domingo, 15 de julio de 2012

Refugios paceños

La ciudad donde uno reside o ha vivido durante muchos años es como un hogar grande al que uno empieza a amar, a veces sin quererlo, pero que cuando uno se ausenta empieza a extrañar y que siempre desea regresar. Es allí donde uno se siente seguro, aunque sus calles sean amenazadoras, y donde uno puede ser como en verdad es sin imposturas. Como en un hogar, también en la ciudad uno tiene su lugar preferido.
Siempre ligado al arte, el actor David Mondacca es una especie de heredero espiritual de Sopocachi. Vivió cerca de las calles Jacinto Benavente y Cecilio Guzmán de Rojas, nombres ligados a la cultura. Oscila entre el pasado y el presente, entre el detalle local y el rasgo global. No sabe hacia dónde dirigirse con su carga de pasado y con la voluntad de modernidad que la invade. Se siguen construyendo rascacielos, pero hay que ch’allarlos inevitablemente. Esa dualidad muestran en sus rincones, que guardan ecos de la Colonia, época en la que la coca se utilizaba como moneda.
Junto al oro y al estaño, la coca forma la trilogía que dio origen a la vida económica de la ciudad. Desde esta zona se llevaba la hoja que permitía la explotación de la plata en Potosí.
No siempre se recuerda el dato de que la ciudad fue fundada en Laja, en 1548. Hacía mucho frío, así que fue trasladada a un valle más templado, donde, además, corría el oro del Choqueyapu. No había mucho espacio para la duda.
Poco a poco se fueron tejiendo los hechos que hoy son parte de la leyenda o ciertos mitos urbanos, como el de la fortuna de la mendiga Carolina, que murió de ictericia. “Solo aquel que venció el asco para levantar el cuerpo supo de su fortuna escondida en el colchón”, escribe Lupe Cajías en Ciudad de murmullos.
La ciudad también tiene su equivalente a la viudita: es la bruja vampiresa, que se llevaba a los borrachos; su casa maldita, su escritor célebre y sus muchos, muchos soñadores, que siguen dando una forma más al país.



Senderos del montículo
Soy trotador de largo aliento y siempre el amanecer ahí es muy lindo. Tiene una hermosa vista de Llojeta y de parte de El Alto. Es como un tumorcito, porque conserva vegetación.
David Mondacca, actor.













El corazón de Sopocachi
El Montículo es el centro del barrio donde he vivido casi toda mi vida y es uno de los mejores miradores que tiene la ciudad. Antiguamente era una colina sagrada que se llamaba Sopocachi y que le ha dado el nombre al barrio. Es un lugar de mucha paz al que siguen acudiendo estudiantes, parejas o personas que encuentran allí tranquilidad  (Fernando Cajías, historiador)













El cielo al revés
De La Paz me encantan los desniveles que tiene la ciudad, sus montañas y en especial el Illimani, sin el cual no sería la ciudad que es; pero, sobre todo, lo que más me gusta es la visión que puedes apreciar cuando bajas de El Alto por la noche. La ciudad hacia abajo se ve como un cielo estrellado, pero al revés. (Beatriz Rosell, historiadora)

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