Recorrer el museo permite comprender la vivencia cotidiana de los mineros. El hombre del socavón solo carga con sus herramientas y su fe. Trabaja en un ambiente hostil, respira los restos del metal y sabe que en cada picotazo deja parte de su vida. La Virgen del Socavón y el Tío son sus guardianes: los protegen y también los ayudan a encontrar nuevas vetas y sacar suficiente metal.
Dejar la vida en el interior de la mina es parte de la existencia de miles de bolivianos. Sin importar el sacrificio de respirar silicio y morir jóvenes por sus efectos, los mineros no solo tienen el trabajo en el socavón, sino también la devoción en la virgen y en el tío, ambos imprescindibles para sobrevivir y para extraer lo suficiente que les permita vivir y mantener a sus familias.
Detrás de su laboriosa tarea hay creencias. Una de ellas habla de que las mujeres no deben ingresar a trabajar en el socavón. Durante muchos años, ellas solo permanecían en el exterior, separando el mineral bueno del malo.
Hombres y mujeres, nacionales y extranjeros pueden ser testigos del mundo mágico del interior de la mina.
En Oruro está el museo minero, al que se ingresa desde el interior del santuario. Corresponde a una mina que fue explotada a fines de 1800 y principios de 1900. Recorrer el museo es sobrecogedor y, sobre todo, permite adentrarse en el mundo de los mineros, comprender su labor, su lucha y sus circunstancias.
El recorrido demora alrededor de 40 minutos, periodo en el que el visitante no solo observa, también respira y padece como el trabajador del subsuelo, con escaso oxígeno. Este fotorreportaje intenta reflejar esa experiencia, de manera que el lector imagine el esfuerzo de trabajar durante ocho horas o más en un ambiente tóxico, oscuro y asfixiante
En la parroquia de la Virgen del Socavón conviven la imagen católica de la madre de Jesús con otras imágenes no religiosas |
El “Tío” fuma, bebe y acullica. No le faltan los regalos de los que creen en él y le piden ayuda en la mina |
Ingresos y salidas de la mina . Los mineros trabajan a 70 metros de profundidad y para descender tienen gradas como las que se aprecia en el museo; en muchos casos son más precarias y peligrosas. |
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