La tierra legendaria del pan y el viento, se hace llamar Arani, municipio del valle alto de Cochabamba en la provincia del mismo nombre. Allí, los españoles sentaron presencia desde el siglo XVI, en un territorio que recibía entonces la denominación de Saqsayjarani, que luego fue habitado por los padres agustinos y donde actualmente radica una de las imágenes más deslumbrantes de la Virgen María.
“Simplemente es bella”. Jorge Bráñez, responsable turístico de la Alcaldía araneña, no tiene más palabras para describir a la patrona de su localidad. Es secundado por el sacristán Milton Galindo: “Tiene que verla para que sepa por qué lleva ese nombre”. Ambos se refieren a la Virgen Bella o La Bella, cuidadora del antiguo templo de San Bartolomé, una advocación mariana tallada en piedra que luce una ruborosa tez morena.
El origen de la devoción se halla en suelo ibérico, según los estudios del académico boliviano Edwin Claros, específicamente en el sur de España, donde fue venerada desde el siglo XV en la ciudad pesquera de Lepe, provincia de Huelva. Allí lidera la fiesta más popular de la región, en el puerto de El Terrón, donde La Bella se habría aparecido por primera vez, reza la tradición de franciscanos y marineros.
Su adoración emigró al Nuevo Mundo junto con los conquistadores. Y llegó a Arani. Hoy, San Bartolomé es el Santuario de Nuestra Señora La Bella, efigie que lleva una corona de plata con piedras preciosas y sujeta un niño Jesús de larga cabellera. Espacio religioso edificado en 1610, por su arquitectura, platería y retablos fue declarado Monumento Nacional y Patrimonio Colonial de Cochabamba, en 1945.
La posada de los Libertadores
El óleo de Fray Bernardino de Cárdenas resalta entre los 33 de la capilla barroca. Fue él quien diseñó el templo construido por Lucas Cabral. Los cuadros, coloniales y de autores anónimos, representan los siete sacramentos eclesiásticos y muestran a los obispos que trabajaron en ese lugar que figura entre las cinco más importantes catedrales marianas del país y que conserva preciosos retablos tallados en cedro.
La celebración de La Bella es entre el 23 y 25 de agosto. Se nicia con la misa de bienvenida a los peregrinos de la población de Sacaba, en el Calvario de la Virgen, donde se venden miniaturas. El segundo día es la procesión y, la última jornada, se realiza la colorida cacharpaya, entrada folklórica con más de medio centenar de fraternidades, que despide a los que parten a los festejos de la Virgen de Surumi, en el norte de Potosí.
“O sea, es al revés de la fiesta de la Virgen de Urkupiña (a mediados de agosto en Quillacollo), que se inicia con el baile de las comparsas y termina con la visita al Calvario”, explica Bráñez, quien cuenta que La Bella fue agasajada mucho antes que la Mamita de Urkupiña, que su romería convocaba a más fieles, hasta que un accidente de tren ocurrido en 1945 se llevó la vida de casi todos los que iban a Arani ese año.
Fue entonces que la celebración araneña decayó hasta “casi extinguirse”, relata el responsable municipal turístico, mientras que la de Quillacollo ganó seguidores.
Hasta que Arani recuperó sus tradiciones, entre ellas el festejo en honor de su patrona milagrosa. “Por eso, ahora la festividad es multitudinaria, es la segunda por detrás de la de Quillacollo, inclusive ha sido declarada patrimonio cultural”, añade Bráñez.
El campanario de San Bartolomé también guarda historias. Sus tres piezas metálicas suspendidas en las alturas anuncian a los comunarios misas, fallecimientos, problemas o cabildos, según el tono del repiqueteo aplicado por el sacristán. La más grande luce quebrada y Bráñez señala que se le extrajo una parte porque los habitantes más antiguos cuentan que su talán era tan fuerte que provocó varios abortos.
Arani es un pueblo con aires coloniales, que conserva sus casas de barro con techos de tejas. Su vocación productiva es agropecuaria: plantación de papa, maíz, trigo y cebada. Por sus tierras, antes de los españoles, caminaban los grupos étnicos chuis y cotas. Actualmente, en este municipio de 191 kilómetros cuadrados con 64 comunidades, conviven más de 11 mil personas.
Cinco kilómetros al suroeste se halla Collpa Ciaco, donde está el convento de Santa Catalina de Siena, edificado en 1570 y, tal vez, el primero que se instaló en el territorio que sería Bolivia. El inmueble que albergó a los agustinos luce olvidado, a pesar de su importancia histórica: allí pernoctaron los libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, ya que era paso obligado para arribar a la ciudad de La Plata (Sucre).
Restos de pintura mural con los colores de una antigua bandera boliviana sobresalen en un cuarto desvalijado. “Se cree que aquí durmieron los libertadores”, dice Bráñez, y la subalcaldesa Elsa Palma comenta que se busca recursos económicos para resucitar este lugar que cuenta con un patio cuadrangular rodeado de arcos y columnas, pero plagado de hierba.
Los confines araneños atesoran más atractivos. El Elefante Dormido es un cerro cuya forma hace pensar en la figura de un paquidermo de bruces. A la par, están las haciendas de las familias Tardío y Mariscal; la primera parece un castillo medieval, y la otra, es una hacienda que perteneció a uno de los patricios que fundó Arani: Nemesio Antonio Mariscal, que posee un patio con columnas y arquerío de medio punto.
Pero, si por algo es conocido Arani es por su pan, por sus famosas, redondas y gigantes mama qonqachis, sus chamillos, tortillas, bizcochos, “frutasecas” y sus deliciosas empanadas picantes y de queso. En su gastronomía está el plato de arvejas uchu, que siempre es acompañado por las chichas kulli y amarilla, néctares del valle que uno puede degustar en los restaurantes locales.
El secreto del pan araneño
El olor a pan fresco domina una de las calles del poblado. Proviene de una de las panaderías más reconocidas del lugar, la de Reyna Camacho. El piso está regado de cientos de panes y canastas; en medio resalta Juanita Arispe, que muestra las enormes sarnas, similares a pizzas que son elaboradas con harinas de trigo y blanca, leche, queso y manteca. “Pruebe, va a saber por qué somos conocidísimas”, invita.
El pan de Arani tiene alta demanda en Cochabamba y otras partes del país, adonde se va la mayoría de la producción diaria. El alcalde araneño, Macario Álvarez, informa que la fama de este alimento ha rebasado las fronteras, porque hay “panaderos” que lo exportan a mercados de Estados Unidos y de Europa y que “están en la tarea de patentar la receta en el extranjero”.
“El agua y el viento son dos de los ingredientes para hacer este pan”, sostiene la autoridad. Los panaderos suman uno clave, la harina de trigo preparada en los antiguos molinos de piedra que yacen en diferentes aldeas, pero sobre todo en Pocoata, una campiña colonial que se halla a cinco kilómetros al sur y que es bañada por un riachuelo que “nunca se seca y que tiene el agua más pura de Bolivia”, indica Bráñez.
Son cinco molinos en los cuales los lugareños muelen el trigo. Las aspas y maquinaria vetusta son impulsadas por la fuerza de las aguas del río que baña Pocoata.
“Éste es el principal secreto del pan de Arani, sus molinos y su harina de trigo”, complementa Bráñez, de manera que el patrimonio está a salvo, pese a aquellos “malos panaderos” arriba mencionados.
Ahora, la idea es impulsar un plan turístico que incluya la visita a estos molinos, donde los visitantes sean parte de la producción del delicioso pan araneño. Más aún, explica el alcalde Álvarez, con la cooperación italiana se arma un circuito que toma en cuenta a otros municipios del valle alto: “Arani promocionará su pan; Punata, su rosquete; Cliza, sus pichones y su carne, y Punata, su chorizo”, enumera.
A la par, en suelo araneño, un empresario pocoateño ha comenzado la edificación de un complejo turístico con “piscinas naturales”. “Es que tenemos todo, historia, paisaje natural, árboles frutales por todo lado, rica gastronomía y atractivos turísticos únicos. Y, sobre todo, a nuestra Virgen, La Bella, que seguro bendecirá todos estos sueños”, comenta Bráñez de esta tierra.
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