Parecería que el tiempo se detuvo en las iglesias de la Chiquitania. Construidas entre 1745 y 1772, son las únicas en las que se puede apreciar la arquitectura original de las misiones jesuitas en América Latina, porque a pesar del tiempo todavía mantienen su encanto colonial.
Las iglesias San Javier, Concepción, San Rafael, San José, San Miguel y Santa Ana forman parte de este legado cultural que, junto a sus pueblos, fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1990 por la Unesco.
“Dos particularidades de las iglesias de la Chiquitania son el uso extensivo de la pintura mural y a veces de mica, un mineral de color argento de oro o plata. Todas ellas fueron construidas con la finalidad de tener una buena acústica para la música”, relata Philipp Schauer, autor del libro Atractivos turísticos en el departamento de Santa Cruz.
En la obra no sólo se ilustra la historia y características de las llamadas Iglesias de Esqueleto de Madera Multipasillos, por su estructura abierta, sino también lo que significó la llegada de los jesuitas a esta región ubicada entre el Chaco de Bolivia y las selvas de Brasil.
“En la Chiquitania, las iglesias son todavía el centro del mundo religioso y no sólo sobrevive su arquitectura, sino que conserva una parte de la herencia sociocultural de los tiempos de los jesuitas”, explica Schauer.
Es como si la Chiquitania, de tierras rojizas y verdes paisajes, se hubiera quedado con la memoria de los jesuitas, quienes llegaron para proteger a los indígenas de la opresión de la colonia española y, de alguna manera, marcaron el ritmo de vida y trabajo que hoy conservan.
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