La historia de la Casona se inicia con sus primeros habitantes, la familia Santiváñez. Su descendencia habitó la edificación por 220 años y luego pasó a terceras personas.
El origen criollo de la familia propietaria de la Casona comienza a fines del siglo XVIII, cuando Juan Antonio Santiváñez Gazma y Barrao llega de España, de la región de Viscaya, a la Villa de Oropeza. Se dice que este hombre se dedicó a la actividad comercial internacional y nacional.
Juan Antonio contrajo nupcias con la cochabambina Francisca Gumucio García Claros, de cuya unión nacieron siete hijos. Entre ellos José María, el primer propietario de la casona. Éste fue un personaje único en la región, debido a su carácter ecléctico en sus actividades personales, cumplió funciones de médico, abogado, político y diplomático.
José María Santiváñez dejó el inmueble como herencia a sus hijos y éstos a su vez a sus hijos; los que siguieron habitando esta propiedad por más de 220 años.
El último dato que se tiene sobre la propiedad de esta Casona es el de las hermanas Santiváñez: Leonor, Gertrudis y María Josefa.
Gloria Santisteban, administradora y coordinadora de Museos de la Alcaldía Municipal de Cochabamba, asegura que estas damas habitaban en el segundo piso, mientras que el piso inferior era alquilado a diferentes negocios, entre ellos un estudio fotográfico, un taller artístico y el inquilinato. Asimismo se cree que éste es un periodo en el que la casa atraviesa por un proceso de adecuación espacial para tratar de satisfacer la demanda de los arrendantes.
A la muerte de las hermanas Santiváñez el inmueble pasó a manos de la Iglesia católica, la cual deseaba fundar allí la Universidad Católica, pero luego gracias al interés de la Alcaldía es que se permuta este terreno por uno que estaba ubicado en la zona de la Muyurina.
Los habitantes ocultos
Pero la Casona también tiene una parte oculta, porque dicen que estaba habitada por entes espectrales, los que de tanto en tanto lograban hacerse ver y llamar la atención de los nuevos habitantes. Tanto Santiesteban como Ramos aseguran que sus ambientes son algo pesados y que alguna vez se llevaron sorpresas.
Mario, el portero, dice que antes de la restauración la casa era muy pesada y que apenas se entraba el sol, buscaba la compañía de alguien para hacer sus rondas, y que durante toda la noche su perro emitía aullidos desgarradores, que finalizaban al amanecer.
El portero cuenta la historia que vivió la esposa del “cabo Sabino”, su antecesor, quien dijo haber visto a un grupo de sombras que daban vueltas alrededor del toborochí, -árbol que existía antes en medio del patio-, con unas velas. Ramos recuerda que al día siguiente la familia dejó el cargo y el lugar.
Gloria también asegura que esporádicamente llegó a sentir cosas raras, como pasos, golpes e incluso un frío especial que pasó a través de ella, “una noche al irme, mientras aseguraba las puertas del salón principal sentí cómo alguien caminaba detrás de mi, al darme vuelta, no había nada, sólo un frío y un estremecimiento recorrió por mi cuerpo”.
Pero no sólo son trabajadores municipales los que pasaron por este tipo de situaciones sino tambien los turistas, como es el caso de una peruana que afirmó haber visto un nombre con vestimenta antigua en el patio, él cual desapareció frente a ella.
Otra de las historias más comentadas es la que vivió una ex senadora, quien se vio casi obligada a salir corriendo de uno de los ambientes al observar como un cadena gruesa metálica se movía frente a sus ojos.
Y así como ésta son otro tipos de historias las que se van sumando pero nadie sabe con exactitud cuál es el ente que se niega a dejar la Casona.
Historia de una edificación
La Casona se encuentra ubicada en la calle Santiváñez entre la avenida Ayacucho y la calle Junín, a dos cuadras de la Plaza Principal 14 de Septiembre. Ya desde la puerta de ingreso el visitante puede quedar prendado de la belleza de sus ambientes elegantes, altos, amplios y singularmente únicos.
Gloria Santisteban explica que en contraposición a la belleza de la arquitectura colonial de esta infraestructura, -en la cual se observan las paredes tapizadas con figuras llamativas, pisos de loza de piedra construidos detalladamente, los cuadros y muebles que pertenecieron a la familia-, pocos son los datos históricos que se tienen de esta estructura.
“Lamentablemente no existen datos precisos de su construcción y hay vacíos sobre sus orígenes y habitantes” aseguro Santiesteban.
Algunas de estas piezas arquitectónicas aún conservan la belleza y prestancia de sus años mozos y por ello son considerados como ejemplares únicos y por eso son joyas coloniales y patrimoniales de la ciudad de Cochabamba. Éste es el caso de la Casona de Santivañez.
Periodos Arquitectónicos
Patricia Dueri integrante de la Sociedad de Patrimonio Histórico de Cochabamba asegura que debido a diversos
factores e indicios de varios tipos de construcciones que presenta la Casona, es muy difícil precisar el periodo de su construcción.
Según Dueri, la arquitectura colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII se caracterizaba por el aspecto funcional, la cual se origina a través de un zaguán que comunicaba al primer patio con las habitaciones que se encontraban alrededor de la misma, un área que estaba destinada a la vida social y a los dormitorios.
“Muchas veces la arquitectura habitacional colonial presenta más de un patio. El primero estaba muy próximo a la calle, los dormitorios de los habitantes estaban en el piso superior y por lo general allí también se ubicaba el salón principal, donde se recibía a los invitados; las actividades secundarias se distribuían entre el segundo y tercer patio” aseguró Dueri.
Prosiguiendo con la descripción, la edificación cuenta con cimientos de piedra, muros de adobe, el revoque de barro y cal; la cubierta de los balcones internos son de estructura de madera de par y nudo y la teja muslera.
Pero la Casona también presenta indicios de un tipo de edificación republicana, la cual se originó a fines del siglo XIX y principios del XX, “aproximadamente desde 1870 hasta 1910 la arquitectura se caracterizaba por los detalles decorativos que se utilizan en fachadas e interiores, los que han sido influenciados por los estilos neoclásico y neogótico” afirmó Dueri.
Recuperación de identidad
Al poco tiempo del trueque de terrenos, Cochabamba estuvo a punto perder este legado histórico, ya que el techo de los ambientes del segundo patio se había desmoronado y sus paredes se debilitaron a tal punto que estaban a punto de colapsar; pero, las autoridades municipales se dieron a la tarea de encarar un proyecto de refacción, restauración y revitalización de la Casona de Santiváñez.
Esta edificación está emplazada en una superficie de 1.478,10 metros y su construcción está dispersa en 797,86 metros cuadrados; el resto del terreno queda distribuido en los dos patios, la huerta y el canchón trasero.
Mario Ramos, portero de la Casona, asegura que cuando asumió sus funciones en 1995, él vio una puerta trasera que contactaba la huerta con un ambiente posterior, pero que a la fecha ésta ya no existe.
Dicha situación daría a entender que este lote contaba con una salida hacia la calle General Achá.
Es así que en 1995, dentro del criterio de políticas de preservación del patrimonio cultural, se comenzó a trabajar en la recuperación de esta Casona, tarea que fue concluida dos años después con la entrega. Desde entonces esta infraestructura se ha convertido en un museo y centro cultural.
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