Es sábado 6 de julio de 2013 y son aproximadamente las 6:30 de la mañana. El frío no es tan crudo como hace unos días, pero uno de los aventureros anticipa que la temperatura irá bajando según subamos la montaña. Por ahora sólo esperamos que lleguen todos los convocados. Me siento un poco afligida, pues el grupo de extranjeros ya se encuentra esperando a los demás, un grupo de 12 chicas que pertenecen a la Formación Técnica de la ciudad de El Alto.
El lugar de encuentro es la Iglesia de San Miguel y por fin y una vez que estamos todos reunidos partimos en dos minibuses hacia la pequeña población de Choquekota, de donde partirá la caminata.
“Por suerte no está lloviendo”, dice Franziska Stahl, una de las jóvenes alemanas aventureras que hará el recorrido.
La partida
Ya desde el inicio del tramo Choquekota a la mina San Francisco me doy cuenta que no será para nada fácil. Sin embargo, los paisajes, el sonido del río y estar acompañada de un diverso grupo de amigos hace que esto sea menos pesado y más llevadero.
Una vez en mina San Francisco, Hernán Sarmiento, líder y guía del grupo, brinda algunas indicaciones para la caminata (típico de un experto que ya realizó esta serie de aventuras en más de una oportunidad).
Informa que estamos aproximadamente a unos 40 kilómetros al este de la ciudad de La Paz, a los pies del nevado Mururata y del cerro que lleva el nombre del camino, Takesi, que une a la zona montañosa del imponente altiplano con los valles templados con la hermosa tierra tropical. Todos aprovechamos para tomar un par de fotos e iniciamos la caminata.
Los miembros de Amigos de Bolivia, un grupo proveniente de Alemania que coopera en una serie de programas y proyectos en Bolivia, reparten bolsas para hacer el recojo de basura durante la travesía, pues ése es el objetivo principal: limpiar el camino.
“Vine unas seis veces a Bolivia e hice este recorrido en cuatro ocasiones. El camino está muy lindo, pero sucio y lleno de basura que dejan los visitantes, por eso decidimos limpiarlo”, afirma Christiane Lettow-Berger, otra de las aventureras germanas.
Durante el recorrido se puede ver los hermosos paisajes. La niebla que cubría por la mañana al Mururata ha desaparecido y los primeros rayos del sol son como una bendición en este frío.
Todo el grupo recorre el camino prehispánico entre risas, cansancio y fotos. “Las subiré al Facebook, sin duda alguna, en cuanto llegue a la ciudad para que vean en mi muro estos paisajes”, dice muy alegre aunque cansado por el trajín de la caminata Juan Gabriel Condori, mientras recoge la basura.
El recorrido se hace cada vez más difícil para algunos, pero los motiva el sentido de compañerismo en el que no se debe abandonar a nadie. “O llegamos todos juntos, o no llega nadie al refugio”, asegura Sarmiento.
El guía escogió las ruinas de Mina Andina para almorzar. Cerca de la laguna Luru Kheri, el panorama es fantástico.
Mientras almorzamos y descansamos un momento, Sarmiento nos comenta algo sobre recorrido que estamos realizando por este monumento nacional de arqueología, que une sistemas ecológicos y culturales. Descenderemos a cerca de 2.000 metros sobre el nivel del mar al llegar a nuestro destino en La Chojlla.
El Takesi
“Es un enigma saber quién hizo ese camino de gradas de piedra laja. En la época precolombina esta vía se constituyó en un sistema de comunicación que formaba parte de una red vial hacia los valles del actual departamento de La Paz. También sirvió para el intercambio de productos (trueque) o tal vez fue también una vía de inmigración y conquista”, explica muy seguro el líder, mientras todo el grupo lo escucha con atención.
Ubicado entre las provincias Murillo (Ventilla) y Sud Yungas (Mina Chojlla), el Takesi recorre una distancia aproximada de 45 kilómetros atravesando la Cordillera Real de los Andes por el cerro también llamado Takesi, a 4.570 metros sobre el nivel del mar, que es el punto más alto del camino.
Continuamos con el trayecto, que cada vez se hace más agotador. “Es un viaje nuevo y diferente para mí, porque yo soy de Llallagua (Norte de Potosí) y nunca había hecho este tipo de caminatas”, dice Yosete Helen Plaza, una de las chicas becadas de Formación Técnica.
Es difícil creer que los visitantes que hacen este recorrido boten basura, bolsas, latas de sardina y atún por todo lado y me llama la atención el entusiasmo que muestra el grupo extranjero en la recolección de los desechos.
Llegamos a nuestro destino a las 19:30, a un refugio llamado Kacapi, donde se encuentran otros viajeros. Compartimos con ellos experiencias y anécdotas de nuestra travesía.
El clima cambió por completo. Ahora hace calor y se siente la calidez del hermoso trópico yungueño. Todo el grupo está agotado y lo único que desea es descansar.
A las 8:30 del día siguiente partimos del refugio para terminar con el recorrido pasando por el río Sochicachi, para terminar en la Chojlla, lugar de nuestro destino, terminando de recoger los desechos de los visitantes.
Esta experiencia diferente y agotadora, que fue posible gracias a dos grupos de voluntarios, puede repetirse en un futuro para mantener limpia la histórica ruta del Takesi.
“Vine unas seis veces a Bolivia e hice este recorrido en cuatro ocasiones. El camino está muy lindo, pero sucio y lleno de basura”.
Christiane Lettow-Berger
“Fue una alegría para mí el reconocimiento pero agradezco a las chicas que me motivaron a terminar este viaje”.
Klaus Hiemeyer, Amibol
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