Mirar cómo se cultiva, cuidar animales, ordeñar, elaborar productos
artesanales, montar a caballo, cocinar platos tradicionales o
sencillamente caminar por el campo disfrutando de la naturaleza al aire
libre, son la alternativa que nos ofrece el turismo rural o de hacienda
que desde hace varios años se ha establecido en el norte cruceño, donde
tradicionales productores, tienen mucho que contar y mostrar.
Sin duda esta alternativa para vacacionar en familia todavía no ha logrado ni la promoción y tampoco el respaldo adecuado de las autoridades, para que se convierta en una opción amplia donde todos los que vivimos en la ciudad y que en algún momento queremos alejarnos del ritmo frenético y estresante de la vida citadina, podamos aprovecharla.
Hay propiedades que están listas para recibir visitantes en el norte cruceño, pero el desafío es promocionarlas. Lo cierto es que el turismo rural como se lo denomina en otros países, es un excelente instrumento para favorecer el desarrollo de propiedades donde los dueños son los guías, que además de ser verdaderos profesores para enseñar lo que hacen, contribuyen a la economía del agronegocio.
El crecimiento de esta actividad está impulsado por la demanda de los habitantes de las ciudades quienes, con motivaciones diversas, requieren espacios naturales para el esparcimiento y la recreación, pero insisto que es una fuente de desarrollo turístico importante y el impulso debe darse a través de instituciones regionales y nacionales.
En Santa Cruz, las haciendas (muchas cerradas por falta de promoción) están a la mano de los habitantes que deben agendar sus paseos por estos lugares para revalorizar la actividad productiva, la historia, el paisaje, las artesanías y la comida nuestra. Para alcanzar el éxito en estos proyectos se requiere desarrollar estrategias asociativas y una fuerte alianza entre el sector público y privado
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