Por la razón que fuese, haz de cuenta que tienes menos de día para recorrer Bogotá, la capital colombiana. En el hotel abundan las ofertas de tours y los folletos turísticos sólo aportan a tu confusión. Por lo que puedes sospechar, un paseo por la urbe de Betty, la fea, te tomaría, al menos, una semana entera.
Pero, ¡a no desesperar! Si uno se organiza bien y toma un servicio adecuado —lo peor es “irse a la aventura”, pues, como en cualquier gran metrópoli, hay zonas peligrosas, algunas muy cerca de los sectores turísticos y pueden convertirse en una trampa—, un día puede ser suficiente para un recorrido más o menos sustancioso.
Hay muchos hoteles que cuentan con su propio servicio de guías turísticos o, en su defecto, tienen acuerdos con agencias legalmente establecidas. Antes de decidirte por una en específico, vale la pena analizar las ofertas y lo que uno está buscando satisfacer: ¿cultura, historia, naturaleza...?
Hay ofertas que incluyen guía, las entradas a todos los museos o centros de la ruta y comida. En otros casos, como el que representa Carlos Pérez, un taxista bogotano conocido en los hoteles con los que trabaja y que recorre las calles de la ciudad desde hace 30 años, hay mayor libertad. El hombre sugiere zonas y los clientes deciden los lugares donde quedarse algún tiempo. Esto da la sensación de aventura, sin dejar de lado la seguridad, así que, esta vez, nos hemos subido a su coche. El centro-sur de la urbe resulta atrayente y con muchos sitios para visitar, uno a diez minutos del otro.
Son las 10.00 y estamos en el centro histórico bogotano. El barrio La Candelaria y el Centro Internacional son áreas que concentran la mayor parte de las dependencias político-administrativas del país.
La Candelaria es de los vecindarios más antiguos, explica Pérez con su hablar respetuoso, siembre usteando al interlocutor y buscando palabras de un castellano que, al extraño, pueden resultar rebuscadas. En este barrio, en todo caso, es donde Gonzalo Jiménez de Quesada fundó, el 6 de agosto de 1538, la ciudad de Santa Fe de Bogotá, hoy sólo Bogotá.
Pérez enumera: “Ésta es una zona llena de atractivos. Tenemos iglesias antiguas, como la del colegio Salesiano, casas de la época colonial, las republicanas y lugares como la Casa Museo Quinta de Bolívar y el Santuario de Monserrate”.
Monserrate es un cerro en la parte oriental de la ciudad. Junto al de Guadalupe, es uno de los montes tutelares. Tiene una altitud de 3.152 metros sobre el nivel del mar y se ubica sobre la cordillera oriental. Su principal característica, que lo hace un importante destino turístico para colombianos y extranjeros, es el santuario que se ubica en la cima. Construido en el siglo XVII, el templo conserva diversas representaciones del arte sacro colonial. Desde el atrio, el visitante tiene una vista privilegiada de Bogotá.
El santuario es un centro importante de peregrinación. Hay dos formas para llegar a lo alto. Una de ellas implica caminar, lo que deja apreciar las diferentes estaciones del vía crucis marcadas por esculturas. “Debo advertirles, esta subida es dura y toma más de una hora; pero puedo asegurarles que disfrutarán de las estatuas y el paisaje”, garantiza el guía del lugar a las decenas de visitantes.
El otro acceso también acapara la atención de la gente, aunque espanta a quienes temen a las alturas. Un sistema de teleféricos lleva a 20 personas cada 15 minutos, lo que resulta ideal si se tiene la prisa por recorrer lo más posible. No se olvide que tenemos sólo un día.
Entre tanto, se ha hecho casi mediodía. Da hambre y, ¡oh, bendición!, Monserrate tiene un restaurante con vista al paisaje bogotano y una oferta de cocina nacional e internacional, ideal para recargar energías. En la parte posterior del templo está el mercado artesanal, perfecto para hacerse con los souvenirs de rigor. Y, antes de abandonar el lugar, hay oportunidad de pasear por los espectaculares jardines y pedir unos cuantos deseos ante una fuente ubicada al final del vía crucis.
Arquitectura religiosa
El santuario no es la única construcción religiosa imponente de La Candelaria. Las estrechas callejuelas coloniales ocultan muchas veces sorprendentes iglesias de española y mestiza belleza. Destaca el templo del colegio Salesiano, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, levantada en 1560, tanto como el templo de Nuestra Señora de Lourdes, uno de los más antiguos y que se encuentra a menos de 20 minutos de caminata desde Monserrate.
Los templos, sin embargo, palidecen ante la oportunidad de visitar la Casa Museo Quinta de Bolívar, que desde 1820 a 1830 perteneció al Libertador. “Éste es un sitio muy visitado por los extranjeros. La gente quiere saber cómo vivía Simón Bolívar y este lugar es el indicado para hacerse una idea”, argumenta Pérez.
La disposición del repositorio abre las puertas del tiempo no sólo para curiosear en la vida del Libertador, sino en la forma en que transcurrían los días de una familia acaudalada de principios del siglo XIX, cuando el gobierno español comenzó a perder el control de sus colonias americanas.
Un comedor con vajilla de porcelana destinada a los grandes banquetes, imponentes salones donde se discutían los destinos de América del Sur o la gran cocina con fogones son algunas de las salas que conservan el mobiliario original.
Quizá la estrella de este centro es la habitación personal del militar venezolano. Al pie de la cama, mueble que sorprende a más de uno por lo reducido de su tamaño, brilla la espada del estratega.
Para los amantes de la botánica, las áreas verdes de la quinta, hoy el Jardín Bolivariano, alegran las retinas con miles de especies de los países liberados por Bolívar.
De Bolivia hay tajibo y una especie de pequeñas kantutas en flor.
La entrada al repositorio cuesta un dólar. Por el doble, se puede alquilar un equipo que ofrece una guía por el recinto en formato MP3. Si la naturaleza te dejó relajado y agradecido por las bondades de flores y hojas, prepárate para una vuelta a la realidad, pues el paseo se acaba junto a los cañones que hace más de 200 años escupieron muerte en los campos de batalla.
Botero, El Dorado y un café
Al dejar la quinta, el destino recomendado es el Museo de Botero, que pertenece al Banco de la República. Este centro está dividido en tres secciones. La primera, haciendo honor a su nombre, está dedicada exclusivamente a la obra del pintor y escultor de Medellín. La segunda muestra la colección particular de Fernando Botero, es decir, las obras de otros artistas que a él le gustan, mientras que la tercera está destinada a exposiciones temporales.
“Si usted retorna a Bogotá este mismo año, no puede dejar de pasar por el museo. Estamos festejando los 80 años de Botero”, recomienda el guía del lugar al vernos caminar muy de prisa.
El Banco de la República tiene otros espacios museográficos bajo su tutela, como la Casa de Moneda, el Museo del Arte y, quizá entre los más visitados, los museos del Oro y de la Esmeralda, a diez minutos de la plaza central. Ambos repositorios ofrecen un viaje alucinante por los tesoros minerales de Colombia. Y por los artesanales, pues la orfebrería de los pueblos indígenas, como los muiscas, es tan perfecta que te hace pensar que El Dorado existe.
Tras quedar anonadado con tal riqueza, y como ya es hora de cenar, la gastronomía local se presenta apetecible. Uno de los lugares más recomendados es el restaurante Andrés Carne de Res, donde además hay performance, teatro y música. Por supuesto, todo se corona con un café. Como dice el Ministerio de Turismo, “el riesgo es que te quieras quedar”
Datos de la ciudad
Hoteles • Alojamiento puede encontrarse desde $us 19 la noche.
Recorridos • Un taxi puede cobrar $us 70 por un circuito. Las empresas tienen paquetes desde $us 100.
Artes • Bogotá cuenta con una agitada agenda cultural que incluye 45 salas de teatro, 58 museos y más de 70 galerías de arte.
Datos de la capital
La urbe tiene una longitud de 33 km de sur a norte, y 16 de oriente a occidente. Está conformada por 20 localidades, 19 de ellas de carácter urbano. Los primeros habitantes de la zona fueron los muiscas: La ciudad colonial fue fundada el 6 de agosto de 1538.
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