Imponente, perturbadoramente solitario y adecuado para un relato de terror, el emblemático Castillo Azul de la ciudad de Tarija probablemente es el sitio con mayor cantidad de relatos de espíritus y espectros.
Quizá uno de los sitios en Tarija de mayor reputación sobre fantasmas y aparecidos es el Castillo Azul, alguno de los moradores de esta imponente edificación, que data del siglo XIX, afirman haber encontrado con frecuencia objetos de la casa ubicados de un modo distinto al que fueron dejados el día anterior. También escuchan ruidos semejantes a pasos, puertas y ventanas que crujen al ser abiertas y la escalofriante sensación de una presencia cercana que sin embargo no se puede ver.
Los que por algún tiempo tuvieron oportunidad de vivir en el castillo, dan testimonio de algunas experiencias para muchos atemorizantes.
El Castillo de Navajas
La familia Amezaga Reinoso vivió en el Castillo en los años de 1963 a 1968, tiempo en el que se lo conocía como Castillo de Navajas. “Rompimos el encanto”, asegura Bertha Reinoso, que junto a su esposo Julio Amezaga y sus tres pequeñas hijas, Magdalena, Lumen y Alba, fueron los primeros habitantes del Castillo Azul que en la época se encontraba deshabitado y en total abandono. La familia rentó el Castillo de la dueña, Luz Molares Echazú, quien lo heredó de la familia Navajas, que fue propietaria del Castillo y de la Casa Dorada de la ciudad de Tarija.
Después de un arduo trabajo de limpieza la familia Amezaga Reinoso se mudó al castillo, ante la admiración de los vecinos, quienes aseguraban que no durarían mucho viviendo ahí ya que en aquella época eran bien sabidas las historias de espantos y fantasmas que moraban en el castillo, sin embargo la familia no tenía miedo y preservan recuerdos de esos años como un tiempo de mucha felicidad.
Relatos de fantasmas
“En las noches los perros ladraban y corrían desesperadamente, esto sucedía muchas veces”, comentó doña Bertha Reinoso que con sus 83 años de edad recuerda muy vívidamente la etapa en la que habitó el Castillo Azul.
“En una ocasión, un vecino que se dedica a hacer pan y usaba el horno de barro del castillo, escuchó muy claramente el ruido de la ducha, el sonido del agua cayendo como si alguien se bañara, lo que fue extraño porque no se usaba ese baño”, aseguró doña Bertha que investigó inmediatamente el hecho y constató que no había nadie.
En otra ocasión el matrimonio se dispuso a pasar la noche y tomando el recaudo para que su hija menor no cayera de la cama, acomodaron tres sillas junto al lecho de la pequeña, al poco rato oyeron el ruido de las sillas recorriéndose, prendieron la luz en el acto, pero nada había pasado.
Doña Bertha que disfruta aún de los buenos libros, recuerda que en una ocasión se encontraba sumida en la lectura cuando escuchó de pronto un fuerte ruido proveniente del salón, como si hubiera caído una gran tabla, nuevamente verificó el hecho pero todo estaba en una aparente calma.
Uno de los sucesos que mayor impacto le causó fue cuando se encontraba en casa sola con su hija menor que en aquel entonces tenía cuatro años y escuchó muy cerca de ella una respiración fuerte, no dijo nada para no asustar a su hija, sin embargo la pequeña comentó “¡mamá aquí suspiran!”.
La familia habitaba sólo los ambientes de la planta baja ya que el piso superior servía de depósito para la propietaria del castillo y no tenía un fácil acceso, apenas unos maderos inestables que ascendían peligrosamente por lo que no era recomendable transitar por ellos, también habían algunas habitaciones en la planta baja que tenían candado en la puerta y a los que no tenían acceso. “En una ocasión alojamos a una tía de mi marido en uno de los dormitorios que no tenían candado y después de un par de noches nos contó algo que nos pareció muy extraño y a lo que no dimos crédito ya que la tía era muy anciana”, comentó doña Bertha.
“Aquí viene don Moisés y se dio un cuesto que olió en todo el cuarto y me dijo que habrá los otros cuartos que ahí estaba la plata”, les contó la tía. La familia siempre muy delicada y respetuosa de la privacidad de la propietaria no podría haber pensado nunca en verificar tales hechos. Doña Bertha comenta que para la familia fue muy penoso dejar el castillo y aún cuando preserva hermosos recuerdos de felicidad nunca más volvió al mismo.
Espiritismo en el castillo
Desde 1966 el Castillo Azul pasó a ser propiedad de León Rengel Martínez y Avelina Estrada Galarza, los actuales propietarios también dan fe sobre extraños sucesos ocurridos en el castillo.
Doña Avelina Estrada comenta que una ocasión se dirigió a las habitaciones del piso superior y al estar subiendo las escaleras sintió una fuerte presencia pero junto a ella no había nadie. “Esta fue la única vez que sentí un escalofrío, realmente me asusté”, aseguró.
Pese a escucharse ruidos extraños doña Avelina nunca sintió temor de habitar el castillo pues considera que estos espíritus no son malos y convivir con ellos no es algo que le asuste.
Cuenta que aproximadamente hace 25 años atrás, la familia perdió una gran cantidad de dinero a consecuencia de un robo, pese a las denuncias e investigación policial no se logró dar con los autores del hecho, fue entonces que a través de una amistad que les recomendó, se realizó una sesión espiritista dentro del castillo. La sesión se organizó con algunas personas y se convocó la presencia de un alma conocida. “En aquel entonces atendía la tienda de repuestos de automotores y uno de mis clientes, don Emiliano Ortiz, fue asesinado y se convocó su presencia y tuvimos datos sobre el paradero de los ladrones que fueron encontrados en Villa Montes”, contó.
A través de la espiritista supieron también que años antes, en la época de don Moisés Navajas, el jardinero de la casa que había fallecido y fue enterrado en el castillo. “Carlitos Flores, pide misa y que le recen”, recomendó la espiritista.
A partir de este único evento que no volvió a repetirse en el castillo se hizo evidente que los ruidos y presencias eran más fuertes, motivo por el cual la propietaria pidió al sacerdote Juan Nicolay, que ungía de obispo en aquel tiempo, diera una misa dentro del castillo con lo que se apaciguaron los ruidos. “No tengo temor a los espíritus yo no les hago nada y no les cobro ni alquiler”, agregó valerosa la propietaria del Castillo Azul.
Malos espíritus
“A veces sucede que un espíritu prefiere permanecer en la tierra por diferentes motivos. Los malos espíritus son los que sufrieron, son almas negras con aire negativo son almas perturbadoras que rompen cosas, mueven puertas, hacen ruidos. Los que fallecieron con tranquilidad tal vez dentro de la casa son almas blancas y años atrás en Tarija se solía enterrar a los familiares en la misma casa y es posible que el Castillo Azul tenga muchos entierros”, aseguró un joven espiritista tarijeño, que reservó su nombre por considerar que los métodos publicitarios no son válidos para las personas serias que se dedican a esta actividad.
“Existen varios motivos por los cuales un espíritu se queda en la tierra, puede ser muerte por asesinato, conflictos sin resolver, necesidad que tienen de ayudar a una persona amada, los que se suicidan y los que asesinan no pueden dejar este mundo por castigo”, explicó el espiritista.
“Los espíritus errantes no son buenos ni malos, pero su presencia se siente como una gran pena y pueden contagiar esta pena a las personas que viven en la casa cuando se siente estas presencias se puede ayuntar con crucifijos y agua bendita, hay que hacer cruces en todos los rincones de la casa y rociar agua bendita”, recomendó.
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