Escribo sobre un lugar que no conozco, que llegué a bordearlo en dos ocasiones sin llegar a sus entrañas; una vez, por el derrumbe del camino y, hace un par de años, por los bloqueos camineros en vísperas de la fiesta en homenaje a la Virgen de la Inmaculada Concepción, que se celebra cada 8 de diciembre.
Preparar viaje para Apolobamba es aún un sueño no realizado, pese a tener un compromiso con el recuerdo de un familiar que ahí habitó sus últimos días y con mi amiga Horti, que ahí creció. Ella me enseñó fotos y videos de sus paisajes entre serranías y llanos, de la plaza, del jocheo de toros, de la serenata a la Vírgen y de otros detalles sorprendentes para una paceña del páramo. El centenario templo queda a 450 kilómetros del Palacio de Gobierno nacional.
También tengo un interés profesional porque Apolo, Apolobamba, aparece como un territorio emblemático en diferentes momentos coloniales y republicanos. Actualmente es la primera sección municipal de la Provincia Franz Tamayo, una parte de la antigua y legendaria Provincia Caupolicán (que abarcaba el norte amazónico boliviano) y única con un nombre de un caudillo indígena rebelde. Tiene sólo 14.000 habitantes en un vasto espacio; dos mil de ellos están concentrados en el pueblo. Territorio araucano, resistió a aymaras y luego a quechuas.
San Miguel de Apolobamba fue fundado inicialmente en 1587, pero luego fue refundado en otro lugar en 1615 y, finalmente, un sacerdote español, junto a un grupo de lecos, aguachile, apolistas y paimanos, puso la piedra angular del poblado el 8 de diciembre de 1690, día consagrado a la Inmaculada Concepción de la Vírgen María.
En pleno siglo XXI, los periodistas que cubrieron los trágicos sucesos de octubre, no podían creer que los hispanos llegaron en mula o a pié hasta esa zona tropical, 20 grados y muy caliente en verano, aislada en épocas de lluvias. Hasta hace unas décadas, con un vehículo pesado se tardaba 48 horas en arribar desde la sede de gobierno. Existen tierras productivas para frutas y para arroz, valles, bosques y pajonales. La coca era en 2005 su principal producto. El nombre de Apolo es una traducción local que quiere decir “pampa grande” y no refleja ninguna herencia con el dios griego o con los viajes espaciales. El sustantivo que aparece en los documentos coloniales es “Apolobamba”.
LA PRIMERA ERRADICACIÓN DE LA COCA
Cuando investigaba sobre los cultivos del tabaco y su industrialización en Bolivia, encontré en el Archivo Nacional, en Sucre, un documento singular. La corona española encomendó a Francisco de Paula Sanz, conocido gobernador de Potosí, preparar la creación de una factoría de cigarros y puros para aliviar las estrecheces económicas del momento y para lograr que los indios dejen la coca y planten tabaco.
En su visita a los Yungas paceños en 1780 Sanz informó: “todos los dueños de las grandes haciendas están dedicados a la coca como género de más consumo universal, vicio de todos los indios de esta provincia, tiene una lucrosa salida y se vende a ventajosos precios en todo tiempo. Pocos indios yanaconas siembran tabaco además de su cocal”. Esos plantines eran para consumo personal pues pese a los esfuerzos españoles para difundir el consumo del tabaco (que inicialmente habían prohibido) no lograron que fumar sustituyese a pinchar.
“Los hacendados y los agregados, los pequeños y grandes propietarios” mantuvieron la coca como su principal producción durante toda la colonia.
La propuesta virreinal era construir en Apolobamba una fábrica de tabacos similar a la de Asunción, pero durante dos décadas esas iniciativas fracasaron. Desde 1804 se sucedieron diversos informes sobre la intención de crear esa gran fábrica en la Misión de los padres agustinos. Los curas, igual que en otros proyectos en la zona, debían cumplir un importante rol. Por la correspondencia que se encuentra en el A.N.B., se concluye que la fábrica podría satisfacer la demanda de La Paz y de las provincias de Puno, Cuzco y Arequipa, aprovechando la calidad del tabaco del norte paceño, ya famosa.
Algunos funcionarios opinaron que la gran factoría no tendría ninguna utilidad; en cambio, los proyectistas calcularon la elaboración de siete mil cigarros industriales que superarían la elaboración artesanal del tabaco en mazo. Un agustino tendría la tarea de entrenar a seis operarios. Desde el inicio se calcularon déficits por la distancia y ello postergaba el proyecto cada año. Sus defensores mostraban optimismo y en un oficio fechado en Buenos Aires, el 10 de abril de 1807, el propio Virrey instruyó “colectar los tabacos que se cultivaban en Caupolicán, es decir Apolo y reconocer terrenos en que puedan hacerse las sementeras”. Se nombró Administrador General a Don Ángel de Guerra. Las cartas se intercambiaron entre Lima, La Paz y Buenos Aires por tres gestiones.
El comisionado informó angustiado de las muchas dificultades para llegar a ese territorio, sobre todo en la “estación de aguas”. No tenían el mismo espíritu aventurero de los conquistadores y tampoco obedecían como sus antepasados, a pesar de las insistentes instrucciones del Virrey para impulsar la economía local y para lograr una armoniosa convivencia con los naturales.
No fueron la distancia ni la burocracia las que abortaron finalmente el ambicioso proyecto que hubiese cambiado el destino de la zona, sino la creciente inestabilidad política. En 1815, los funcionarios no lograron llegar a Apolo para construir la gran edificación y el contrabando suplió las ventas legales. En 1817, Charcas volvió a depender del virreinato de Lima que siguió con la idea de convencer a los “vecinos y hacendados” de la importancia de tener el ingreso económico que representaba el tabaco.
Los movimientos guerrilleros alejaron a los últimos burócratas coloniales y la fabricación ilegal de cigarros y el contrabando se impusieron hasta fines del siglo XIX. La idea de tener industrias en la zona se diluyó hasta este 2013.
COCA COLONIAL
Es importante recordar los muchos estudios históricos sobre la coca que muestran que los apoleños tuvieron cultivos tradicionales, mucho antes que los chapareños, datos que contradicen las declaraciones de los actuales gobernantes y de sus ministros y funcionarios.
Uno de los trabajos más importantes es el escrito por María Luisa Soux, especialista en diversos temas coloniales y en Los Yungas. En su opinión, “todos los datos históricos establecen la existencia de coca desde la época prehispánica en las regiones de Camata, Carijana y Apolobamba, lo que hoy son las provincias Bautista Saavedra y Franz Tamayo”.
“Desde el inicio de la etapa colonial las regiones de Carabaya y de Apolobamba fueron muy importantes por dos motivos: el ingreso hacia los chunchos y hacia el mítico Paititi y la riqueza del oro. En todo este tiempo, la producción de coca se mantuvo como un producto fundamental para las comunidades indígenas de la región y también para las nacientes haciendas”.
“Durante el siglo XIX se dieron dos formas económicas paralelas y complementarias: la producción y/o extracción para la exportación y la producción para el sostenimiento de la población local. En el primer punto fueron importantes la extracción de cascarilla o corteza de quina y, posteriormente, la producción de caucho o goma elástica; mientras que la coca se mantuvo como producto central para el mercado interno y para el consumo de la población del lugar”.
El cultivo de la coca en Apolo es anterior con siglos a la Ley 1008 y por ello es difícil entender cuáles fueron las motivaciones reales de la violenta erradicación emprendida por el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) en ese municipio. Algún día la verdad de los hechos de octubre será conocida. Las contradicciones oficiales continúan y aquel fantasma de “Sendero Luminoso” es cuando mucho una verdad a medias, una historia típica de la guerra informativa de baja intensidad para tapar otros asuntos.
Cuando empezó la democracia, los pobladores de Chulumani y de la Asunta ajusticiaron a ocho policías por todos los abusos contra los cocaleros durante la dictadura. Las historias se repiten.
APOLO EN EL IMAGINARIO
Ni los bolivianos y mucho menos los paceños del altiplano y citadinos tenemos en nuestro imaginario el paisaje del norte paceño, más allá de los Yungas, como parte de este diverso departamento.
Recordemos que hace ya tres décadas, CORDEPAZ inició la apertura del camino. Uno de los ejecutores, el ingeniero Héctor Revuelta, recuerda todavía esa escena.
“Era el 21 de septiembre de 1978, medio día. Dos tractores, uno en una punta y otro en la otra, de CORDEPAZ y a la organización social “Oscar”, se toparon, en las cercanías de Mapiri. Los chicos de Oscar con fervoroso civismo cantaron el himno nacional. Se había cumplido un anhelado sueño de unir por carretera Apolo al resto del país, hasta esa fecha el transporte, hacia Mapiri, se hacía en mulas y desde La Paz por vía aérea. Ese mismo día, a las diez de la noche entró por carretera a Apolo el primer vehículo, despertando a su población que no podía creer la unión del camino Apolo Mapiri. Empezó un sueño de desarrollo en un pueblo de tres cuadras a la redonda de la plaza, sin luz eléctrica…”
En el nuevo siglo, ningún plan de desarrollo de los últimos 30 años, desde la democracia, se acordó de trazar un provenir más amplio a esos pobladores.
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