españolas hicieron desaparecer casi por completo, quedando sólo algunos ejemplares en la región Kallawaya, Lípez y Yampara.
“El manejo que se hace del color y de los diseños iconográficos nos permite acercarnos a la riqueza que tiene el textil como lenguaje de expresión, mostrando al mundo el estado civil, el momento que se está viviendo como el duelo, la siembra, cosecha, carnaval o la participación de cambio autoridades, entre otros”, explica Jordán.
De norte a sur
Geográficamente, el recorrido del Museo del Poncho empieza por la cordillera de Apolobamba, en el departamento de La Paz, la región de los legendarios kallawayas. En esta área se puede observar el pallay, una versión pequeña del poncho, así como la prenda de color rojo típica de la región de Amarete, donde los uncus rojos oscuros o guindos son para los adultos y los rojizos casi naranjas para los jóvenes.
Luego se pasa por la provincia Muñecas y la cultura Mollo con ponchos de Yanahuaya y Ayata, contextualizados con chuspas, bolsas para la coca, y qapachos, bolsas especiales usadas por algunos ayllus para llevar medicinas.
La región circunlacustre del lago Titicaca, con las provincias Camacho y Omasuyos, es la que se visita a continuación para llegar a Pacajes y Aroma, mientras se muestra al visitante el manejo del color de cada región en los bolsos, lluchus y otros textiles.
Larecaja e Inquisivi se muestran con ponchos pallados, es decir, con un mayor uso de la iconografía. Además está Tapacarí -en el departamento de Cochabamba-, donde se contemplan los rombos en los textiles que representan a Inti, el dios Sol, y en la región de Bolívar. Al sur se observan colores naturales producto de tintes con hierbas y cochinilla -un insecto parásito de las plantas de tuna-.
Al norte de Potosí, en la región oriental de Oruro, al sur de Cochabamba y en parte de Chuquisaca, se destacan los tonos que van desde el negro oscuro hasta el blanco y que tradicionalmente no presentan diseños iconográficos, sino juegos de bandas de colores.
Para finalizar se observan los ponchos de la región de Tarabuco, en Chuquisaca, y los textiles que comprenden la danza de pujllay, para pasar a le región de Jalqa con axsus y almillas, tejidos y camisas largas.
1530
se especula fue el año en que se empezó a utilizar el término “poncho” en el castellano.
Figuras humanas, de mundos no reales o el cielo y los animales son representados en los textiles hasta llegar a figuras de camiones o aviones en una tradición que va eliminando algunos elementos e implementando otros. “A pesar del paso del tiempo, los tejidos todavía son de los pueblos andinos”, sostiene Jordán.
Polémica y posturas sobre el origen del poncho
Según el “Diccionario crítico y etimológico castellano e hispánico”, de Joan Corominas, la palabra poncho aparece en el castellano desde 1530. Para este autor, la palabra puede venir del término “pocho”, que significa descolorido. Para otros autores como Diego Abad de Santillán en su “Diccionario de argentinismos”, de 1976, poncho es una castellanización de la voz quechua “punchu”.
Lafone Quevedo señala que podría relacionarse con punchaw, de la palabra “el día”, por la asociación simbólica entre sacar la cabeza por el tajo del poncho y la salida del sol.
Otros autores como María Millán de Palavecino dicen que el nombre tendría origen en el mapudungun (idioma de los mapuches), en el que poncho se dice makuñ.
Lafone Quevedo señala que podría relacionarse con punchaw, de la palabra “el día”, por la asociación simbólica entre sacar la cabeza por el tajo del poncho y la salida del sol.
Otros autores como María Millán de Palavecino dicen que el nombre tendría origen en el mapudungun (idioma de los mapuches), en el que poncho se dice makuñ.
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