lunes, 2 de febrero de 2015
Lakatía: Refugio hacia el Illampu
Rodeado de un paisaje de cuento, entre montañas verduzcas, chorros de agua del deshielo y animales ariscos, Martín Chino tiene que cumplir cada madrugada con la rutina de caminar cerca de tres horas para llegar a su fuente de trabajo. Vive en Lakatía, a los pies del nevado Illampu, pero ejerce de albañil en Sorata, provincia Larecaja, a 150 kilómetros de la ciudad de La Paz. Su hábitat es un nirvana en la alta montaña y también un punto de parada para los turistas, que se animan a trepar hacia la cúspide del cerro nevado de 6.368 metros de altura. Lakatía quiere decir en aymara “solo tierra” y desde hace algunos meses, sus habitantes cuentan con un regalo que esperan sea el impulso para la promoción y el despegue del pequeño pueblo: Un albergue comunitario con todos los servicios para los atrevidos caminantes.
Martín dice que le faltan muchas cosas en aquel paraje. Además del transporte público que lo comunique con la población más cercana, Sorata, tampoco tiene gas. Por ello los comunarios como él se ven obligados a caminar hasta cuatro horas, contando las paradas para un respiro, para abastecerse de garrafas cargadas. La del gas es una más entre otras tantas ausencias. Pero gracias al proyecto binacional sobre cadenas productivas “Haciendo uso de energías renovables en comunidades de Bolivia y Perú”, su horizonte empieza a ser prometedor. El objetivo del proyecto es mejorar las condiciones de vida de las familias aymaras y quechuas de las zonas altoandinas de ambos países, con el apoyo del Programa Alianza en Energía y Ambiente con la Región Andina (AEA), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el aporte financiero del Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia.
El albergue comunitario que invita al descanso, ubicado a 4.100 metros, está compuesto por diez ambientes. Una sala, cuatro dormitorios, una cocina, una administración y tres baños. “Cuenta, además, con los servicios básicos necesarios que utilizan tecnologías limpias como una Pico Central Hidroeléctrica de 2 kw de potencia orientada a brindar energía eléctrica durante las 24 horas, una cocina que funciona con leña, un sistema termosolar de 150 litros de capacidad que provee agua caliente para las duchas y lavaderos, un sistema de calefacción para un dormitorio, además de agua potable y saneamiento”, señala Carlos Reza, de Soluciones Prácticas, otra de las instituciones que coadyuva en el mejoramiento de las condiciones de vida de los lakatías. El refugio que cobra 30 bolivianos por alojado, tiene un curioso sistema pasivo solar que utiliza la energía del sol para el calentamiento de sus ambientes. Se trata de un espacio contiguo a uno de los dormitorios, llamado muro trombe, que tiene piedras que se calientan y transmiten el calor a través de unos orificios. “El principio de funcionamiento es básico, como si se tratase de un invernadero, y hemos recurrido a materiales como el policarbonato para mantener el ambiente caliente”, señala Reza. Gracias a este rústico sistema se logra una temperatura de 25 grados en medio del ófrico clima de la alta montaña.
“No habían las condiciones mínimas de servicios como baños, lugares para lavarse, tomar un café y menos alojarse”, explica el guía Villanueva.
Al contemplar esa situación se decidió implementar el ecoalbergue como un proyecto piloto con el objetivo, según aclara, de mejorar las condiciones de vida de los habitantes. El costo de la implementación osciló entre los 70 y 75.000 dólares.
Asimismo, se han desarrollado capacidades de los usuarios en operación y mantenimiento de los sistemas instalados. “Se ha trabajado también en el desarrollo de competencias para líderes y pobladores de la comunidad a través de capacitaciones en turismo receptivo. También se han reforzado los conocimientos de las mujeres habitantes de Lakatía para colaborar y potenciar las prácticas alimenticias saludables, las que aportan no solo al albergue, sino también a la nutrición de la familia”, explica Gilberto Villanueva, coordinador del proyecto.
En Sorata existe una asociación de guías de turismo de montaña. Allí llegan turistas, principalmente europeos, que contratan los servicios de estos expertos para hacer su recorrido hacia el imponente Illampu, un viaje que dura entre tres y cinco días, con Lakatía como parador obligado.
Romualdo Chino es uno de los guías que se dedica a ello hace algo más de 30 años. Empezó como “mulero” hasta que se interesó en unos cursos auspiciados por el Viceministerio de Turismo en Sorata, para congratularse como Guía de montaña, servicio por el que cobra 300 bolivianos por jornada trabajada.
“La mayoría de los guías somos de aquí mismo, conocemos las rutas desde nuestros abuelos”, dice Chino. En esta población de ensueño viven actualmente quince familias que suman aproximadamente 80 personas. La mayor parte de éstas se dedica a la actividad agropecuaria, a la minería y al turismo tradicional. Martín recuerda que aún niño, hace poco menos de 40 años, la vida en Lakatía era verdadera sobrevivencia. No había luz ni vías de comunicación con el resto de los pueblos vecinos; los lugareños se alimentaban con lo que producían ya que el acceso a otras fuentes de aprovisionamiento era muy difícil. “Aquí se cultiva papa, maíz, oca, papalisa; también criamos ovejas, llamas, gallinas y chanchos. Como ya hay carretera, hay mucha gente que viene hasta aquí para comprarnos”, dice.
Entre la flora característica del lugar figura la kiswara, la lampaya, el eucalipto y el pino. Y también es habitual la figura de los caballos salvajes libres por la pradera. Martín dice que debe marchar. Tres horas de intensa caminata lo esperan.
El sagrado Illampu
El nevado Illampu, también conocido como Nevado de Sorata por su proximidad a este pueblo, es una montaña de la Cordillera Oriental de los Andes, que forma junto con el Ancohuma un solo macizo. Situada al oeste de Bolivia, cuenta con una superficie de unos 200 km² aproximadamente, por lo cual constituye un volumen importante en la cordillera andina boliviana. Su primera ascensión fue el 7 de junio de 1928 por los alemanes Hans Pfann, Alfred Horescowsky, Hugo Hortnagel y el austríaco Erwin Hein. Los montañistas la consideran la montaña más difícil de escalar de todas las de más de 6.000 metros de Bolivia. Se accede por un campamento de altura ubicado en el lado norte del macizo.
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