lunes, 3 de diciembre de 2012
Reyes cuenta sus costumbres en un museo.
Dicen que a la tercera va la vencida. Así sucedió con la fundación del municipio beniano de Los Santos Reyes. Primero, los monjes jesuitas y franciscanos se asentaron por donde hoy está Peña Guarayos, a orillas del río Beni. Luego, se trasladaron a El Arenal, lugar cercano al aeropuerto de Rurrenabaque. Pero el gobernador de Moxos, don Pedro Pablo Urquizo, ordenó después mover la misión para evitar que la franciscana de Apolobamba anexionara Reyes a su jurisdicción, ya que era lugar clave para el comercio. Así se instaló, definitivamente, en plena pampa beniana.
No se sabe con certeza el año de la fundación, que se ha establecido formalmente como 1706. Lo que sí está claro es que fue un 6 de enero, de ahí viene no sólo el nombre del pueblo (es el día en que, según tradición católica, los reyes magos de Oriente visitaron al recién nacido Niño Jesús) sino una costumbre: cada año, en esa fecha, se hace una entrada en la que tres chicos representan el papel de los tres monarcas bíblicos. Ése es el inicio de tres días de fiesta conocida más allá de sus límites municipales. El resto del año, Reyes es un pueblo tranquilo rodeado de naturaleza.
Los famosos tours de tres días por las pampas que ofrecen las agencias en cada esquina de Rurrenabaque llevan hasta este punto del mapa, a donde llegan numerosos visitantes, como a la cercana Santa Rosa del Yacuma. Al igual que sus vecinos, Reyes tiene un área protegida que abarca 505.590 hectáreas (53% del municipio) y en la que habitan animales en peligro de extinción como el mamaco (Crax globulosa), dos tipos de lucachis (Callicebus olallae y Callicebus modestus) y la paraba barba azul (Ara glaucogularis). El turismo es una actividad muy importante, pero la principal es la ganadería.
Esto se refleja en su Museo Arqueológico y Etnográfico. Algo alejado del centro de Reyes —que como en todo pueblo es la plaza principal— está el repositorio que muestra el pasado y el presente del lugar. Se encuentra cerca de la terminal, en la esquina entre las calles Marbán y 18 de Noviembre, dentro del Centro Municipal de Interpretación Cultural.
Por fuera, el techo está compuesto por tejas, pero el interior es de hojas de palmera jatata que logran refrescar el edificio a pesar del calor exterior (la temperatura media anual es de 30° C); aunque alguno que otro bicho anida entre el follaje seco y cae mientras se admiran los utensilios tradicionales de la zona, como una especie de cesta para transportar frutos llamada jasaye, un huso para hilar algodón o vasijas funerarias.
En esta primera sala se conoce a los antepasados de los reyesanos, que fueron bautizados así tras la fundación de la misión de Reyes, aunque eran, originalmente, personas del pueblo maropa, de la familia étnica tacana. Los restos fueron extraídos de Uaua-uno, un sitio arqueológico en la orilla oriental del río Beni, a 40 km del lugar. Los trabajos fueron una iniciativa de la ONG polaca Mundo Puro, con la colaboración de la Unidad de Arqueología de la Universidad Copérnico de Torún de Polonia. Una parte de los hallazgos está aquí y, otra, en La Paz, pero la Alcaldía va a solicitar que las piezas estén en el repositorio local, asegura el director de Cultura y Turismo del Gobierno Autónomo Municipal, Francisco Medina Subirana.
Vaca Díez, el primer gomero
Los paneles y fotos antiguas (en muchos casos, tan sólo son un acompañamiento visual, pues no se corresponden con la época de la que tratan) guían al viajero desde la llegada de los españoles hasta la fiebre de la goma, una historia común en todo el oriente boliviano. Aquí se puede aprender que uno de los pioneros en el negocio del caucho fue el conocido médico Antonio Vaca Díez, aunque la provincia que lleva su nombre está más al norte; Reyes es capital de la bautizada como José Ballivián.
El repositorio también muestras otros aspectos de la vida en Reyes y en Beni: las vestimentas tradicionales (como el tipoi o el camisaje), la gastronomía (masaco, majadito, payuje), los bailes (el puli puli, los macheteros, el taquirari) así como las frutas y plantas de uso industrial (yuca, motacú, algodón, caña de azúcar y otras).
Elsa Salazar, una cruceña que reside en Reyes, es la bedel, la guía y a quien hay que llamar para pedir la llave si el museo está cerrado. En su registro hay 50 visitantes en el último mes, entre extranjeros, nacionales y locales, asegura. Vecinos y alumnos de las unidades educativas acuden regularmente para conocer más sobre su propia historia. Por ahora, la entrada es gratuita.
Otra visita que hay que hacer, aunque sea sólo externa, es a la catedral, que conserva su forma de templo de la época de las misiones, aunque no los materiales originales de construcción.
Cuando el calor aprieta, lo mejor es escaparse al lugar donde los reyesanos van a refrescarse: la laguna Copaiba, a una media hora en moto por un camino de tierra salpicado por numerosas aves y ganado.
Al caer la noche, hay que ir a cenar temprano, no sea que el viajero se quede sin qué comer. Es más fácil encontrar un karaoke que un lugar donde se sirvan platos. Lo seguro es ir donde doña Malú, a una cuadra de la plaza, donde se sirve lomitos, hamburguesas, sandwiches... y, para beber, refrescantes jugos naturales de frutas. Es casi imposible tomarse sólo uno.
Tampoco abundan los hospedajes pero, fuera de los festejos de enero, no es difícil encontrar habitación libre. Importante preguntar si tiene ventilador y si hay cerca un karaoke: cualquier día de la semana, los cantantes lanzan sus melodías al aire hasta que el sol raya en el horizonte.
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