En una visita que realizamos a uno de los municipios fronterizos con Chile, Pisiga de la provincia Sabaya del departamento de Oruro, se pudo conocer la realidad de muchas de las familias bolivianas y en especial colombianas que hacen hasta lo imposible por cruzar este punto que lo hemos denominado el oasis de los aventureros.
Porque en este espacio los viajeros hacen una pausa en su travesía ya sea voluntaria u obligada, en especial para los indocumentados, muchas veces cuando todo se ha puesto en contra ellos buscan la forma de cruzar la frontera corriendo el riesgo que los deporten o abandonen en pleno desierto.
Esto no impide que el sueño de cruzar la frontera para escapar de su triste situación económica, los detenga, ya que están dispuestos a cruzar todo límite con tal de lograr su objetivo.
Pisiga, es un municipio con poca población según el censo 2001 contaría con 31 habitantes, pero este dato se ha multiplicado después de 10 años, la mayoría son migrantes de potosí quienes buscan nuevas oportunidades, trabajan en servicios al cliente, ya que existen varios alojamientos y pensiones.
El descuido de urbanización es evidente, ya que las calles no son asfaltadas, el monumento al padre de la patria, Simón Bolívar, se encuentra en malas condiciones por la falta de mantenimiento, lo mismo que la escuela que lleva su nombre.
En este punto tan lejano existen almacenes de abastecimiento para la población, pero los costos son altos, así que es un lujo servirse un buen plato de pollo frito, además que no todos los domicilios cuentan con agua potable, así que las familias deben prever almacenando el poco agua que reciben.
No es fácil vivir en frontera y los que así lo hacen se enfrentan con una realidad triste, en especial los niños y adolecentes quienes son víctimas de la trata y tráfico de personas, bueno eso es lo que narra la gente que vive en Pisiga.
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