domingo, 26 de agosto de 2012

LAS haciendas de la época virreinal, inmensa herencia cultural en Latinoamérica, ahora son transformadas en hoteles con verdadero encanto, para el deleite de los turistas.

Cuenta Ignacio Castillo que “hace varios años yo alcancé a ver a un hombre vestido de charro (') Nosotros creímos qu’era el que cuidaba la casa, pero no podía ser porqu’el que cuidaba antes ya se había muerto. Y cuantimás un charro elegante, pos no es pa’que anduviera cuidando una hacienda abandonada. Eso fue en la tarde y a mí y a los amigos como que nos dio cosa y no quisimos entrarle. Al día siguiente, tres de nosotros nos metimos, pero primero tocamos pa’ ver si había alguien, y como nadie salió, entonces nos metimos. Fuimos al punto donde habíamos visto al charro ese que le digo, y mire que ya estaba escarbado. Hallamos puros carbones regados por ahí (')”.

La leyenda del fantasma vestido de charro en la hacienda La Corcovada, en el municipio de Villa Hidalgo, estado de San Luis Potosí, México, viene recogida en el libro Haciendas del altiplano, historia(s) y leyendas, del cronista mexicano Homero Adame. Y como ésta hay cientos.

Almas de todos los tiempos

Y es que la magia y el misterio de sus ancestros rodean estos hermosos edificios de siglos pasados, ubicados en medio de campos verdes alejados de las grandes urbes.

Las haciendas en Latinoamérica representaban un símbolo de estatus social a partir de un rancho de grandes dimensiones donde se producía alimentos, generalmente para autoabastecerse. Datan de la época colonial y abundan en el Cono Sur y en casi todo el continente americano.

En México surgieron en el siglo XVI, cuando la Corona española le cedió a Hernán Cortés el título de Marqués del Valle de Oaxaca.

Con todas las historias de leyendas transmitidas oralmente, se puede decir que en las haciendas de este país conviven, a veces, familias modernas con las almas de sus antepasados que por allí deambularon.

En la actualidad, algunos propietarios han reformado las casas para convertirlas en hoteles de lujo, espacios de descanso o restaurantes. Algunas son sólo puntos turísticos que se pueden visitar.

En opinión del cronista histórico Homero Adame: “En la actualidad, 100 años después del estallido de la Revolución, son muy pocos los cascos o casas grandes de aquellas haciendas que se conservan en buenas condiciones. Algunas han sido restauradas por los herederos o por los propietarios actuales, quienes las adquirieron mediante compraventa para uso recreativo o para fines turísticos”.

Otros edificios se conservan gracias a que las comunidades aledañas no los destruyeron. Si bien algunas de estas joyas arquitectónicas se encuentran en la ruina. Esto se debe, según Adame, a que “los buscatesoros se han encargado de destruir lo que queda en pie, irónicamente buscando un quimérico tesoro cuando, en realidad, lo están destruyendo”.

Como explica Adame en su investigación, “desde un punto de vista histórico, dentro del horizonte aridoamericano, el altiplano de México es donde se instalaron naciones mayoritarias prehispánicas, como los huachichiles, coahuiltecos e irritilas, ('). Posteriormente, en la época colonial, en esta misma región se fundaron grandes haciendas que desconocían límites geopolíticos como existen hoy en día, en forma de entidades federativas”.

Origen y ocaso

Cuando los conquistadores empezaron a llegar a las distintas regiones de Latinoamérica, lo hicieron con el afán de buscar yacimientos, dado que, para entonces, las riquezas minerales eran igual de atractivas para los cazadores de fortunas, los gambusinos y los nobles.

En el caso de México, a medida que avanzaban hacia el norte, fueron descubriendo tierras vírgenes óptimas para labranza y cría de ganado. “De tal modo, se delimitaron enormes mayorazgos y latifundios en el altiplano, éstos repartidos entre pocos propietarios, a menudo emparentados entre sí. Un caso extremo fue el del capitán Francisco de Urdiñola, el mal llamado marqués de Aguayo, “título que nunca ostentó”, quien logró poseer el latifundio más extenso en la época virreinal, ubicado en el norte de Zacatecas, Coahuila y otras regiones septentrionales, incluyendo partes del altiplano”, cuenta Homero Adame en entrevista a EFE.

A principios del siglo XIX, el malestar de los criollos, es decir hijos de peninsulares nacidos en la Nueva España, empezó a crecer, pues opinaban que la tierra les pertenecía y no querían pagar tributo a la Corona. Tal inconformidad dio origen a la guerra de Independencia iniciada en 1810, según la historia oficial.

A partir de entonces, los grandes latifundios empezaron a fragmentarse, por herencia o por compraventa, y la mayoría dejó de ser propiedad de españoles para pasar a ser propiedad de criollos.

“Es sabido que muchos de los grandes latifundistas no vivían de tiempo completo en sus haciendas y, en algunos casos, ni siquiera las conocieron. De hecho, la mayoría radicaba, por lo general, en las ciudades importantes, como Matehuala, Real de Catorce, Saltillo, San Luis Potosí, Zacatecas o la ciudad de México, dejando sus haciendas a cargo de administradores”, indica el experto.

La expansión hacendaria del siglo XIX en el altiplano sucedió principalmente en la región norte de San Luis Potosí, en el sur de Nuevo León y en el suroeste de Tamaulipas, donde los grandes latifundios virreinales se habían fragmentado. Gracias a las bonanzas mineras de Real de Catorce y de La Paz se formaron numerosas haciendas de campo más pequeñas, según se advierte en el libro Haciendas del altiplano, historia(s) y leyendas.

Las haciendas de hoy

Si lo que desea el viajero es hospedarse en hermosas haciendas reformadas, las opciones son amplias. Destaca la página especializada en hoteles y haciendas de México http://www.hoteles-haciendas.com/index.html, donde se enumeran atractivos hospedajes por toda la república.

Hacienda De La Luz: ubicada en la parte central de la república mexicana, en los límites del estado de México con Michoacán, una zona alta y boscosa de gran belleza. Ha sido restaurada y abierta al público recientemente.

Hacienda Del Molino: a 15 minutos del centro histórico de la Ciudad de Puebla, considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad por su belleza arquitectónica y el legado cultural que posee.

Hacienda El Carmen: a 45 minutos de la moderna, dinámica y bulliciosa ciudad de Guadalajara, Hacienda El Carmen Hotel & Spa le espera con sus históricas instalaciones del siglo XVIII.

Hacienda Los Laureles: en una de las zonas residenciales más exclusivas y apacibles de la ciudad de Oaxaca se encuentra Hacienda Los Laureles, con unas instalaciones aptas para el descanso y la relajación.

Hacienda San Ángel: ubicada en el centro de Puerto Vallarta, con sus tradicionales calles empedradas y sus casas de paredes blancas, balcones de hierro forjado y techos de teja roja.

Hacienda Vista Hermosa: a sólo unos minutos de la Ciudad de Cuernavaca, en Tequesquitengo, estado de Morelos, se encuentra esta histórica hacienda fundada por Hernán Cortés en 1529.

Con respecto a las haciendas, hay muchos casos cuya historia documentada es inexistente o muy escasa ya que los archivos fueron quemados o están perdidos.

Sin embargo, gracias a la historia oral se pueden reconstruir algunos pasajes históricos e imaginar cómo se vivía en el pasado al lado del fantasma vestido de charro, que, como dice la leyenda: “Una vez encontraron los huesitos de un niño chiquito, pero los sacaron y los volvieron a enterrar ahí mismo en un cuartito. Ansina lo hicieron los que hallaron ese cadáver porque pa’ no meterse en líos con la ley, mejor lo volvieron a enterrar”. Sólo por si acaso' (EFE Reportajes).

No hay comentarios:

Publicar un comentario