Visitantes de varios países recorren el famoso Salar de Uyuni y el Parque Nacional Eduardo Abaroa. una verdadera aventura que invita a conocer aguas termales, lagunas de colores y un desierto inmenso
Texto: Vojko Cruz Valenzuela, de revista ECOS, Correo del Sur, para EXTRA / Fotos: APG y Archivo
El Salar de Uyuni y el Parque Nacional Eduardo Abaroa forman parte de la principal ruta turística del sur del país, que recibe a miles de extranjeros y que en los últimos años se dio a conocer bajo el eslogan ‘Desiertos Blancos y Lagunas de Colores’.
Para realizar este recorrido se puede tomar el paquete de una agencia de viajes en Sucre, Potosí, Uyuni y también desde Tupiza, donde ofrecen paquetes que oscilan entre los 1.200 y 1.300 bolivianos y, aprovechando que estuve allí los primeros días del año, no dejé pasar la oportunidad de lanzarme a la aventura y conocer este maravilloso destino nacional.
En esta temporada del año, Tupiza se llena de turistas argentinos, casi todos jóvenes mochileros que siguen viaje rumbo a las lagunas de colores y al salar, así que la agencia de la cual tomé el recorrido me unió a un grupo compuesto por dos jóvenes argentinas de mi edad (21) y un ciclista suizo (58), quienes fueron mis compañeros de viaje durante cuatro días y tres noches. Si viajar con amigos es divertido, hacerlo solo y conocer amigos durante el viaje resulta bastante interesante.
El primer día partimos a las 9:00 y paseamos por los alrededores de Tupiza, la quebrada de Palala y el Sillar, con sus formaciones rocosas extravagantes, de gran variedad de tonalidades de marrones y rojos.
Pasado el mediodía visitamos San Antonio de Lípez, el ‘pueblo fantasma’, con sus ruinas de piedra. A medida que ascendíamos en la ruta llegamos a 4.855 msnm y vimos a lo lejos la Laguna Morejón, mientras empezaba a nevar.
El día concluyó en Quetena Chico, donde pernoctamos en un albergue básico pero limpio, administrado por los pobladores. Por lo general, las camas de estos alojamientos son de cemento, tienen doble colchón y cinco frazadas, pero es recomendable llevar bolsas de dormir, por si hiciera mucho frío.
El segundo día fue la jornada más larga y emocionante de todas. Ingresamos a la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, repleta de hermosos paisajes, entre ellos la Laguna Hedionda sur y sus cientos de flamencos, también pasamos por el desierto de Dalí hasta que llegamos a la laguna Verde a los pies del majestuoso volcán Licancabur, de más de 6.000 m.
Nos encontrábamos en el punto donde convergen Argentina, Bolivia y Chile, de hecho por ese lugar entran los todoterrenos de Atacama para hacer el recorrido, claro que la Laguna Verde es 100% boliviana y sin duda la más hermosa de todo el trayecto.
Luego fuimos a bañarnos a la piscina de aguas termales. Toda una experiencia, rodeados de montañas nevadas y nosotros allí en trajes de baño.
En pocas horas llegamos a El Sol de Mañana, un área que se caracteriza por tener intensa actividad volcánica y géiseres que emiten columnas de vapor que no se apreciaban muy bien por la neblina.
Termina el segundo día en el albergue de Huajllajara, muy cerca de la Laguna Colorada que debe su color al pigmento de las algas. Acoge en sus aguas las tres principales especies de flamencos, entre la que resalta el flamenco Andino.
El plato fuerte del tercer día fue el desierto de Siloli, donde es inevitable sacarse una foto junto al Árbol de Piedra. Luego seguimos por el camino desértico ideal para el rally Dakar, que por cierto en esas fechas ya se estaba llevando a cabo al otro lado de la cordillera.
Normalmente el viaje continúa rumbo a San Pedro de Quemez o Puerto Chubica para luego atravesar el Salar de Uyuni, sin embargo como estamos en época de lluvias y por cuestiones de seguridad no se puede cruzar el salar, así que nos fuimos directamente a Uyuni, donde tuvimos tiempo de pasear la ciudad durante la tarde y pasamos la última noche.
Comenzamos el cuarto y último día muy temprano para conocer por fin el Salar de Uyuni, la principal atracción de todo el recorrido. Una vez dentro del salar visitamos el hotel de sal que funciona como museo y su interior está decorado con esculturas de sal. En invierno el salar está completamente seco y solo se ve una extensión blanca de sal infinita por la que los todoterreno pueden ir a más de 80 km/h. Sin embargo, al estar en pleno verano y con el salar lleno de agua, no pudimos llegar a la isla Incahuasi (lo único negativo), pero en compensación el agua crea un efecto espejo del cielo con infinidad de nubes y se tiene una increíble sensación de estar flotando.
Finalmente volvimos a Uyuni para almorzar, ahí concluyó el trabajo de la agencia y yo seguí de retorno a Sucre.
El viaje fue espectacular, recorrimos alrededor de 1.000 km en cuatro días, subimos hasta altitudes de 5.000 m y admiramos las más fantásticas creaciones de la naturaleza. Para disfrutar de todo esto, es solo cuestión de no pensar dos veces porque hacer este recorrido realmente ¡vale la pena!
Para tomar en cuenta
Muchas webs de turismo no oficiales muestran estas atracciones como si fueran chilenas, por lo tanto las autoridades potosinas deberían poner la bandera nacional en lugares clave a modo de sentar soberanía sin afectar el entorno natural.
Uyuni, como ciudad, aún tiene grandes falencias. Debe mejorar estéticamente por tratarse de un punto estratégico en este recorrido y necesita con urgencia una cómoda terminal de buses, por ahora inexistente.
Anualmente, un promedio de solo diez bolivianos, por vagoneta, hacen este tour desde Tupiza. La mayoría de los viajeros son europeos, israelíes y argentinos.
Para el viaje es aconsejable llevar pastillas para la altura, zapatos cómodos y ropa abrigada, aunque también para el calor: traje de baño, lentes de sol y bloqueador solar.
Durante el viaje, el conductor cumple la función de guía. Agua y gaseosas no faltan en todo el recorrido.
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