Las patas de los flamencos eran blancas. Pero un día, por querer ser los más bellos de la fiesta que organizaban las víboras, se pusieron a buscar unas medias coloradas, blancas y negras. En ninguna tienda hallaron estas prendas, hasta que dieron con una lechuza que se las consiguió. No se dieron cuenta de que lo que se pusieron no eran medias, sino cueros de víbora de coral. Y marcharon a la celebración.
Los flamencos deslumbraron a los asistentes con su atuendo. Todo iba bien hasta que las víboras se dieron cuenta de qué eran, en realidad, las medias y, pensando que habían matado a sus hermanas, les mordieron las patas hasta tornarlas rojas como la sangre a causa del veneno. Desde entonces, están siempre en el agua para aplacar el ardor que sienten.
Así imaginó a estas aves el argentino Horacio Quiroga en su cuento Las medias de los flamencos, y así es como se les puede encontrar a la salida de Oruro, camino a los arenales, entre la segunda y tercera lagunas de la Planta de Tratamiento de Aguas Servidas de la ciudad. De lejos se les oye parlotear a unos mientras otros, media cabeza bajo la superficie, buscan su alimento. Comer en grupo es una de sus costumbres.
Una gaviota andina (larus serranus) que surca el aire da la voz de alarma a los que están en la segunda laguna: un vehículo se acerca al lugar. Entonces, enormes alas rosadas y negras se despegan de los cuerpos y las parihuanas alzan el vuelo, asustadas, marchándose hacia el último embalse y dejando abandonados a los polluelos de plumaje plomo nacidos hace unos días.
Son varios cientos de ejemplares de flamencos chilenos o phoenicopterus chilensis, según los han identificado los biólogos Carlos Capriles Farfán y Omar Rocha. Lo extraño es que se encuentren aquí, en dos lagunas artificiales orureñas, y en verano, época en la que suelen estar en el suroeste de Potosí. En estas aguas han anidado, lejos del tradicional lugar para ello: la Laguna Colorada. La abandonan cuando llega el invernal frío potosino que congela los humedales, hasta llegar a lugares de menor altitud como los lagos orureños Poopó y Uru Uru.
Las parihuanas van constantemente de un humedal a otro, por razones climáticas y por alimento, explica Rocha, director del Centro de Estudios en Biología Teórica y Aplicada. Es posible que, durante uno de esos vuelos, el grupo de flamencos chilenos se haya fijado en estas lagunas artificiales porque le ofrece las condiciones que estas aves buscan: aguas poco profundas, salubres y con sedimentos limosos, además de tranquilas: por aquí sólo se acercan trabajadores de la planta.
Es un santuario nuevo —ideal para continuar con el estudio de la especie— en el que han encontrado un hábitat para alimentarse y tener a sus crías, y ello a pesar de que contiene aguas recicladas y cercanas a los ingenios mineros. Y es que la adaptabilidad al medio y cierta resistencia son dos de sus principales cualidades de sobrevivencia, como señala el especialista Rocha.
Hay seis tipos de flamencos en el mundo. Uno tiene su morada en los humedales africanos; otro en Europa; un tercero es de abolengo caribeño y los otros tres, habitan en Sudamérica. Estos últimos descienden del mismo ancestro, explica la ornitóloga Eliana Flores, pero dos están emparentados por su similitud, a tal punto que se los considera “primos”: son el andino o Phoenicoparrus andinus y el de james o Phoenicoparrus jamesi. También se les conoce como parina grande o “chururo” (por su graznido) y parina chica o “jututu” (por el mismo motivo), respectivamente, y viven en humedales situados entre los 3.665 y 4.797 metros sobre el nivel del mar. Ambos están en situación “vulnerable”, de acuerdo con los datos de El libro rojo de la fauna silvestre de vertebrados de Bolivia.
El hecho de que sean tan parecidos genera debate sobre si se trata de dos clases de aves o no. Flores es una de las defensoras de la tesis de los dos géneros porque no se aparean entre ellos. “Difieren en tamaños y colores, pero en lo que más difieren es en la forma del pico: son animales filtradores”, explica. Las parihuanas filtran el agua de los humedales para encontrar pequeños crustáceos, algas y otros organismos microscópicos. El pico de cada especie es exclusivo, no se parecen. Es por ello que las tres —incluyendo el flamenco chileno— han podido sobrevivir a pesar de compartir su hábitat: al ser de tamaños desiguales, sus picos atrapan distintas clases de alimentos, de forma que ninguna se come el sustento de las otras y pueden convivir. Además, se mueven de desigual forma por tierra y aire.
El que tiene el pico de mayor tamaño es el Phoenicopterus chilensis. Éste camina dando largos pasos y con un movimiento zigzagueante de su pico, que es negro y blanco rosado. A veces, se detiene en un punto y remueve la tierra. Mientras los altoandinos dan pequeños pasos haciendo igualmente un pequeño zig zag. y poseen un pico de tinte negro mezclado con amarillo, y anaranjado en el caso de las parihuanas de james. Cuando consiguen alimento en las aguas, estas aves levantan la cabeza y tragan.
El chileno es el de mayor distribución en Sudamérica: se le puede encontrar desde en el norte de Ecuador hasta el sur de Argentina. Aparte, puede anidar tanto a grandes alturas como en bajos humedales. Eso sí, sus patas no son como las del cuento de Horacio Quiroga, sino grises con rodillas y pies rosados. Y se calcula que hay unos 250 mil en la actualidad en la región.
El que tiene las patas coloradas es el de james o “parina de la Laguna Colorada”, como lo llama Eliana Flores, por ser allí donde hay mayor número de ejemplares.
Pero también se le puede ver en otras 120 zonas de Bolivia, así como en Argentina, Perú y Chile; su población llegaría a 120 mil ejemplares en el continente. A la par, el andino también se mueve bastante, de región en región, de país en país, y es el más grande de los tres (110 centímetros de alto), pero del que menos individuos existen: unos 32 mil en Latinoamérica, por lo que es el más vulnerable en cuanto a su población.
La diferencia entre estas dos últimas especies es de tan sólo 20 centímetros a favor del andino. Eso sí, en cualquiera de los tres tipos de flamencos, los machos son unos diez centímetros más grandes que las hembras; además, el plumaje es similar, entre tonos blancos, rosados y negros. El más pálido de todos es el andino, aunque también tiene gran cantidad de plumas negras en su tercio inferior, que sólo se le ven cuando está parado. Y junto con los flamencos de james tienen el iris negro; solamente el chileno posee una mirada amarillo pálida.
La marcha nupcial del flamenco
Las parihuanas son animales grupales que habitan en los departamentos de Oruro, La Paz, Tarija y Potosí. Es raro ver a un ejemplar solitario. Desde alimentarse hasta encontrar pareja son actividades grupales. Uno de los rituales más característicos es el conocido como “la marcha nupcial”. En ella, varias decenas de estas aves caminan con sus cuellos estirados y los mueven marcialmente de un lado a otro. Al final, emiten un sonoro graznido colectivo y se forman las parejas. El período de nidificación inicia poco después, en verano, de noviembre a febrero.
Construyen nidos con barro en forma de conos truncados. En la cavidad central, de unos 30 centímetros de profundidad, las hembras colocan el único huevo que ponen por temporada. El padre y la madre se turnan para empollar el cascarón. Al cabo de unas cuatro semanas, nacen los polluelos, si antes los huevos no han sido robados por humanos o por el depredador natural de los flamencos, el zorro andino. Éste es uno de los factores que pueden afectar al mantenimiento de las tres especies, así como la sequía, la caza y las actividades relacionadas con el turismo y la minería.
En este sentido, Flores ha promovido campañas para evitar que se realice el Proyecto Geotérmico Laguna Colorada puesto que, asegura, su vigencia secaría los humedales en los que habitan las parihuanas en la región potosina. Omar Rocha, por otro lado, afirma el desarrollo y el cuidado de estas especies pueden convivir si se toman las medidas más adecuadas.
Mientras, en las dos lagunas artificiales de Oruro, las parihuanas chilenas han hallado un santuario natural que les brinda alimento. Han encontrado un refugio en el qué remojar sus patas. No lucen ensangrentadas por las mordeduras de las víboras. Eso sí, las mantienen en el agua, tal vez para aplacar el ardor del que habla el cuento.
Son las especies mejor estudiadas
Desde 1997, el Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos, una iniciativa regional entre Argentina, Bolivia, Chile y Perú, realiza un censo simultáneo en más de 240 humedales de la región. Durante dos semanas, grupos de expertos de los cuatro países se movilizan para realizar el recuento. “Es uno de los grupos de aves mejor estudiados, al menos aquí en Bolivia”, dice Omar Rocha, de Biota.
Según el último censo, hay 32 mil flamencos andinos, 120 mil de james y 250 mil chilenos en la zona. En Bolivia, la cantidad varía de acuerdo con la estación del año. En verano puede haber más de 100 mil parihuanas, especialmente en el sur de Potosí. Pero las lagunas de esta área han perdido 8.000 hectáreas de humedales en los últimos 20 años. Esto, junto a otros factores, hace vulnerables a los flamencos de esta región.
El gran andino
Con sus 110 centímetros, es el más grande de los flamencos sudamericanos, y el más blanco. Su tercio posterior luce plumas negras que fueron codiciadas en el pasado y por las que se le reconoce fácilmente cuando está parado. Sus patas son de color amarillo.
Flamenco chileno
Su plumaje es rosado pálido, negro en la parte distal de las alas, que queda oculto cuando no está volando. Sus patas son gris azuladas, salpicadas por el color rosa de rodillas y patas. Mide unos 100 cm de altura y su pico es el más grande. Es el de mayor presencia en la región.
La parina chica
Sus 90 centímetros justifican que se la conozca como “parina chica”. Es blanco con un ligero toque rosado, con vetas carmín en el cuello y la espalda. Sus patas son anaranjadas y más cortas que en las otras especies, al igual que su cuello. Su pico es pequeño.
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