Los tarijeños no necesitan viajar a La Paz para conocer Coroico o Caranavi, porque a unos 110 kilómetros de la ciudad se yergue el municipio de Entre Ríos, y dentro de éste, la comunidad de Salinas, pequeño paraíso con balnearios naturales similares a los que se hallan en los Yungas.
Al interior de la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía, Salinas ofrece un río del mismo nombre, donde se pueden pescar dorados de hasta 35 kilos, el Puente del Diablo y la iglesia de La Misión, además de postales paisajísticas que impactan apenas uno llega a la zona que es parte de los nuevos sitios turísticos del departamento.
Inigualable. En este territorio ubicado a unos 1.200 metros sobre el nivel del mar, la temperatura bordea los 22 grados centígrados en gran parte del año y las frutas brotan por donde uno vea.
“Teniendo en cuenta que estamos en un área protegida, hay ciertas limitantes; por ejemplo, en el tema del aprovechamiento forestal. Por eso es que cambiamos la actividad maderera por el turismo”, cuenta Pablo Cardozo, presidente del Comité de Seguimiento de este flamante emprendimiento.
Salinas está a una hora de viaje desde la plaza principal de Entre Ríos, y a cuatro de la urbe tarijeña (el costo del pasaje es de 35 bolivianos), y apuesta a sus atractivos naturales para recibir a visitantes de todos los confines. “Tenemos un gran potencial: aquí hay pampas, ríos y montañas boscosas, pero recién estamos trabajando con las empresas turísticas”, manifiesta el comunario Bilbao Fernández.
Aparte de la infinidad de árboles frutales, Salinas se vende por sí sólo. A poco de llegar, está un puente colgante llamado Puente del Diablo. Por debajo discurre el río Salinas. Desde esa área se puede ver el valle de Entre Ríos. Allí, la pesca deportiva es la opción preferida por los turistas del interior del país.
“Estamos esperando que la Gobernación nos pueda apoyar en los proyectos turísticos que tenemos para toda esta zona del municipio”, refiere, por su lado, el alcalde entrerriano, Teodoro Suruguay. La iniciativa turística ya cuenta con un ecoalbergue con capacidad para ocho personas, que además oferta una cocina y un parrillero. El hospedaje vale 40 bolivianos por noche. A la par, algunos campesinos habilitaron en sus domicilios refugios temporales para recibir a más visitantes.
A 20 minutos del Puente del Diablo se halla la comunidad de La Misión, donde una capilla de los jesuitas aguarda a los forasteros. Del monumento de más de 200 años, se cuenta que era hostigado por los indígenas chiriguanos, mientras se intentaba evangelizar a los guaraníes. Los más ancianos relatan que en el sitio hay “tapados” o tesoros escondidos. Una región mística.
Una sirena vive en la Laguna Verde
Si la depresión vence al joven enamorado, es probable que una sirena se le aparezca en la Laguna Verde del balnerario natural de la comunidad San Pedro de Sola, a unos 21 kilómetros de la plaza principal de la ciudad de Tarija.
“La leyenda dice que si uno está bien amargado, la sirena vendrá”, dice Anastasio Huanca, uno de los coordinadores del proyecto de turismo comunitario en esta localidad, mientras muestra una bella poza verde de unos 20 metros de ancho por 15 de largo, que está dentro de la Reserva Biológica Cordillera de Sama, en la provincia Cercado. Allí existe un albergue para una decena de personas y se busca ampliar sus ambientes.
La Casa del Zorro, el Ojo del Agua, la Piedra Caballo, la Piedra Letrero, dos miradores y pinturas rupestres son algunas ofertas más de este rincón urbano. “La flora y la fauna son sus otros atractivos”, precisa Mariano Gutiérrez, funcionario de la Unidad de Turismo del municipio tarijeño.
Ahora se pretende completar este circuito turístico en el antiguo leprosario de Lazareto, adonde mucha gente acude entre agosto y septiembre para llevarse agua en botellas, líquido que tendría dotes milagrosas.
La meta de este emprendimiento es mostrar que Tarija no sólo es la Ruta del Vino, sino que tiene otros interesantes atractivos para los visitantes.
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