Allí, donde la llanura altiplánica da la sensación de tener el dominio absoluto de la vasta geografía orureña, donde nada parece detener su avance al infinito, allí se encuentra Pumiri: la ciudad encantada, cuya formación geológica de colosales rocas, mezcla de sedimento y arcilla, la sitúan como un hermoso destino turístico.
Pumiri, es al mismo tiempo el destino final de nuestra travesía turística por los “Caminos del Tío II”, en su segunda parte; como recordarán, la primera se dedicó en extensa a la población de Toledo, portal de ingreso a esta ruta. De la misma forma hoy nos avocaremos a describir las bondades turísticas que atesora esta región.
Rumbo a Pumiri
Después de haber conocido Toledo, proseguimos el viaje rumbo a Pumiri, por unas dos horas más, debido a que nuestro destino se encuentra a 123 kilómetros de esta población (y a 15 de Turco), en la parte suroeste.
Mientras la movilidad iba avanzando a ritmo cansino por el polvoriento camino de la ondulada altiplanica, nada hacía presagiar que en esa pampa pudiera existir las famosas formaciones rocosas, pues por donde uno mira, el paisaje no parece ofrecer más que un campo desolado, que de cuando en cuando permite ver pequeños oasis de t’olares, pajas bravas y yaretas, donde pastan centenares de llamas.
Ya en suelos de Turco, como por arte de magia se aparecen varias rocas de no más de 10 a 15 metros de altura, que nos dejan asombrados a todos, debido a su infinidad de formas que tienen cada una de ellas. Al ver estas maravillas, todos expresamos nuestra satisfacción por haber llegado a Pumiri, empero no había cuando se detenga la movilidad, hasta que al final, otra vez nos encontramos viajando por la llanura altiplánica.
Ni vuelta que dar, a seguir adelante. Sin embargo, unos tres kilómetros más adelante, súbitamente estamos ante la presencia de otro sedimento rocoso, mucho más grande que los primeros, donde la existencia de un albergue turístico y varios chullpares, una vez más nos devuelve la sonrisa a todos, creyendo haber llegado a nuestro destino.
No obstante, la movilidad tampoco parece querer detenerse, porque al tomar el desvió de la ruta que va al Parque Sajama, prosigue su curso por un camino vecinal otros dos kilómetros más, hasta que la presencia de un río logra que el motor del bus se apague.
Ante este hecho, todos parecen decir, ¿habremos llegado?. El estallido de un petardo, el tronar de los bombos al son de las tarkas acompañadas de comparsas autóctonas de bailarines que vienen a nuestro encuentro, es la respuesta a nuestra interrogante. Al fin estamos en nuestro destino.
Ni bien logramos descender de la movilidad, grande fue la sorpresa al ver otros tres promontorios de rocas, mucho más gigantes que los dos anteriores, que por su imponencia parecen decirnos “bienvenidos a Pumiri, la ciudad encantada”.
En las entrañas de Pumiri
Al ver esta maravilla natural, todos sin duda quedamos atónitos ante tanta belleza, pero una roca en particular, cuya altitud debe estar cerca a los cien metros, gracias a su soberbia presencia se robó toda nuestra atención. Sin embargo, podemos notar que su imponencia también resulta algo intimidante.
Consultados sobre esta sensación, los comunarios cuentan que éste es un
lugar sagrado, cuya belleza también encierra un encanto en particular. Cuenta la leyenda, que en el orificio existente en medio de la pared rocosa, los incas guardaron una campana de oro traída del Cusco.
Los incas al saber el deceso de Atahuallpa en manos de los conquistadores, optaron por ocultar en este orificio, en medio de lamentos y maldiciones, a fin de que nadie los pueda encontrar.
Los buscadores de tesoros enterados de la existencia de esta presea dorada, en varias ocasiones han pretendido asirse del preciado metal, pero muchos han perecido en el intento, han perdido el juicio o han desaparecido.
Por eso se dice que sobre esta campana pesa un encanto de maldición, y que cada noche de luna llena comienza a repicar: pobre del mortal que por algún motivo ha osado ingresar con la intención de robarla, pues éste queda convertido en piedra. De acuerdo a la creencia popular, a partir de ahí pueden verse infinidad de figuras antropomorfas.
Permiso para ingresar
Respetuosos de las costumbres locales, las autoridades originarias, antes de ingresar a estas rocas, inicialmente procedieron a ofrecer una mesa ritual consistente en coca, alcohol y otros componentes, además del sacrificio de una llama. Este ritual fue ofrecido a la Pachamama y otras deidades andinas, en señal de respeto, y al mismo tiempo pedir permiso y protección para que nada nos suceda mientras exploramos sus interminables laberintos.
El primer lugar a visitarse, sin duda fue la gigantesca roca. Mientras más nos vamos aproximando, más podemos ver su verdadera dimensión, porque al solo pasar por su lado da la sensación de estar ingresando a la tierra de los gigantes. Tanto así, que quienes gozamos de un gran angular, tenemos que retroceder varios metros para retratar su colosal tamaño.
Pero la aventura recién está por comenzar, porque el primer desafío es llegar hasta la misma cúspide de esta roca, cuyo recorrido en momentos se hace necesario sortear algunos laberintos, escalar y sobre todo tener un sentido de orientación, porque una vez ingresado a sus dominios, es tan fácil perderse.
Una vez en la cima, el impacto es total, gracias a la impresionante vista panorámica que nos ofrece esta ciudadela. Al norte, al sur, al oeste o al este, por donde se mire o se camine, la belleza dominante de las rocas es única, gracias al golpe de la erosión hídrica, eólica y el sol que ha logrado tallar una infinidad de curiosas formaciones antropomorfas y zoomorfas.
Al ver esta maravilla geológica, que en total existen unos cuatro dispuestas en forma de islas, uno recién se pone a valorar que cualquier sacrificio es poco en comparación a semejante regalo.
El otro brazo del turismo
Riqueza
Arqueológica
La existencia de vestigios arqueológicos de chullpares, miradores incaicos y grabados rupestres, son otro de los atractivos que atesora Pumiri.
A decir de los comunarios, durante el período incaico, parte de la ciudadela era un fuerte militar de avanzada, por esta razón en la cima de una gigante roca se puede ver los restos de una garita, construida en piedra.
Los enterratorios en forma de chullpares o tumbas ubicadas en los aleros rocosos, donde descansan varios restos humanos, es el otro misterio que queda por conocer de esta ciudadela. No menos importante es la existencia de una roca con grabados rupestres, donde los símbolos católicos han merecido su inmortalización. Lamentablemente, esa reliquia está en proceso de desaparecer debido a la acción erosiva del tiempo.
En fin, visitar Pumiri es entrar a un mundo donde la imaginación no tiene límites, y donde las palabras quedan cortos a la hora de describirla como un destino perfecto para el turismo mitológico, de aventura y comunitario.
De aquí en adelante solo queda cuidar y disfrutar de este divino regalo, que gracias al Gobierno Departamental de Oruro, Entel y la empresa Sinchi Wayra, por su interés de promover éste destino, se hizo posible la vista a esta ruta, denominada como los “Caminos del Tío II”.
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