Las alturas como las profundidades protegen a menudo algunos de los paisajes más bellos del planeta Tierra. Si para extasiarnos con las maravillas de la Gran Barrera de Coral, en Australia, hay que compensar la presión y la latente presencia de algunos de los seres marinos más letales, para sentirnos en otra dimensión, la del Salar de Uyuni, en Bolivia, hay que renunciar a un poco de oxígeno.
En Uyuni, sudoeste de Bolivia, se encuentra el salar más grande del mundo, un sitio de exóticas particularidades, donde es posible alojarse en hoteles hechos íntegramente de sal, o experimentar un llamativo efecto óptico conocido como “whiteout”.
Lo primero que sorprende son las inmensas dimensiones del salar iguales a un tercio de la superficie de Bélgica, o a la mitad de la provincia argentina de Tucumán.
Allí la cantidad de sal acumulada es tan grande que se estima que si se pudiese procesar, alcanzaría con creces para abastecer durante un año el consumo humano de todos los habitantes del planeta y es que la superficie cubre diez millones de toneladas de sal, repartidas en 11 capas con una profundidad total de 120 metros, misma que hace 40.000 años fuera el lago Minchin.
Este gran lago era incluso más grande que el actual salar, llegando a lo que hoy son los lagos Poopó y Uru Uru.
Esta magnífica reserva de sal y litio es un tesoro que afortunadamente aún no se ha explotado a gran escala debido a la falta de agua del terreno.
Por una cuestión magnética, al ingresar a la zona se pierde toda comunicación con el exterior y el visitante se sumerge en un paisaje semidesértico con géisers, formaciones rocosas, y pozos volcánicos con fumarolas de azufre, que remontan a la época de la formación de la Tierra.
El salar tiene paisajes muy variados, pero uno de los más especiales se forma cuando el cielo está nublado. En ese espejo que es el suelo del salar las nubes se ven reflejadas de tal forma que la línea del horizonte se vuelve difusa hasta casi desaparecer, haciendo imposible diferenciar el cielo de la tierra, efecto conocido como “whiteout”.
Conducir un vehículo, correr o simplemente caminar en medio de este inmenso lago de sal es una experiencia extraordinaria. Sobre ese cristal perfecto uno se ve reflejado, comienza a hacer muecas, posa y termina jugando como un chico.
Casi en el límite con Chile, ese infinito mar de sal, cuyo final se pierde en el horizonte, tiene tres espejos de agua, las lagunas Colorada, Verde y Celeste que toman su nombre precisamente de los tonalidades que muestra el agua según los elementos químicos que predominen en su superficie.
Los lagos altiplánicos bolivianos y el inmenso mar de sal de Uyuni son sin duda el paisaje natural en el que el turista puede llegar a sentirse en otro planeta y es que en este lugar la altura embotan los reflejos, y por ello parecería estar alejado de la gravedad, pero también del preciado oxígeno y aún teniendo los ojos abiertos se puede jugar a que somos astronautas como Neil Armstrong y se pueden incluso dar unos pasos sobre este espejo simulando estar en otro planeta porque los paisajes pueden dar esa impresión.
Entre los poblados de la zona se destaca Uyuni, una pequeña localidad que los turistas consideran la “entrada” al salar. Allí se encuentra “el cementerio de trenes” con los restos más importantes de la maquinaria ferroviaria del Alto Perú del siglo XIX.
Como los materiales de construcción siempre guardan relación con las características de cada lugar, los hoteles y las casas de alojamiento del salar se encuentran construidos y amoblados con compactos bloques de sal, incluyendo camas, mesas y sillas. Muebles que se cubren con mantas, tejidos de lana, o cueros de llama o alpaca, para proteger al visitante de las bajas temperaturas.
Pero no todo el salar está constituido por espejos de agua o sal.
La Isla del Pescado o “isla Cujirí”, tiene por ejemplo un pintoresco paisaje rocoso de granito y tierra orgánica. Ese tipo de suelo ha permitido el desarrollo de una especie de cactus gigante, de más de seis metros de altura. Esta isla, al igual que la de los Pescadores o “isla Inkawasi”, son dos sitios extraordinarios para quienes practican el hobby de la fotografía en un marco agreste y solitario.
Una recorrida por estas islas es una buena forma de concluir un viaje místico y único, dentro el paradisíaco y poco explorado territorio boliviano.
El Salar de Uyuni además de ser un paisaje de gran belleza natural y principal reserva mundial de litio ofrece a los turistas la posibilidad de convivir con sus habitantes, durmiendo en sus casas y colaborando en la agricultura o en la esquila de las llamas y sino tienen una serie de hoteles que satisfacen la demanda de los visitantes.
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