Ante la cierta posibilidad de nombramiento de La Paz como la siete ciudades de maravilla, es importante citar los fundamentos que podrían conducir a una denominación de ese alcance, que repercutirá ostensiblemente en el turismo, actividad excepcionalmente importante a la cual no se le asigna ese rango, ni se educa a la gente a entender con convicción que los turistas que llegan a La Paz, nos hacen un reconocido favor; primero al elegir a La Paz como destino y dejar su dinero que contribuye al erario nacional muy significativamente y genera este ingreso progreso a la bellísima ciudad de La Paz. Los turistas desean paz, seguridad, (que no se les robe o asalte), buena atención y cordialidad en los servicios que contratan, pero ante una ciudad con un porcentaje de convulsión anual tan eleva-do, este objetivo se deprime y no se respetan los derechos de los otros y cada sector en conflicto se asienta en reductos infranqueables como si fueran los únicos propietarios con derecho al uso de la ciudad, perjudicando a la generalidad de la población y esta es una flagrante ilicitud que las autoridades no castigan oportunamente, estando apoyados por la ley.
Dentro de las diferentes ciudades que conforman ese espectro de la diversidad, patente en Bolivia, también en la geografía y en la orografía se presentan sensibles diferencias, por ello, La Paz, sin duda, se constituye por prodigalidad de la naturale-za y derecho propio y condición sui generis, en la ciudad más atractiva de Bolivia. La Paz es la síntesis geográfica de Bolivia y de mundo, posee nieves eternas con un espectacular y formidable protector de la ciudad que es el Illimani, al pie de La Paz, lo que la hace única, pues hay nieves eter-nas más elevadas pero esta circunstancia no se repite por la condición de ciudad cosmopolita que asume La Paz.
Los Yungas, excepcionalmente notable por su condición de microclima, único en su especie, junto a La Paz, lugar ecológico por excelencia que produce el mejor café de altura del mundo, y cuya cobertura debería abarcar miles de hectáreas mas, debido a la demanda mundial, que aumen-ta incesantemente, además de ser una actividad lícita. Nuestro Altiplano, en el primer contacto, aparentemente hostil, es una superficie no ajena a la agricultura, produciendo únicos tubérculos y legum-bres muy apreciadas en la exigente ali-mentación actual, además de ser el origen de la extraordinaria quinua que engendra en su naturaleza la mayor cantidad de proteínas y vitaminas con un altísimo con-tenido de alimentación. Este Altiplano con sus derivaciones profundas confirió vida a diferentes pueblos con diversidad climato-lógica, hasta albergar a medios valles con producción frutícola y otros arrebatadora-mente excepcional y ecológica
La ruinas del Tiahuanaco, con sus res-tos de grandiosos palacios y templos. La conmovedora majestuosidad del lago Ti-ticaca, a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, sobrecoge por la proximidad a lo bucólico, manteniendo a las diferentes culturas y periodos de civili-zación unidos.
La arquitectura de La Paz, Ciudad Mara-villa, conserva en su integridad los monu-mentos virreinales del siglo XVIII. En esta maravillosa ciudad de Nuestra Señora de La Paz, cuyo nombre engendra sentimien-to y emoción internos, debido a que la paz es el bien supremo que aspira el ser hu-mano y el acrisolamiento de ese significa-tivo valor de la humanidad con Nuestra Señora de La Paz, que es la Virgen María, es inequívocamente feliz.
Es muy escasa la arquitectura del siglo XVIII y el único templo completo de esa centuria es la Iglesia de San Agustín, con sus falsas crucerías del crucero y presbi-terio colocadas sobre las bóvedas. El Con-vento de San Francisco fundado entre 1548 y 1549, cuyo templo y el convento actual son relativamente nuevos y provie-ne de la construcción realizada a media-dos del siglo XVIII. Esta Igle-sia es de tres naves con cúpula de media naranja en el crucero y la nave central se cubre con la bóveda del cañón reforzada por arcos fajones.
Lo interesante es que la arquitectura mestiza no solo recurrió de la fábula clásica en sus decoraciones, sino que reactualizó lo grutesco que había sido abandonado después del Renacimiento. San Francisco tiene riqueza interior muy considerable, pulpito y retablos del siglo XVIII y destacan los cuadros del presbite-rio de manos de Leonardo Flores. El fron-tal y el sagrario son de plata, con alegorías sobre la Virgen. Hoy en día, apartándonos de la riqueza de sus templos, buena parte de la arquitectura del siglo XVIII aún se conserva en el centro de la ciudad. Las fa-chadas de las casas señoriales eran relati-vamente pobres con relación a los patios con todas sus arquerías talladas en piedra que son verdaderas obras de arte. Esto último es lo mejor que ha legado la arqui-tectura civil en todo el virreinato.
En síntesis, y sin poder siquiera citar otros elementos y características únicas a que embellecen a La Paz, se afirma que es una ciudad misteriosa y generadora de un profundo amor a lo telúrico y, aun sien-do cosmopolita, es la ciudad más acoge-dora, receptiva y dinámica a la cual debe-ríamos amar, cuidar y preservar diligen- temente, con respeto cívico y un senti-miento de pertenencia cada vez más in-tenso, pues nos confiere el valor intrínseco de la identidad territorial y cultural.
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