El párroco de la iglesia de Curahuara de Carangas, Gabriel Antequera, explicó que el sincretismo cultural andino se entrelaza en las pinturas y figuras arquitectónicas preservadas en el mencionado templo.
Su mantenimiento será realizado también bajo el programa “Fondo del embajador para la preservación de la cultura” de los Estados Unidos.
“Dios ha estado siempre en todas las culturas y adorado de diferente manera, con esta cruz andina en el patio de la Iglesia se demuestra la religiosidad andina con la deidad divina. Con relación al calvario, antes del siglo XVIII la gente que salía de la iglesia, recordemos que se daba de rodillas 14 vueltas a una estructura que presentaba el calvario de cristo, mucho antes de que dichos calvarios sean representados en las cimas de las montañas”, explicó.
Al interior de la iglesia, todas las paredes están cubiertas con murales pintados a mano, donde se registran imágenes extraídas de los libros de la biblia. La obra fue iniciada en 1557 y fue concluida en 1608 cuando los primeros misioneros eran los padres de la primera comunidad de los dominicos, ellos en el proceso de la evangelización mostraban obras de artistas de renombre haciendo que enseñaran a los pueblos indígenas a pintar.
De acuerdo con el párroco Antequera, repitiendo las palabras del historiador Fernando Cajías, la parroquia de Curahuara de Carangas es la Capilla Sixtina del altiplano boliviano.
“El historiador Cajías, fue el primero que le dio este denominativo, porque, si bien no se parece en nada a la de Roma, allá fue pintada por Miguel Ángel y aquí se pintó por nuestros antepasados, lo que genera un doble valor por ser de la región”, aseguró el párroco.
Las temáticas que están plasmadas en las pinturas fueron rescatadas de la sagrada escritura (Biblia), las cuales recopilan pasajes desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
“En 1608, cuando se termina la iglesia, quedan las pinturas del presbiterio y de la techumbre, el 97% es original y si bien ha recibido algunas restauraciones por parte del Ministerio de Cultura en 1994, por las rajaduras que empezaron aparecer, el resto es original”, indicó Antequera.
Las pinturas fueron plasmadas con el propósito de poder enseñar la doctrina religiosa a los pueblos indígenas, quienes, luego de un proceso de catequesis, terminaban en la sala bautismal. Los materiales utilizados de acuerdo con las primeras investigaciones serían pigmentos de las plantas del lugar, además de otros componentes como la sangre de los propios animales de la región.
Se registra algunos lugares que fueron restaurados por alemanes en 1800, así también se registra la visita de franceses quienes dejan su almanaque santoral de 1910 o la pintura donde se incluye, por ejemplo, la imagen del Rey Luis 14 de Francia y el calendario de la boda de un Márquez.
“En algunas de las pinturas de la sala bautismal, se encuentra el Arca de Noé y el diluvio universal, el post diluvio y al centro está una paloma como símbolo del Espíritu Santo, pero el misionero mantiene el sol y a la luna como deidad de nuestros antepasados. Así también se muestra en la pintura de San Francisco Javier de 1777, aparece rastros de la Wiphala en los indígenas de tierras bajas cuando eran bautizados, utilizaban una vestimenta que incluía la simbología de esta bandera, la misma que llevan hombres de tierras bajas y no tierras altas como se creía”, recordó la autoridad eclesial.
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