Que la temporada turística es más floja de lo que se esperaba ya es un dato cierto de la realidad. Es innegable que la cuestión económica influye y probablemente exista una combinación de aumento de precios con disminución de poder adquisitivo en determinados sectores de la clase media. Pero también inciden cambios culturales que han consolidado nuevos hábitos de vacaciones, informa El Día.
La tendencia a fraccionar el descanso en varios (y más breves) periodos anuales ya se ha notado en los últimos años y se afirma cada vez más. En eso influye una conciencia cada vez mayor -alentada por médicos y psicólogos- sobre la conveniencia física de hacer varios cortes en la rutina antes que concentrar el descanso en un periodo muy prolongado pero demasiado espaciado del próximo. Hay, entonces, un aspecto vinculado al concepto de calidad de vida en el que se han afirmado también muchos otros hábitos sociales, desde la actividad física hasta la comida sana.
Pero en las últimas décadas se ha transformado también la cultura de viajes de la clase media. Los viajes al exterior se han vuelto más accesibles y eso hace que cada vez más gente piense en reducir sus vacaciones de playa para programar durante el año un viaje al exterior. Ha cambiado, inclusive, la concepción de los viajes con chicos. Hasta no hace muchos años, a las familias con hijos pequeños les parecía casi impensable llevarlos fuera del país. El programa de la playa era el ideal durante esa etapa de la vida. Ahora hay más facilidades, menos temores, mayor oferta de “paquetes familiares”.
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