Es el festival de cine indígena más importante del mundo. Cada dos años, el Museo Smithsoniano de Estados Unidos lanza una convocatoria para participar en este evento, que incluye películas y documentales.
“Participaron más de 400 de todo el mundo. De ellos, fueron aceptados cien”, explica Eduardo Lambertin, uno de los guionistas del audiovisual que filmó Roberto Alem. Trabajos de África, Sudamérica, Norteamérica, India y Europa llegaron con la aspiración de ser aceptados.
Para que el estreno de la historia de Tentayape se hubiera realizado ayer en la sala oficial de muestras del museo Smithsoniano de Nueva York, algo muy especial tuvo que llamar la atención de los organizadores. Esto fue, según las palabras de Alem: “Creo que fue el ejemplo de vida de la comunidad: Esa austeridad en la que viven y la forma de vida que tienen. Me parece que es un ejemplo que casi no existe en el mundo entero. Eso es lo que a ellos los ha motivado a seleccionarla. Si tú te fijas, en la comunidad no tienen nada. En sus casas no hay nada. Es una forma de vida de lo más digna. Tienen una gran entrega hacia el trabajo comunitario, hacia todo lo que es preservar su cultura. En ninguna de las etnias existe eso. Además, es la única etnia ava guarní en todo el país que lo hace”.
DENTRO DE LA ÚLTIMA CASA
Nada más lejos que un gran auditorio de la calma que se vive en un rincón de la provincia Luis Calvo del departamento de Chuquisaca. Ahí, 500 hombres y mujeres comparten 21.000 hectáreas en las que se ha instalado una especie de utopía. Se trata de una comunidad que tiene casas sin puertas y ha llegado a abominar del castigo a los niños con el sencillo argumento de que ‘se hacen sonsos’, como dice el mburubicha guasu Guayari. Es un pensamiento avanzado, comparable solo con las culturas nórdicas, como destaca el escritor David Acebey, primer divulgador de las costumbres e historias de esta comunidad.
Felizmente, Tentayape ha permanecido desconocido e inaccesible incluso para los chuquisaqueños. En Sucre pocos son los que saben cómo llegar hasta el lugar, que tiene conexiones más cercanas con Camiri y Santa Cruz.
En Tentayape, patrimonio de vida, un libro escrito por el documentalista Alem, se lee: “En Tentayape no hay escuela ni corregimiento ni iglesia. Los tentayapeños quieren ser así. En su territorio no existe la delincuencia ni la violencia, no se abusa de las mujeres, no se pega a los niños, no hay mendigos, no hay divorcios y las casas no tienen puertas. Ellos tienen sus dioses, su religión, sus usos y costumbres, y temen la intromisión de fuera”. Cuando llegan los predicadores, son escuchados pacientemente y luego, amablemente, les dicen que prefieren seguir como están. “Las misiones franciscanas intervinieron en la zona desde el siglo XVI, como ellos decían ‘extirpando idolatrías’ y, en realidad, sometiendo la cosmovisión guaraní con sus costumbres, fiestas y divinidades propias”, dice Alem.
DESDE PANDORA
Es inevitable comparar la historia reciente de Tentayape con el argumento de la película Avatar: una empresa quiere entrar al lugar para aprovechar los recursos naturales. Los tentayapeños no quieren, porque alteraría su particular relación con la naturaleza. Ellos creen en los iyas, dueños de los ríos, de los animales y el bosque. Así lo hicieron saber a la petrolera Repsol hace unos años, y lograron la declaratoria de Patrimonio Histórico Cultural y Natural Intangible de Bolivia. Eso frenó las aspiraciones petroleras, pero no del todo. Frecuentemente, Guayari debe viajar a La Paz, puesto que la comunidad aún no se libró de la amenaza de la explotación petrolera.
“Hemos escuchado las políticas públicas nacionales en cuanto a los recursos naturales. Están tratando de explotar al máximo el gas y el petróleo. En la nueva ley de Hidrocarburos hasta limitaron la consulta pública, que se ha reducico solamente a las tierras comunitarias de origen (TCO) áreas protegidas y parques nacionales. En última instancia, si el Gobierno puede intervenir en Tentayape, lo hará. Esa ley contradice la Constitución”, dice Eduardo Lambertin, que está actualmente en Nueva York, asistiendo a la presentación del documental.
A cinco kilómetros de la comunidad está el megacampo Margarita y Guacaya, que es un solo bolsón de gas compartido, cuya concesionaria es Repsol. “Se quiere hacer más prospecciones y todas la petroleras están interviniendo, según un documento firmado en octubre pasado”, afirma Lambertin. Curiosamente, las tierras comunitarias de origen fueron clasificadas en la categoría 2, de impacto moderado, por lo cual para emprender cualquier prospección las empresas petrolíferas deben consultar a los municipios. Repsol consiguió la aceptación municipal -afirma Alem-, pero los comunarios de Tentayape aclararon que no permitirán ningún trabajo de Repsol, que es concesionaria del Pozo Margarita, contiguo a dicha comunidad.
Después de una reunión con los capitanes de Tentayape, la Asamblea del Pueblo Guaraní, el Consejo de Capitanías de Chuquisaca, funcionarios del Ministerio de Hidrocarburos, Derechos Humanos, Defensor del Pueblo y representantes de Repsol, los dirigentes de Caratindi, Pentirenda, Tartagalito, Los Naranjos e Iticupe anunciaron que exigirán al Gobierno que sus TCO sean clasificadas como categoría 1, es decir, de impacto fuerte. Después de esa reunión, el capitán Guayari viajó a Ginebra (Suiza), donde explicó el problema al que se enfrentan. La prensa de ese país registró la visita.
La exhibición de este documental en el museo Smithsoniano llega en un momento importante. Comenta Lambertin: “Los iyas están protegiendo a Tentayape”.
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