Corría el año 1909 cuando el kallawaya Domingo Flores fue sorprendido por un grupo de militares mientras descansaba en la plaza de armas de Lima y, despavorido, se dio a la fuga. Era boliviano y no contaba con el permiso necesario para viajara por el país vecino. Casi se le para el corazón cuando se sintió acosado por los caballos de quienes lo perseguían por las calles de la capital. Flores fue capturado y llevado al Palacio de Gobierno. Había viajado al Perú con el propósito de comercializar las hierbas medicinales de la cultura kallawaya y llevar el conocimiento de sus ancestros a tierras lejanas.
A principios del siglo XX, los kallawayas viajaban a Perú a través de las aguas del Titicaca y llevaban hierbas y otros elementos necesarios para atender a los enfermos, aunque transportaban también oro. El Lago Sagrado era además un sitio donde los médicos indígenas realizaban rituales y ceremonias tradicionales.
Médico del Presidente
Quiso la suerte que Domingo Flores no fuera sancionado por su presencia irregular en el Perú.
En su calidad de médico fue conducido ante el presidente del vecino país que, por entonces, era Augusto Bernardino Leguía, y cuya hija se encontraba convaleciente. El dato sobre cuál era la dolencia específica de la joven no ha llegado hasta nuestros días, pero se sabe que Domingo logró curarla. Cuando la muchacha hubo sanado, el kallawaya se dio a la fuga una vez más. Nuevamente lo persiguieron los temibles caballos y una vez más fue llevado ante la presencia del gobernante, quien para sorpresa del médico andino solamente tenía la intención de remunerarlo por sus servicios.
Domingo no quiso recibir dinero alguno, pero pidió un pase para él y para los de su pueblo con el fin de que les permitieran viajar entre Perú y Bolivia para difundir su sabiduría. Desde entonces, los kallawayas se convirtieron en médicos de cabecera del Mandatario peruano y su familia.
Hasta hoy, en determinadas fechas y ceremonias, el nombre de Augusto Bernardino Leguía es mencionado y recordado por los herederos de la cultura a la que pertenecía en vida Domingo Flores.
La historia de los kallawayas y Augusto Bernardino Leguía se encuentra en el tomo 39 de la colección Arte y Tesoros del Perú que titula La magia del agua en el Lago Titicaca, publicado recientemente por el Banco de Crédito del Perú (BCP), un proyecto binacional que contiene 22 artículos elaborados por renombrados investigadores y académicos peruanos y bolivianos.
Carmen Beatriz Loza es una de ellos y se dedicó a investigar esta famosa historia, para lo cual revisó documentos que conservaron los descendientes de Flores y que se encuentran en Sucre.
Preservando la memoria
Libros como éste “ayudan a retroalimentar la memoria de los países y de la gente”, afirma Pedro Querejazu, quien estuvo a cargo de la selección de imágenes para la obra y es autor de uno de sus artículos.
“Son pocos los que mantienen esta memoria y este libro la reproduce y la transmite; está sustentado en largas tradiciones y procesos culturales muy complejos y ricos”, señala Querejazu. El artículo de este investigador gira en torno al arte de la región sur del lago entre los siglos XVI y XIX.
“He trabajado las pervivencias, cómo el arte prehispánico no manejaba la pintura en el lenguaje occidental sino que se manifestaba de otras maneras y cómo esas otras maneras han pervivido a lo largo del tiempo, sobre todo en el arte textil, en los kerus y en el arte plumario”, asegura el investigador.
El artículo de Querejazu valora la importancia del arte plumario, cuya presencia es un tanto paradójica debido a que, según explica, si bien en el altiplano “existen los flamencos que tienen plumas maravillosas”, no es una región que se caracterice “por las aves de plumaje vivo y colorido”.
La riqueza del arte plumario en esta zona es un testimonio del comercio y “el control de pisos ecológicos de distintos niveles y eso se traduce en el uso de adornos festivos de pectorales, de tocados, de espalderas como las chakanas, maravillosamente resueltas donde, además de las técnicas, muy pronto empiezan a mezclarse los elementos de origen prehispánico, como las serpientes, el arco iris y el sol, y los de origen español, como el águila bicéfala, los leones y los toros. Lo notable es que muchas chakanas que he encontrado y que se ilustran en el libro son representaciones de fiesta, hechas con plumas, son verdaderamente bellas”, dice.
Pintores de relojes
Pedro Querejazu aborda además la pintura y la escultura, se ocupa de la Virgen de Copacabana y el taller de Tito Yupanqui en Copacabana.
Pero también el arte popular tiene un espacio en su trabajo, específicamente la casi desconocida tradición de los grandes maestros de la pintura en miniatura en relojes que “abrían las esferas y pintaban a la Virgen de Copacabana, el escudo de Bolivia, vistas del lago Titicaca en relojes de bolsillo o de pulsera”, dice y le brillan los ojos cuando cuenta que esta tradición de pintores-relojeros se mantuvo hasta aproximadamente los años 50.
La introducción
La encargada de escribir la introducción de esta obra fue Teresa Gisbert, quien se ocupó de la coordinación del equipo de investigadores y escribió un artículo sobre arquitectura.
“Se trataba de hacer una obra conjunta, hay investigadores en folklore, en arquitectura, en música, en comidas, pintura, idiomas, es una maravilla”, afirma.
El libro se hizo en poco menos de dos años. “El BCP trabaja estos libros con mucha antelación y había mucho que hacer”, señala.
La presentación de La magia del agua en el Lago Titicaca contó con la presencia de Jorge Flores Ochoa, destacado especialista cusqueño, quien en su texto se refiere a toda la historia prehispánica de la cuenca norte del lago.
“Mi artículo versa sobre los primeros pobladores hasta el siglo XVI en la parte norte del altiplano”, explica.
“Creo que es la primera vez que un libro nos ofrece una visión integral de esta binacionalidad, que tiene como eje articulador el tema del agua. Se va a poder leer contribuciones de distintos autores, de distintas épocas y problemáticas tratadas mano a mano por el norte y por el sur del lago; es un aporte espectacular que además contribuye a las relaciones entre Perú y Bolivia”, sostiene.
El evento contó además con la presencia de Dionisio Romero, presidente del directorio de BCP. “Ha sido un esfuerzo de muchas personas, de 22 intelectuales, un trabajo de mucho esfuerzo y cariño. Hay un pasado muy rico entre los dos países. Tenemos un futuro muy promisorio, nos interesa afirmar las relaciones ancestrales que han tenido estos dos pueblos hermanos que son Perú y Bolivia e incentivar a que cada vez haya más comercio, más inversión y más lazos de comunicación entre dos pueblos”, afirma Romero, quien fue gerente general adjunto del BCP en Bolivia y residió dos años en el país.
Los autores
La obra La magia del agua en el Lago Titicaca tiene como autores a destacados intelectuales e investigadores de Bolivia y Perú.
Teresa Gisbert, Pedro Querejazu, Carlos D. Mesa, Ramiro Molina, Cergio Prudencio, Carmen Beatriz Loza, Rita del Solar, Claudia Susana Rivera, Silvia Arze y Martti Parssinen aportaron textos sobre la región boliviana del Lago.
Jorge Flores Ochoa, Roberto Samanez, Virgilio Palacios, Nicole Bernex, Rodolfo Cerrón Palomino, Luis Eduardo Wufarden, Elías Mujica, Marcela Olivas, Wálter Rodríguez Vázquez, Christiane Lefebvre y Fernando Valcárcel Pollard contribuyeron con artículos sobre la zona peruana del espejo andino de agua.
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