martes, 12 de noviembre de 2013

Los turistas compran poco y aprenden rápido a regatear


Iglesia de San Francisco, en el centro de La Paz, once de la mañana. Hora de las salteñas. En las cafeterías varios turistas se afanan en probar esta delicia boliviana. Un recorrido por la zona turística de La Paz, las calles Linares y Sagárnaga, y la imagen es variopinta. Como es lunes, no hay tanta afluencia de turistas, como sí ocurre durante el fin de semana.
La temporada alta de turismo en La Paz comprende mayo y agosto. Por eso, los comerciantes coinciden en que ahora las ventas son muy bajas porque hay menos visitas de turistas.
Nora Bayerman, una de las comerciantes del sector, comenta que ya no venden como antes. "Quizás por la crisis de la economía mundial y porque hacen falta más auspicios por parte del Gobierno boliviano para promocionar el turismo”. También afirma que muchos turistas llegan como "mochileros” y no tienen mucho dinero para gastar.
Lo que más le llama la atención, sin embargo, es que "aprenden rápido cómo regatear”.
Valentina Flores confiesa que tienen que vender un poco más caro "para luego poder rebajar el precio si hay regateo”. Cuenta que suben de 15 a 20 bolivianos, por ejemplo. Ella trabaja como vendedora de artesanía de lunes a sábado en la calle Sagárnaga y observa cada día cómo hay "muchos turistas que sólo vienen a pasear y a ver, y no compran”.
Paseando por esta zona turística se encuentra Lauri Lappalainen. Llegó de Finlandia hace dos días. Eligió pasar sus vacaciones de cinco semanas en Bolivia porque "es barato y bonito”.
Desde Suecia viene Kajsa Werner y no es la primera vez que visita el país. Ha vuelto de vacaciones. "Me gusta porque es un país exótico y diferente, que ha sabido conservar su cultura”, dice esta joven estudiante de 25 años.
Comenta que muchas veces tiene la impresión de que "no quieren tanto a los turistas como en otros países. No están todo el tiempo insistiendo en que compres, por ejemplo, y eso me parece muy bien”. Su presupuesto no es muy elevado para el viaje. Como media gasta al día entre 70 y 100 bolivianos, entre alojamiento, comida y algún gasto extra.
En cambio, para la brasileña Eva Almeida, quien lleva dos meses viajando en una caravana por distintos países, el trato que ha recibido como turista en Bolivia "no ha sido muy cordial y parece que aquí las personas tienen un carácter más bravo”.
Marta Crespo es española y acaba de llegar de Copacabana, después de pasar por Perú en su viaje de vacaciones de cinco semanas. Es su primer día en La Paz. "Me ha sorprendido mucho, porque es más bonita de lo que esperaba, barata y el trato con la gente es muy bueno”.
Jill Chang también pasa su primer día en la ciudad. Viene de Londres y transita por la conocida "calle de Las Brujas”, junto a sus compañeros de viaje. Echa una mirada a los sullos o fetos de llama y afirma que prefiere no preguntar lo que significa. Con perplejidad admite que "aún es pronto para enterarse de algunas tradiciones” bolivianas.
En este mercado, que para los bolivianos es de las "chifleras”, Flora López explica que, por lo general, los turistas se interesan por conocer la cultura y las costumbres existentes en el país.
Le suelen preguntar por remedios para el dolor de estómago o de cabeza y, sobre todo, para el mal de altura. "Se admiran con nuestra sabiduría popular, probablemente porque a ellos les falta este tipo de tradiciones en sus países”, recalca López.


Las ventas bajan en las agencias de viajes

Algunas agencias de viaje de la zona turística del centro de La Paz han notado una disminución importante en la venta de excursiones en los últimos años. "Si antes entraban 20 personas al día, ahora sólo entran de 10 a 12”, cuenta Wilmer Limachi, quien trabaja en una de ellas.
Los jóvenes son los usuarios más frecuentes de este tipo de actividades. Una de las ofertas más caras es a Rurrenabaque (1.700 bolivianos), mientras que el más barato es pasar un día en Coroico (menos de 100 bolivianos). La mayor venta que se ha realizado a un solo cliente en uno de los comercios de la zona es de 700 bolivianos. Pero esto no suele ser frecuente. El dueño del negocio asegura que en su caso las ventas han bajado hasta el 50%.
Los hostales destinados al turismo europeo también notan el descenso en el número de extranjeros que llegan. Lo más habitual es que prefieran precios muy económicos, aunque compartan la habitación con varias personas. Freddy Mamani, recepcionista en uno de los establecimientos, admite que el principal problema que tienen es la falta de información turística. Suelen preguntar sobre lugares para visitar y "no tenemos la suficiente capacitación para responder”.

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