s bien sabido que la emblemática Casa Dorada o Maison D’or de Tarija representa el mayor atractivo de la ciudad chapaca, esta imponente edificación que ilustra los billetes de 20 bolivianos, representa una época de auge en Tarija pero más que todo deja en claro el poder económico de don Moisés Navajas que la usó como vivienda particular en los años de 1903 y donde además, en la planta baja, hizo funcionar un lucrativo centro comercial, idea innovadora y modernista para aquella época.
Los tesoros perdidos que pertenecieron a la Casa Dorada
Mucho se dijo en aquel entonces sobre los orígenes de tanta riqueza, aún hoy corre el rumor de que Don Moisés Navajas debía su fortuna y éxito a un pacto que hizo con el diablo, motivo por el cual no pudo tener hijos en su matrimonio con doña Esperanza Morales.
También se decía que don Moisés Navajas fabricaba su propio dinero, ahí mismo en La Casa Dorada, ya que no era explicable tanta facilidad para acumular fortuna, lo concreto sin embargo es que don Moisés Navajas tenía mucha habilidad para los negocios, emprendedor y visionario como pocos en aquellos años en los que la ciudad crecía a paso lento y a su propio ritmo, alejada de la mirada administrativa de los gobiernos de aquel entonces.
Con visión para los negocios don Moisés Navajas hizo crecer su fortuna con el comercio en Tarija trayendo personalmente fina mercadería desde Europa abasteciendo mercados argentinos en Salta, Córdoba, Tucumán y Jujuy y por supuesto llegando ampliamente a mercados en Sucre, Potosí, Oruro, La Paz y Santa Cruz.
Tenía nueve tiendas de comercio en la planta baja de la Casa Dorada: una surtida botica, una ferretería, insumos para la agricultura, telas, lienzo y además ropa a la moda europea para damas y caballeros. En sus tiendas se podía conseguir desde un tornillo hasta el más fino traje. Todo esto se encuentra registrado minuciosamente en libros de contabilidad que hoy se encuentran en la biblioteca de la Casa Dorada o Casa de la Cultura como se la conoce también actualmente.
Litigios entre los herederos
La magnífica Casa Dorada quedó como testimonio de la sorprendente fortuna de don Moisés Navajas, sin embargo al no tener hijos a quien heredar sus negocios, a su muerte quedó todo en manos de su conyugue doña Esperanza Morales, que sin saber administrar los negocios de su fallecido esposo decidió alquilar las tiendas y sustentarse con los cobros de alquiler, así lo explicó la exdirectora de la Casa de la Cultura, Adela Lea Plaza que por más de diez años se desempeñó en el cargo.
“Cuando murió doña Esperanza Molares, los herederos de doña Esperanza, que no tuvo hijos pero si varios hermanos, exigían el derecho a tener parte en la distribución de tanta riqueza. Por esta razón empezaron los litigios legales entre los familiares, finalmente el juez ordenó que se cerrara la casa y así permaneció por muchos años”.
En este abandono quedaron también los finísimos y grandes espejos con lunas venecianas biseladas y montadas sobre marcos tallados en pan de oro, lámparas, arañas de ópalo y de cristal de roca, vajillas de cristal de bacará, cortinas de damasco y gobelino, alfombras persas, muebles en madera tallada y finamente tapizados, toda una variedad de objetos preciosos y valiosos actualmente por su antigüedad.
“La familia de doña Esperanza se llevó muchísimas cosas, y no solamente durante el tiempo que duró el litigio, también hubieron otras personas que sacaron las cosas en vida de doña Esperanza Morales que enferma no se levantaba de cama”, comenta la exadministradora Lea Plaza.
Doña Adela Lea Plaza dio testimonio de que juegos de muebles de la Casa Dorada se encuentran en Chile llevados por una sobrina de doña Esperanza que tuvo acceso a la casa durante el litigio y sustrajo una serie de objetos. “Además conozco que en Montevideo unos espejos biselados de la Casa Dorada se encuentran en la casa de un familiar de doña Esperanza, personalmente vi estos espejos y pregunté al familiar que lo confirmó”.
Doña esperanza tenía un “médico”, que practicaba medicina con hipnosis que también se llevó muchas cosas de la Casa Dorada, cuadros, estatuillas, una cantidad de objetos que ahora están en la ciudad de La Paz y que también vio personalmente doña Adela Lea Plaza.
“Con toda seguridad casos como esos se repitieron en el tiempo que duró la terrible pelea de la familia que había heredado. Si bien don Moisés Navajas tenía hermanos, se sabe que no se llevaba bien con ellos por lo que no tocaron nada, además que no tenían la necesidad porque la familia Navajas en general era una familia adinerada”, puntualizó.
Los juicios se prolongaron por algo más de diez años y finalmente la casa fue declarada de necesidad pública mediante una ley y fue comprada por la Universidad Juan Misael Saracho que por mucho tiempo tampoco pudo hacerse cargo de mantener la infraestructura.
El abandono y la falta de mantenimiento deterioró significativamente la estructura que fue rescata en los años 80, en la gestión administrativa de doña Adela Lea Plaza como directora de Cultura en Tarija.
“Todo lo que quedó y se pudo salvar en la Casa Dorada es original, la universidad no podía ya recuperar nada de lo que se sustrajo antes porque además no había como demostrarlo porque cuando compraron la casa, muchos objetos ya no estaban ahí y la familia había cargado con muchas cosas”.
APUNTES SOBRE EL CASTILLO
El Castillo Azul fue heredado a Luz Morales, familiar de doña Esperanza. El Castillo también se encontraba deshabitado y la señora Luz Morales en edad avanzada y muy enferma decidió alquilar el Castillo a Bertha Reinoso.
La familia Amezaga Reinoso vivió en el Castillo Azul en los años de 1963 a 1968 pero sólo ocupaban la planta baja del Castillo, no tenían acceso a la parte alta y había algunas habitaciones cerradas que hacían de depósito.
Durante el tiempo que habitaron el Castillo la señora Bertha Reinoso comenta que en una ocasión la empleada que trabajaba para la propietaria visitó el Castillo e ingresó a la parte alta a la que la familia de inquilinos no tenía acceso.
Doña Bertha y sus hijas, motivadas por la curiosidad acompañaron a esta persona a la zona alta del Castillo, por un ingreso de escalera muy endeble de maderos incrustados a la pared, poco estables y peligrosos, pero la aventura parecía valer el riesgo.
Una vez en el piso superior quedaron maravilladas ante la gran cantidad de objetos que se encontraban en el lugar, canastos de mimbre llenos de objetos de cristal de roca, candeleros, cubiertos, bajillas, estatuillas, cuadros, alfombras, tapices, muebles y una serie de objetos decorativos depositados en mesas y en cestos a lo largo y ancho de la habitación.
Doña Bertha comenta que quedó particularmente maravillada por un niño de Praga, de medio metro de alto y hecho de cristal que se erguía imponente en una de las mesas rodeado por otros objetos en lo que parecía una escena de un tesoro escondido de cuentos y leyendas.
En definitiva la Casa Dorada encierra un periodo muy interesante de la historia de Tarija, una familia que logró consolidar una de las fortunas más grandes hasta ahora vistas, negocios y emprendimientos comerciales que se encuentran registrados en documentos de compra y venta, cartas y libros de contabilidad, todo ello cuidadosamente preservado en la biblioteca de la Mansión de Oro que queda como testigo silencioso de lo que fue una gloriosa época de auge en Tarija.
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