En medio del campo, rodeada por la inmensidad de la naturaleza se yergue una de las edificaciones más antiguas de la provincia de Punata. Se trata de la hacienda de Sivingani, la misma que ahora luego de 151 años de edificación, aún conserva su esplendor arquitectónico, sobresalta los sentidos y estimula la imaginación para comenzar a hilvanar historias cotidianas entre sus muros de adobe de 1.20 metros de espesor.
Esta muestra arquitectónica es una de las escalas o paradas que conforman el circuito histórico que está siendo promocionado por la red de turismo de Punata para atraer mayor flujo de turistas.
La provincia de Punata, también conocida como la “Perla del Valle”, se encuentra ubicada en la zona del Valle Alto del departamento de Cochabamba, al sudoeste de la ciudad, a 69 kilómetros del Cercado, lo que representa casi una hora de viaje en movilidad.
Este pequeño, pero completo centro urbano comenzó a realizar algunos ajustes y cambios en su forma de ver las cosas y en especial la incursión del turismo con la finalidad de integrar u crear un nuevo modelo económico para el beneficio de la comunidad.
“Éste es un impulso y una apuesta única en beneficio de la ciudadanía, la cual se pretende ampliar y sobre todo dar continuidad; para ello se ha asignado un presupuesto especial y se ha estudiado cada uno de los circuitos del pueblo”, explica Leticia Camacho Vallejos, alcaldesa de dicha provincia.
Para iniciar dicha actividad se han establecido cuatro tipos de circuitos dentro de la localidad, cada uno de ellos está viendo o enfocando no sólo los temas arquitectónicos, sino también aquellos espacios naturales que son aptos para realizar turismo de aventura o turismo urbano.
Los circuitos están programados para que el turista visite entre cinco a siete lugares que se relacionan por temática.
Algunos están establecidos para que el visitante pueda conocer lo más sobresaliente en un solo día, mientras que otros durarán entre dos o tres días, debido a que se tratan de zonas o lugares un poco más alejados del centro de la provincia, “y por ello se requiere de largos periodos de caminatas”, afirma Rosemary Coyo Soto, responsable del área de turismo de Punata.
Pero, también se ha programado otro tipo de turismo, precisamente aquel denominado turismo cultural, que es tan enriquecedor.
Se visitará centros gastronómicos que lograron hacerse de fama y reconocimiento departamental; por un lado se tratan de las fábricas de rosquetes cuyo sabor conquistó espacios importantes, tanto dentro como fuera de las fronteras y, por otro, los restaurantes de la provincia que ofrecen sus versiones particulares de la “puta ch’anga” o el conocido ají cusqueño.
La hacienda romántica
“Sivingani” con sólo escuchar este nombre no se sabe qué es con exactitud y tampoco qué se podría encontrar dentro de ella.
¿Qué era?, ¿qué rol social cumplía en su tiempo? o ¿alguna vez cobijó al Ejército patriota? Todas esas ideas que la mente iba tejiendo quedaban en el abstracto, cuando ya desde lejos se empezaba a divisar el tejado colonial.
Esta hacienda se encuentra ubicada en el distrito 4 del municipio de Punata, a sólo 15 minutos de recorrido del camino vecinal que va en dirección a la zona sud. Lamentablemente, existe un vacío documental que imposibilita la reconstrucción de todo el proceso por el cual atravesó esta estructura, desde el primer momento de su edificación. Lo que se sabe es que la hacienda comenzó su construcción allá por el año de 1740, cuando el país aún no había librado las batallas por su libertad.
El primer propietario fue el Dr. Germán Lavayén, quien era uno de los terratenientes más influyentes y ricos de aquella época; posteriormente, la propiedad fue pasando de mano en mano. Entre algunos de los primeros propietarios se encuentran Miguel Zegarra y Juan Delgadillo, quien luego heredó la propiedad a su hijo Natalio Delgadillo, él mismo que volvió a dejarla a sus descendientes, es decir, la familia Delgadillo Camacho, quienes serían la quinta generación de propietarios.
belleza que cautiva
A unos 15 metros del ingreso ya se puede observar la majestuosidad de la edificación, con un largo aproximado de 20 metros y un alto de dos pisos, pero que en el último nivel ostenta una torrecilla o palomar que la hacen ver aun más alta; aunque también es indispensable recordar que el tipo de arquitectura de la época se caracterizaba por las dimensiones grandes, es decir, que el techo era bastante elevado en comparación a la edificación actual.
Una de las características más representativas es la hibridación arquitectónica entre el periodo colonial y republi- cano; y es que según relatos se sabe que “cada familia que llegó a vivir en esta hacienda quiso darle o agregarle una particularidad del estilo o la época en la que estaban viviendo”, afirma Rosmery Coyo.
Al ingresar al patio central de este ambiente se puede observar la simpleza del estilo arquitectónico y ya notoriamente se distinguen los dos tipos de periodo de construcción, es decir, que se nota cuando comenzaron a aumentar los pasillos y cuartos; y de la misma manera se puede afirmar con certeza absoluta que la parte central de esta edificación pertenece a la época colonial, gracias a sus muros de abobe con más de 1.20 metros de ancho. Además de los ventanales superiores en forma cilíndrica y las características particulares del techo.
“La hacienda tenía una extensión original de más de 20 hectáreas, las cuales en gran medida eran destinadas al cultivo de maíz y alfa alfa”, afirma David Maradiegue, guía turístico de la Universidad Mayor de San Simón. Estaba compuesta por un patio central, un segundo patio y una capilla lateral. El portón de ingreso está rodeado de pequeños arcos de media punta, que establecen una conexión interior con la casa grande; pero con el paso del tiempo esta superficie se fue disminuyendo hasta llegar a casi una hectárea.
desde las alturas
Al ingresar al primer piso de la edificación principal se puede observar seis tinajas o “wirquis” de chicha, que según el guía de turismo David Maradiegue sólo son empleadas para fiestas u ocasiones importantes, como la celebración de la Virgen de Santa Ana cuya festividad se celebra del 29 al 31 de julio. “Esta chicha es considerada una de las más ricas de la región y sólo es elaborada por la familia Delgadillo Camacho”.
Para subir hacia el segundo nivel existe una escalera de madera, de construcción muy rústica y elemental, en la que se combinaron el metal forjado con tablones de madera de la zona. En verdad que sólo el ascenso hacia el segundo piso es un retorno en el tiempo, ya que por un lado los ventanales circulares, con una profundidad de 80 centímetros, son la única conexión al exterior, desde donde se llega a observar el segundo patio, en el que aún hoy en día las vacas aguardan su turno para ser ordeñadas.
Ya en una de las habitaciones del segundo piso se observan algunos objetos de uso cotidiano, como colgadores, maletas, vacinicas que datan de la época republicana; y por otra parte, también se puede apreciar un viejo papel tapiz de pared con un diseño de flores de liz verticales, las que silenciosamente son una muestra de la época de gloria del inmueble; el mismo que ahora está humedecido, carente de color y que en algunos trechos desaparece o apenas se adhiere a la pared. Desde el balcón republicano se puede apreciar las tejas del primer piso, las cuales son de tipo muslera, es decir, que fueron hechas con una técnica colonial en la que fabricaban las piezas individualmente sobre la pierna del obrero, y por eso nunca tenían el mismo grosor o largo.
Capilla de Santa Ana
La capilla colindante a la hacienda es el refugio de la Virgen de Santa Ana. Hilarión Delgadillo, uno de los actuales propietarios afirma que la construcción guarda pinturas y cuadros coloniales, además de fotografías antiguas, algunas de ellas son de procedencia francesa. Dicen que la imagen de la patrona fue entronizada por la familia Zegarra y desde entonces todos los feligreses de la zona llegan hasta ella para rendirle pleitesía en el día de su fiesta patronal.
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