martes, 20 de septiembre de 2011

Lazareto, la tierra de la leyenda y milagros del santo prodigioso Roque

La comunidad de Guerrahuayco, que se encuentra a siete kilómetros de la ciudad de Tarija, es el primer referente para emprender el viaje hacia las ruinas del antiguo cementerio de Lazareto. Un camino angosto y polvoriento se entreteje con un paisaje de cruces de palo plantadas en el suelo. De algunas de éstas cuelgan descoloridas y rotas guirnaldas.

Un sendero se dibuja en medio de este camposanto. Al fondo, al pie de las montañas, que son parte de la Reserva de Sama, se observan las ruinas del antiguo Hospital Lazareto de Tarija.

Según cuenta Leonardo Calizaya, en el actual cementerio apareció en 1952 un hombre llamado Roque, acompañado de su perrito. La aparición sorprendió a un campesino que pastaba ovejas.

Roque, al encontrarse enfermo de lepra, recurrió al antiguo hospital para curarse del mal y fue su mascota quién durante el tiempo de reposo le llevaba el pan de cada día. Se cree que el perrito ingresaba a la casa de los comunarios para tomar el alimento y dárselo a su amo.

Los franciscanos de Tarija, en el año 1853, emprendieron la labor de la construcción del hospital para leprosos “El Lazareto de Tarija”, del cual vemos ahora solo ruinas. La obra la llevó adelante el padre Leonardo Delfante y los neófitos chaqueños de la misión Chimeo.

En aquel entonces, a los enfermos de lepra se los denominaba “lazarientos”, siendo ésta una de las razones por las cuales la comunidad lleva el nombre de Lazareto.

Los meses de agosto y septiembre eran los más difíciles para la subsistencia de los leprosos; los víveres se agotaban o eran consumidos con rapidez en el frío invierno.

Los enfermos salían al poblado en busca de caridad. Los que podían caminar salían en grupo, con la ropa desgastada, la cabeza y el rostro cubiertos, apenas tenían unos orificios para mirar y respirar e iban agachados, evitando mostrar el rostro.

Tenían vendados las manos y pies, el caminar era cansino en unos y claudicante en otros, algunos se juntaban e iban apoyados entre sí. Hacían ruido, unos con una campanilla, los que podían cantaban con voz entrecortada y agitada: “Se debe dar a quienes necesitan…”. La población caritativa respondía dejando víveres, agua y ropa en la puerta.

Se dice que los enfermos con lepra eran curados al bañarse con las aguas que caen de las altas montañas de la Reserva de Sama. El ardor y dolor comenzaban a reducir a medida que los leprosos tocaban las aguas milagrosas, como muchos las denominan. En la actualidad, muchos creyentes se dirigen hasta Lazareto para beber y tocar las aguas milagrosas.

El fin del hospital Lazareto se dio por actitudes asesinas, pues un personaje que hizo un largo viaje desde otra ciudad llegó a Tarija con el único propósito de eliminar a los enfermos de lepra, utilizando para este fin medios letales que él conocía -el envenenamiento-. Una vez realizada esta mortal misión, prendió fuego a muros y a enfermos.

El actual cementerio del Lazareto, mudo vecino de las ruinas del antiguo hospital para leprosos, queda como el lugar donde fueron enterrados todos los enfermos leprosos que fueron eliminados y después quemados.

La población católica se dirige hasta Lazareto con pesares y dolores para depositarlos en el corazón de San Roquito, confiando en la infinita misericordia de nuestro Dios Padre. Asisten también a esta fiesta los chunchos y cañeros, eternos y fieles promesantes del santo.

Del Lazareto de Tarija solamente quedan ruinas y el cementerio, como testimonio yerto, que invita a recordar un pasado que inspire, en los actuales tiempos, a la solidaridad y al trato humanizado para los enfermos con lepra.



laCRIFRA

1952

Se cree que en ese año San Roque apareció en la comunidad de Lazareto.

1.- En el año 1853 emprendieron la labor de la construcción del hospital para leprosos.

2.- A los enfermos de lepra se les decía “lazarientos”, por eso lleva el nombre de Lazareto.

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