Enclavado en la Cordillera Real, una de las portentosas cadenas de los Andes de Bolivia, el Huayna Potosí, impone su presencia con indescriptibles paisajes que se pueden admirar a medida que se avanza por senderos de piedra y nieve que llevan hasta su pico más alto, a 6.088 msnm.
Situado a 25 kilómetros de La Paz, este nevado -cuyo nombre aymara significa Cerro Joven- es una de las montañas más concurridas del país, por su accesibilidad y cercanía con la urbe.
Si bien los ascensos alcanzan su punto máximo en temporada alta, de mayo a septiembre, el resto del año también es posible alcanzar la cima, aunque con algunas adversidades climáticas, especialmente en temporada de lluvia.
Durante el ascenso primero se debe recorrer un camino empedrado que, según explica el guía de montaña Sergio Condori, surgió por un choque de las placas tectónicas continentales, hace diez millones de años, cuando el sector estaba sumergido en agua.
"Aquí el magma de los volcanes se fundió, por eso se encuentran fósiles en el camino”, explica.
Después de recorrer este trayecto -en el que se pueden apreciar glaciares, lagunas y otros cerros a lo lejos- comienza un ascenso por un manto blanco infinito que conduce hasta campamento alto, a 5.400 msnm.
A esa altitud es posible ver cómo las nubes envuelven las montañas y cubren el precipicio que se encuentra a nuestros pies. Es cuando anochece y, bajo esa oscuridad insondable, se queda grabada en la memoria ese impactante panorama andino.
Pronto amanece en el refugio y, después de una nevada intensa de 10 horas continuas, todo queda pintado de blanco, cubriendo incluso aquel sendero rocoso por el que concurre un promedio de 700 turistas al mes.
El descenso, entonces, es una permanente admiración por la inmensidad de los cerros blancos que bordean el Huayna Potosí y por esa rampa casi infinita por la que nos deslizamos como niños.
Sin importar en qué época del año se visita este imponente nevado, siempre se puede vivir una aventura al filo del vértigo y la adrenalina, con paisajes que, sin duda, dejan sin aliento a quienes buscan clavar en su cima la bandera de la conquista.
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