Caminar por los senderos de tierra y piedra que durante la época prehispánica fueron el eje de integración entre las tierras altas y los valles, es sinónimo de desafío, aventura, adrenalina y admiración.
El camino precolombino de Yunga Cruz, considerado una de las rutas más difíciles de Sudamérica, atraviesa cuatro ecosistemas que varían desde punas frías hasta bosques lluviosos, que permiten observar espectaculares y antagónicos paisajes.
Los arqueólogos Sergio Calla y Josef Rechberger estiman que, por su dificultad, por cada 6.000 turistas que recorren anualmente el camino precolombino del Choro, 1.200 van a Yunga Cruz.
No obstante, parte del encanto de esta ruta está en poder observar una serie de animales -entre ellos jucumaris, zorros, caballos y cóndores- en su hábitat natural, así como encontrar sitios arqueológicos y centros agrícolas que todavía se preservan.
El Illimani es guardián y testigo silencioso de esta ruta impredecible y desafiante. Sin importar el agotamiento que se siente durante los tres días de caminata, Yunga Cruz conserva su magia hasta el último paso.
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