domingo, 7 de octubre de 2012

Con cámara en mano, participamos en un viaje exuberante por hermosos paisajes benianos gobernados por el bufeo.

Llegando al puerto Los Puentes, a unos 21 km de la ciudad de Trinidad, nos espera una pequeña embarcación roja. Ansiosos, todos subimos a la espera de lo que sería uno de los más hermosos paseos turísticos por la zona protegida de Ibaré Mamoré, hábitat privilegiado de una gran variedad de especies acuáticas, aéreas y terrestres. Navegamos 20 minutos por el río hasta divisar a lo lejos al "Reina de Enín", un flotel (hotel flotante) de casi 28 años de edad anclado a la orilla y nosotros con cámara fotográfica en mano listos para olvidarnos del caos de las ciudades y "sumergirnos" en esa atemporalidad mágica propia del Beni.

El flotel
Nos recibe en el barco la capitana Bárbara Dos Santos, una portuguesa que llegó a Beni hace más de dos años y medio y no quiso irse más. Nos explica las reglas básicas del barco, como no botar basura al río y que la luz se corta después de las 20:30, ya que la nave busca economizar sus recursos.

Entre los invitados se encuentra un grupo de estudiantes de diferentes escuelas públicas de Trinidad, como parte de un proyecto educativo que capacita y promociona el turismo local, así como la correcta preservación y convivencia con la biodiversidad que encierra esta área protegida municipal Ibaré Mamoré. Dicho proyecto es llevado adelante por la Municipalidad de Trinidad y la aerolínea Aerocon y su programa de Responsabilidad Social Empresarial. Durante la tarde se realiza la capacitación a los estudiantes y el resto de los invitados, donde el biólogo especializado en conservación y manejo de la biodiversidad Enzo Aliaga nos cuenta detalladamente acerca del bufeo, el fantástico delfín de río, los lugares que habita y los peligros que corre en manos de gente desinformada.

Continuando con las actividades, terminada la capacitación, nos toca la observación del bufeo. Desembarcamos todos en una playa de arena, descalzos. A los que nos gusta percibirlo todo, no imaginábamos que sería un atardecer de aquellos que solo se ve en las pinturas. Empezamos a caminar por unas colinitas chatas de arena, todos atentos a ver a los bufeos, y de pronto ¡sorpresa! Empezamos a escuchar exhalaciones sobre la superficie del agua, entraban y salían, difícil y hasta un poco estresante tomarles una fotografía, pues como nos contaba Enzo Aliaga, son animales muy tímidos y huidizos. Pudimos observar a una madre y su cría, le sacamos una fotografía a la colita rosada de esta última saliendo por la superficie de las calmas aguas de río, mientras jugaba en medio de ese increíble paisaje.

La noche
La noche llegó. Ya en el "Reina de Enín" disfrutamos de un buen surubí, unas cervezas y buenos momentos de confraternización. Arriba, en el último piso del barco, había una terraza y la noche nos regaló una hermosa luna casi llena que iluminaba todos los alrededores. Después de un par de horas el barco apagó su generador de electricidad y el Ibaré Mamoré rebozó todo el ambiente con una orquesta infinita de diferentes sonidos. Al pasar las horas en esa terraza, compartiendo con algunos de los invitados, la luna giró en su órbita, dejando un cielo bañado en estrellas y antes del amanecer pudimos observar estrellas fugaces. Perfecto final.

El día
Empezando el día siguiente nos esperaba una caminata por unos senderos que empezaban en San Mateo, una comunidad habitada por apenas tres familias, tuvimos la oportunidad de compartir con una de ellas. Y siguiendo el sendero empezamos a adentrarnos en el monte. Se sentía mucha humedad por la densa flora: gruesos y muy altos árboles en cuyas ramas pudimos observar pequeños y traviesos monos conocidos como marimonos, distintos tipos de aves y mariposas con colores eléctricos revoloteando en el aire. También pudimos observar una bifurcación del río donde se encontraban en una canoa muy rústica un comunario y su esposa, pescando a las orillas. Una actividad cotidiana para las comunidades que habitan la reserva. La pesca es su mayor fuente de alimentación.

Con la caminata terminaban las actividades de este hermoso paseo por la gran reserva Ibaré Mamoré. Almorzamos todos juntos por última vez en el "Reina de Enín", cansados pero felices por esas casi 24 horas en un pequeño paraíso no muy lejos de la civilización, pero suficiente como para olvidarse de todo y solo dejarse llevar tranquilamente como las aguas del río Mamoré.



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