Mientras el ekeko y la feria de Alasita tienen el rango de Patrimonio Cultural de La Paz, manjares como el chairo, el fricasé y el plato paceño esperan ese título, al igual que expresiones culturales como la rutucha, la ch’alla y el apthapi.
La ciudad tiene nueve patrimonios culturales, pero unos 1.300 registros materiales e inmateriales en edificios y casas antiguas, tradiciones orales, espectáculo y danzas, rituales festivos, conocimientos y técnicas, de acuerdo con Carlos Gerl, jefe de la Unidad de Patrimonio Inmaterial e Investigación Cultural.
Entre los nueve patrimonios culturales están además la fiesta del Señor Jesús del Gran Poder, la entrada universitaria, el Señor del Santo Sepulcro, el Anata-Carnaval paceño, la cueca paceña y el Día de la Cueca (cada 19 de octubre), la Virgen del Carmen y la fiesta religiosa del 16 de julio, la plaza Pedro Domingo Murillo y la casa museo de Pedro Domingo Murillo. Esta última fue declarada como Patrimonio Arquitectónico, Urbanístico, Cultural e Histórico como tal hace dos semanas por Ley Municipal Autonómica.
1.300. No todo puede ser declarado Patrimonio Cultural, de acuerdo a Gerl, para quien el componente histórico y tradicional es vital, además de una investigación para recibir luego el título municipal. “Llegaron varias peticiones para declaratoria, por ejemplo, a la chola paceña, además de diferentes danzas, pero uno de los requisitos es que esta expresión esté en riesgo. Ahí entramos nosotros, porque nuestra misión es preservarla”, da cuenta.
En el caso de la chola paceña, no es necesario, porque está más vigente cada vez, pero él cree que se debería analizar con cuidado el caso de la marraqueta, el pan de los paceños que cada vez escasea.
Entre los edificios y diferentes inmuebles tienen registrados unas 1.000 casas. “No están declarados, se hace la investigación sobre estos bienes inmuebles, pero —como dije— son de interés particular. No son de interés social, a diferencia de la casa de Murillo o la plaza Pedro Domingo Murillo”, acota Gerl, y recuerda que La Paz tiene una gran riqueza arquitectónica.
En tanto, un grupo de 300 registros inmateriales, tradiciones, leyendas, gastronomía y conocimientos y rituales festivos aguardan la declaratoria que en muchos casos se hará en octubre. Entre las tradiciones orales figuran la Leyenda de los siete enanos de Vino Tinto, el aymarañol (mezclEntre los rituales se halla la gastronomía paceña, que incluye la marraqueta, el helado de canela, el sándwich de chola, pero además expresiones como la rutucha y el apthapi, que pueden desaparecer con el tiempo y las generaciones.
Volverán los ‘amoríos de monja’, un antiguo manjar paceño del siglo XIX
Un humeante y delicioso “amoríos de monja” era la mejor arma que las jóvenes paceñas del siglo XIX utilizaban para escapar del convento de Las Concepcionistas cuando eran recluidas contra su voluntad en ese centro.
Así se llamaba un antiquísimo manjar hecho con papas, queso, leche, huevos cocidos y ahogadito que cocinaban algunas religiosas y que se convirtió en uno de los platillos preferidos de la cocina paceña de antaño y que ahora pretende ser recuperado en un festival gastronómico que se realizará en octubre.
“Vamos a recuperarlo, no para ponerlo nuevamente en el menú de los paceños, pero sí para conocerlo”, da cuenta Carlos Gerl, jefe de la Unidad de Patrimonio Inmaterial e Investigación Cultural de la Alcaldía de La Paz.
Historia. Tras la llegada de los españoles a La Paz, el catolicismo ingresó con mucha fuerza en la región, al punto de creerse que uno estaba salvado al ingresar a un convento de monjas o a un seminario de curas.
De esta manera, muchas jóvenes eran recluidas en el convento de Las Concepcionistas (el parqueo de la actual calle Ingavi) contra su voluntad. Según Gerl, en 1894, 17 monjas huyeron de ese claustro para ser perseguidas por el Ejército, que después las internó nuevamente en el templo.
Sin derecho a reclamar y menos protestar, una de las jóvenes optó por cocinar un platillo que invitaba a los jóvenes que se acercaban por el encierro, con la esperanza de que pueda ser rescatada. Ese platillo fue bautizado posteriormente como “amoríos de monja” y pronto se convirtió en un platillo popular en la ciudad de La Paz. “Se parece mucho al quesumacha, pero seguro que era diferente”, comenta Gerl. Hoy ya no existe dicho convento y, de acuerdo con el investigador, las columnas de la portada principal de este centro se encuentran actualmente en el Tambo Quirquincho.
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