Llegar allí es bastante fácil, se lo puede hacer a pie caminando una hora aproximadamente por la línea del tren después de la Avenida de Circunvalación. Pero también se puede llegar en vehículo, aunque el camino en determinados lugares es de herradura.
Antes el paisaje para llegar allí era limpio, ahora se debe lidiar con el crecimiento desordenado de la ciudad, a consecuencia de los avasallamientos. Pese a ese pequeño mal, llegar a orillas del lago Uru Uru es lo más gratificante, ya que se percibe un ambiente diferente y el encuentro con la naturaleza es único.
Sentir en el rostro la brisa fría, escuchar el movimiento de las olas que ondean sin cesar y chocan contra la tierra, es música para los oídos que solo perciben paz y armonía.
Aquella sinfonía de colores se complementa con el paisaje que ofrece el lago, totorales por doquier que hacen más simpático el panorama, entre ellos, están escondidos una serie de animalitos silvestres, principalmente patos salvajes que escoden sus huevos de la depredación humana.
Pero por el lugar, no solo los animalitos están solos, sino que tienen la compañía de pescadores que ingresan al interior del lago en busca del tan apreciado pejerrey. Lo interesante del caso es que en el lugar también hay otras especies de peces como el karachi o el lucio, ejemplares disputados como si se tratarían de trofeos de guerra.
Pasear en botes o pequeñas lanchas por allá es una experiencia única, que solo la persona que estuvo allá lo puede vivir. Con ello, afirmamos que los orureños no tenemos nada que envidiar a otras regiones. Solo se debe asumir el compromiso de cuidar la única fuente de agua natural y maravillosa que el Sumo Hacedor pudo regalar a esta tierra bendita.
Hoy el lago Uru Uru se convierte en el principal encanto de nuestra tierra.
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