“Quiero convertir a Bakú en una ciudad más moderna que Dubai”, aseguró a un grupo de periodistas Haci Ibrahim Nehremil, presidente de la compañía Avesta Conserni, encargada de la isla artificial donde se está construyendo una de las ciudades más caras del mundo con un rascacielos de un kilómetro de altura, el más elevado del planeta y la mezquita más grande de las existentes.
Azerbaiyán, el país del fuego, emerge con identidad propia y con impulso renovador en el corazón del Cáucaso, con lindes al norte con Rusia, al noroeste con Georgia, al oeste con Armenia y al sur con Irán, como el más rico de los seis estados túrquicos independientes.
Y Bakú, cuyo nombre deriva del persa y significa la “ciudad de los vientos”, se prepara para convertirse en centro de acontecimientos deportivos, como el campeonato del mundo powerboat clase F2, con 24 pilotos de diferentes países y que se disputará en el mar Caspio este mes.
La ciudad acogerá también los Juegos Olímpicos Europeos, que se celebrarán en junio de 2015, para los que se ha construido una moderna Villa Olímpica con apartamentos para alojar a 7.500 atletas.
Con una población de poco más de dos millones de habitantes, de los nueve millones con los que cuenta la república turcomana, la ciudad se ubica a orillas del mar Caspio, desde donde se divisan imponentes plataformas petrolíferas que extraen un millón de barriles de oro negro al día. Las bolsas de petróleo en tierra firme se han agotado, pero en el mar Caspio quedan reservas al menos para dos decenios, aseguraron las autoridades.
Presente y pasado
Una fuente de riqueza, el petróleo, impulsó a Hitler a lanzar a sus tropas para apoderarse de este territorio proveedor de energía de la URSS, pero los soldados de la Wehrmacht fueron frenados por las fuerzas de Stalin a 500 kilómetros de Azerbaiyán.
La economía del país está basada en el petróleo y en el gas natural, en manos de los azerbaiyanos desde su independencia en 1991 tras el colapso del régimen comunista de la Unión Soviética.
Las llamadas Flame Towers o las torres de llamas, construidas en forma de lengua de fuego, lucen rojas en la noche e iluminan Bakú en homenaje al petróleo que en el siglo XIX era utilizado para las lámparas hasta que, en 1890, se instalaron compañías de Estados Unidos, Italia y Alemania.
La impresión que produce al viajero la vista de la ciudad es impactante por la mezcla de la más absoluta modernidad y diseño, con los residuos de la era soviética y la inquietante sensación de un desarrollo económico difícil de digerir en poco más de 20 años por los propios habitantes.
Vehículos de alta gama se cruzan con viejos coches rusos Lada por las carreteras que bordean el Caspio. La población es de mayoría musulmana chiita, aunque el Estado es laico y asegura la libertad de culto, y la lengua es el azerí, un idioma túrquico que se habla en el suroeste de Asia, trufada con algunas palabras rusas y árabes asimiladas por los azerbaiyanos, cuya mayoría domina además el ruso y muy pocos el inglés.
Así se pudo comprobar durante las visitas a diversas partes de la ciudad desde el Museo de Arte Contemporáneo, construido por la arquitecta iraquí Zaha Hadid, quien también es autora del nuevo museo de arte contemporáneo Maxxi de Roma.
La Torre de la Doncella
En la Ciudad Vieja, impoluta, con edificios de color arena destaca la Torre de la Doncella del siglo XI, donde se sitúa una bella leyenda de amor y se mantienen intactas las fondas de las caravanas de camellos porque Bakú era parada obligada de la ruta de la seda, una red de rutas comerciales entre Asia y Europa en el siglo XV.
La ciudad amurallada fue inscrita en el Patrimonio Mundial de la Unesco en diciembre de 2000.
Mujeres de todas las regiones del país trabajan en los telares con infinidad de hilos para tejer tapices de textura densa con patrones provenientes de todos los rincones de Azerbaiyán.
Una de las mujeres teje con extraordinaria habilidad un tapiz en el que van surgiendo los rostros de una pareja de recién casados que han querido inmortalizar sus retratos en la alfombra. El precio es de unos 3.000 euros -no llega a los 4.000 dólares- y la duración del encargo unos cinco meses, refiere el vigilante de las trabajadoras.
Pero la tradición no entorpece el desarrollo económico brindado por la explotación de sus recursos energéticos, por lo que el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, favorece las inversiones en el país en el campo de los hidrocarburos, energías renovables, construcción, transportes, telecomunicaciones, banca o turismo.
Azerbaiyán se convierte así en un país de oportunidades para los inversores y en una cita indispensable para los amantes de nuevas sensaciones que aportan remotas culturas. (EFE Reportajes)
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