Por S. ARTURO PIZARROSO
Hace un par de años (1928), me vi favorecido con una invitación del ingeniero belga A. J. Lebrun, miembro de la Sociedad de capitalistas belgas, para acompañarle en un viaje de estudio a la región de los Yungas, a fin de darse cuenta de la ruta más directa del ferrocarril de La Paz al Beni, por Yungas.
Salimos de la ciudad de La Paz, en una fresca mañana de septiembre, en el tren del ferrocarril a Yungas; siendo lo más interesante del viaje, el brusco descenso que se admira al transmontar la cumbre de la cordillera, por en medio de atrevidos zigzagues de estrechas curvas verdaderamente ingeniosas, más audaces que las de la Cuesta Colorada de la línea Oruro-Cochabamba.
Baja el convoy, ofreciendo al viajero un paisaje incomparable y grandioso, que, al decir del inteligente ingeniero, es un paisaje maravilloso y salvaje, en medio de la Cordillera bravía y escarpada que produce la sensación de vértigo; lo que hace admirar el poderío del hombre, que nada en estos tiempos le es difícil de salvar, porque la Ciencia ha llegado a tal extremo de progreso, que, a no dudar, pronto habremos descubierto el Misterio de la Muerte. . .
A las doce del día, llegamos a la estación Hichuloma, que es un lugar pintoresco y muy interesante, por la aglomeración de los viajeros y la confusión de éstos en tomar sus mulos, unos para dirigirse al Sud, y otros al Norte de Yungas. De este punto, se puede apreciar perfectamente la ruta que más conviene para el ferrocarril al Beni, por Coroico. De Hichuloma, el final de las rieles del mencionado ferrocarril, tomamos nuestras cabalgaduras, y viajamos por en medio de bosques hermosos, abruptos, llenos de paisajes incomparables, divisando bellas cascadas, con sus cabelleras blancas que parece que cayeran del azul del infinito, y llegamos al término de nuestra primera jornada: Bellavista.
Al día siguiente, frente a igual aspecto de maravillosa naturaleza, pero entre bosques menos abruptos, cruzando bellos ríos cristalinos, como es el Coroico, atravesamos por en medio de hermosas fincas, rodeadas de cultivos de café, coca y cacao, y, bajo un sol cani-cular, alcanzamos el final de nuestra segunda jornada: Coroico. Esta bella ciudad está situada sobre faldas del Cerro Uchumachi, capital de la provincia de Nor-Yungas. Es una ciudad muy bonita, y llena de un inmenso atractivo, debido a su clima delicioso y a su envidiable posición topográfica, que aventaja a la de cualquier otro pueblo de Yungas, por su proximidad al Beni.
Continuamos al día siguiente nuestro viaje, siempre en mulos, a los primeros fulgores de una mañana serena y tropical, saludados por cantos de hermosas aves de bellos plumajes. En esta tercera jornada, la naturaleza se nos presenta bellísima e indescriptible. Y nos dice, francamente, el señor ingeniero, lo siguiente:
–Recorrí varios puntos hermosos de la Suiza; pero estos lugares que son “paraísos o selvas escondidas”, los encuentro superiores o incom-parables. ¡Es una Suiza superior, más bella y más poética!
Y cruzamos el río Santa Bárbara, y nos internamos en la verdadera Selva Escondida, en donde, hace años, el suscrito escribió un tomo de poesías con ese título. Penetramos por la vasta propiedad de Quenallata, que tiene, más o menos, una extensión de una ocho o diez leguas cuadradas. En todo el trayecto, el bosque es ya bravío, salvaje, primitivo; pues se encuentran árboles tan corpulentos, que no alcanzan a abrazarlos ni tres hombres. Por consiguiente, hay allí gran variedad de maderas preciosas, aprovechables para cualquier trabajo en que quisiera el hombre emplearlas; diversidad de aves sin cuento, de hermosos cantos y de bellos plumajes; cascadas maravi-llosas, cuyas aguas bajan de 300 a 400 metros de altura; hay animales feroces, como el tigre (jaguar), el puma, etc. Todas estas maravillas de la naturaleza se encuentran en los lugares denominados: Chirqueño, Santa Rosa, Puente Armas, Choro, Puerto Colón y Santa Ana. Es una verdadera lástima, que todos estos bellos lugares se hallen despoblados, por falta de bra-zos humanos e inmigración europea, y estando tan cerca de La Paz: a tres días de esta ciudad. Actualmente “The Foundation” está trabajando un camino para automóviles de Hichuloma a los Yungas. Así, muy pronto, haremos cómoda-mente el viaje, y lograremos poblar estos fértiles lugares, tan apropiados para toda clase de trabajos de agricultura tropical; pues aquí se producen admirablemente el algodón, la caña de azúcar, la cascarilla, etc.
Seguimos el río Coroico, por su margen derecha, y llegamos ese mismo día a Caranavi, a la hora del tramonto, en un crepúsculo tropical, soñador. En el cristalino río de referencia, hemos podido apreciar abundancia de pescados (sábalos), más exquisitos que los del mar.
Caranavi es un lugar muy pintoresco, bastante plano y lleno de cultivos de caña de azúcar. Está bañado, por la margen derecha por el río Yara o Taipiplaya y, por la izquierda, por el Coroico. Son tan caudalosos estos ríos, que, para atravesarlos, tuvimos que hacerlo en “callapus” o balsas, tripulados por “lecos”, o sea, gente de Guanay, bastante diestros en el manejo de dichas embarcaciones, adaptables a esos ríos, y construídas con una madera especial y liviana que se produce en abundan-cia en estos lugares.
Caranavi tiene una hermosa vega, llena de plantaciones de caña, en una extensión tan sólo de 25 hectáreas, de las 735.000 que tiene de tierras baldías la Compañía “The Bolivian Rubber Enterprise Ltd.” La instalación de la fá-brica es bastante regular, e igualmente el trapiche. La producción mensual de alcohol es muy escasa, a causa de las maquinarias rudi-mentarias, y la poca extensión de terrenos cultivados. El transporte de las latas de alcohol se verifica en “callapus”, hasta Puerto Colón, y, desde este lugar, mediante los indígenas fleteros, que la hacen valiéndose de mulas, por el camino que ha abierto la Empresa, en la margen derecha del Coroico. La mayor parte de los trabajadores son “lecos” del Guanay, Rurrena-baque y Riberalta.
El clima es bastante delicioso, y casi no hay enfermedades palúdicas. La posición topográfica en que se encuentra Caranavi, es de un porvenir muy lisonjero; pues es la vía más directa de La Paz al Beni. Desde este punto, en balsas, se puede llegar en dos días a Riberalta. Es la ruta más corta y directa para el proyec-tado Ferrocarril de La Paz - Yungas - Puerto Pando - Beni; ofreciendo de esta manera, a la nación boliviana, un intercambio comercial con el Beni y demás departamentos de la Repúbli-ca.
La caña de azúcar tarda ocho meses en desarrollar. Crece bien, y bastante alta y gruesa. La particularidad que tienen estas regiones del valle de Coroico, es que la caña no necesita de riego, por ser el terreno muy húmedo y cubierto todas las mañanas por una niebla que se desprende a manera de lluvia, sirviendo de regadío a dichas plantas; cosa que no sucede en Sud Yungas.
Estas son las ligeras consideraciones de este viaje que realizamos con el ingeniero Lebrun; habiendo sido nuestro regreso a La Paz, igualmente ameno y feliz, y conservado, grabado en el corazón el recuerdo admirativo de esas bellas tierras noryungueñas, dignas de un porvenir muy dichoso, que habrá de trocarse en venturosa realidad, dentro de pocos años.
La Paz (Bolivia), febrero, 1930.
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