lunes, 22 de febrero de 2016
Un sacerdote escalador. Para practicar escalada, caminata o una ruta turística en Peñas
Se detiene en medio de la pared de roca de al menos 15 metros de altura. Si bien las pequeñas hendiduras hacen que su escalada sea complicada, sube rápidamente imitando los movimientos de una araña. De un hombre araña, en Peñas. “Creo que aquí no”, le grita a la fotógrafa, quien pregunta si se siente incómodo porque supone que es un lugar difícil. Él responde que esta parte le parece muy sencilla. Con una chamarra rojinegra y un pantalón plomo, tiene la apariencia de uno de tantos visitantes europeos que llegan al cantón Peñas —del municipio de Batallas, en la provincia paceña de Los Andes— para ascender alguno de sus riscos.
Pero él es diferente, ya que es sacerdote de la Iglesia de la Natividad y después de seis años de residencia se ha convertido en un poblador más. Con una sonrisa franca y con una mirada que refleja tranquilidad, de esa manera recibe a los visitantes el padre Antonio Zavatarelli, quien ha juntado en esta población del altiplano paceño sus dos pasiones: la religión y el montañismo.
Conocido por sus amigos como Topio, cultivó su gusto por las rocas y la nieve en su natal Menaggio, a orillas del lago Como, en la región de Lombardía, al norte de Italia. “Es un lugar muy bello, adonde llegan muchos turistas al lago y a las montañas de Los Alpes”. Es el sitio donde pasaba sus vacaciones de invierno junto a sus padres. Con esa infancia y unos cursos adicionales, estudió para ser profesor de educación física, con especialización en escalada y esquí, los deportes que domina.
Antonio cuenta su niñez y adolescencia sentado en el comedor de la parroquia. Una de las paredes está tapizada por un panel donde se encuentran fotos de las actividades de los miembros de su congregación. Al otro lado están imágenes de santos, como la Virgen María y un crucifijo rodeado por carteles que recuerdan los principales credos del catolicismo. El decorado humilde, pero lleno de significado, cambia en la otra pared con un pedazo de tronco, de donde cuelgan piolets, mosquetes, un casco y un par de zapatos especiales para ascender los cerros, artículos que ahora están en desuso y que por un tiempo sirvieron para subir varios picos elevados de Europa.
“La vida es un gran libro que trae una infinidad de enseñanzas”. Así lo entendió Topio cuando tuvo que pasar por un aprendizaje doloroso. Un amigo suyo se propuso ascender en solitario una montaña muy dura en Los Alpes. Era invierno, así que la dificultad aumentaba sobremanera, tanto así que cayó de la pared de roca y murió. Ese momento fue vital para que Antonio cavilara sobre la vida y la muerte, y una de sus primeras decisiones fue alejarse de los macizos con el objetivo de buscar otro sentido a su existencia. “Empecé a ayudar a los pobres, trabajé con mis amigos para colaborar a la gente”. Primero lo hizo en su país y tiempo después recaló como voluntario en el norte de Perú, en la ciudad de Huaraz.
Es momento del almuerzo y, por ello, todos los asientos del comedor son acupados por voluntarios europeos y los jóvenes que pasan cursos para entrenadores de fútbol. Antes de alimentarse, el padre Antonio dice que es costumbre elevar una oración. “Señor, bendice esta comida que vamos a servirnos y haz que cada pobre tenga su comida”, piden al unísono.
Por Peñas pasa el camino antiguo que conectaba La Paz con los municipios de Huarina, Achacachi y Sorata. Fue el lugar donde los viajeros solían cambiar de caballos para continuar su recorrido y donde los soldados de la Corona tenían su cuartel. Es por esa razón —explica el padre Antonio— que el líder indígena Túpac Katari fue descuartizado en la plaza principal —que ahora lleva su nombre—, el 15 de noviembre de 1781.
La Iglesia de la Natividad, que dirige ahora el cura italiano, fue construida aproximadamente en 1600, aunque existen versiones de que ocurrió mucho antes. Ante la consulta sobre cómo cuidan las joyas y cuadros del templo, Topio responde apenado que ya no existe nada por robar, pues hurtaron la platería y las pinturas, por lo que solo queda un 10% de su riqueza. Pero ello no desluce la belleza de su techo y su retablo dorado y plateado, con la imagen de la Virgen en el medio, a quien celebran cada 8 de septiembre.
Peñas es un lugar tranquilo, con una riqueza natural, histórica y cultural escondida, donde la época de lluvias permite contemplar el verdor de sus campos, cerca de los peñascos y la Cordillera Real, algo parecido a lo que Antonio sintió hace casi 27 años en el territorio peruano.
El destino quiso que el italiano volviera a encontrarse con los nevados, en Huaraz, en la Cordillera Blanca. Fue también en esa región donde conoció al sacerdote Ugo de Censi, quien gustaba de las actividades con los más jóvenes, como voluntarios para ayudar a los necesitados. “Venía del ateísmo, de búsqueda religiosa, no frecuentaba la iglesia, y encontrar a una persona tan sincera como el padre Ugo fue para mí un pacto muy lindo, muy positivo, porque me transmitió ese deseo de Dios, de buscar el sentido a la vida y de ayudar a la gente”.
De un carisma muy fuerte, De Censi fue la persona que terminó por convencer a Antonio de que su destino era retornar a Italia e ingresar al seminario de Asís, luego de lo cual fue ordenado sacerdote en la diócesis de Gubbio, en junio de 1997.
El novel padre retornó a Perú como párroco del distrito de Shilla, diócesis de Huaraz. También le atrajo estar a los pies del nevado de Huascarán y escalar varios nevados de la Cordillera Blanca. No obstante, las ascensiones ya no eran como cuando era niño en Menaggio, sino que lo hacía como entretenimiento junto con los amigos que solían llegar a visitarle.
Así como el padre Ugo, él planeaba conseguir apoyo para su diócesis a través del arribo de voluntarios y conocidos, con el fin de colaborar con las personas más pobres. Pero en 2004 retornó a Italia, esta vez para seguir su labor religiosa en Gubbio, urbe de la provincia de Perugia.
Pese a la distancia, el camino de Topio ya estaba marcado para estar en tierras bolivianas. En Perú había conocido al sacerdote Leonardo Gianelli, con quien elaboró el proyecto “Las aventuras de los jóvenes”, cuyo fin es capacitar a menores de edad en el área turística, aprovechando las cualidades naturales de Santiago de Machaca (donde se encuentra Gianelli) y Peñas. Está atardeciendo, así es que se debe aprovechar el tiempo y alejarse de la plaza Túpac Katari para disfrutar de la escalada, disciplina que lo ha llevado a subir varias cumbres, como el Illimani y el Huayna Potosí, por ejemplo, y ser conocido por los montañistas locales como el padre Topio. Asegura que el ocaso es el momento más bello para dar un pequeño paseo por las rocas de la localidad, pues el sol empieza a esconderse detrás del lago Titicaca y los nevados de la Cordillera Real se pintan de rojo. Después de sus actividades diarias en la parroquia, que suelen empezar muy temprano, el sacerdote aprovecha 20 minutos para entrenar en la escalada.
Al llegar a una cima, se detiene a ver el horizonte y disfruta de su faceta de ermitaño. Su otra cara es compartir con los jóvenes y ayudar a los más necesitados, para lo cual cuenta con la colaboración de un grupo de voluntarios bolivianos y extranjeros, quienes le ayudan en este camino entre Dios y el montañismo, que a Topio, aunque para algunos parezca difícil, gracias a su empeño y fe le resulta sencillo.
Con una pequeña ayuda de sus amigos europeos
Además de su labor religiosa en la Iglesia de la Natividad en Peñas, el sacerdote Antonio Zavatarelli se puso como objetivo ayudar a los menores de edad a través de clases de reforzamiento educativo, cursos de artesanías en fieltro y enseñanza de dirección técnica en fútbol.
Para cumplir este objetivo, el padre consiguió el apoyo de varios jóvenes europeos, quienes desean llevar a cabo un voluntariado en el país.
Uno de ellos es Davide Vitale, a quien le trajeron de Italia “amigos, de amigos, de amigos” al complejo de El Alto, para dar clases de inglés en un Centro de Educación para Adultos (CEA). Muy pronto se acostumbró a la cultura e idiosincrasia del altiplano, por lo que reside en Peñas desde 2010 y brinda clases de ayuda pedagógica a los niños y también trabaja con los grupos de turistas extranjeros a través de caminatas y expediciones a las cumbres cercanas.“En Peñas tenemos la ventaja de que es un lugar verdadero, es auténtico”, afirma Davide, quien es uno de los más entusiastas con los pobladores, en especial con los muchachos, a quienes da instrucciones sobre escalada, con el objetivo de que ellos, en un futuro cercano, sean guías de turismo en Peñas.
El padre Antonio revela que hay un exfutbolista italiano dentro de la parroquia, quien colabora en la parte deportiva y en el área de salud. Su nombre es Riccardo Ribone, un fisioterapeuta que jugó como defensor en el Monza, de la Tercera División.
Desde que arribó a Peñas, en noviembre del año pasado, el exfutbolista se dedica por las mañanas a la atención de fisioterapia a pobladores que necesiten su colaboración, mientras que por la tarde brinda cursos para entrenador de fútbol, dirigidos a los adolescentes, con el fin de que entrenen a los niños de las comunidades cercanas y se arme una gran escuela de fútbol.
Adela Mamani, boliviana que también forma parte del proyecto de Topio, se encarga del equipo de artesanas en fieltro, cuyo resultado son zapatos, sombreros, carteras y otros recuerdos que se pueden adquirir en la parroquia de Peñas.
En el área de salubridad, las médicas Irene Mita y Donatella Barbera se dedican a atender a los pobladores en sus diversas dolencias.
“Nunca un día es igual a otro. La vida en una parroquia amplia y llena de actividades, y rica de personas, como Peñas presenta sus sorpresas y sus desafíos. En general se busca no perder tiempo y se trabaja mucho. En la parroquia no contamos ni con televisor ni con sofá. Hay mesas y sillas para comer… y esto ya dice algo del ritmo que tiene nuestra vida”, cuenta el cura Antonio Zavatarelli.
Gracias montaña
Gracias, montaña, por haberme dado la lección de mi vida,
Porque en la fatiga he gustado del descanso,
Porque en el sudor he apreciado el agua fría.
Entendí que las cosas que hacen feliz
Se obtienen nomás con fatiga
Quien no quiere, no sabe, no acepta sufrir,
Nunca podrá entender.
Gracias montaña
Porque cansado he admirado
Las maravillas de las flores y las aves,
La libertad, perfume de sencillez.
Gracias montaña
Porque hundido en tu silencio
He probado el gozo de llegar a la cumbre
He descubierto en mí el deseo de verdad.
Entendí que las cosas que hacen feliz
Se obtienen nomás con fatiga.
Quien no quiere, no sabe, no acepta sufrir,
Nunca podrá entender, nunca podrá amar.
(*) Poema escrito por Battistino Bonali, un montañista italiano que falleció en la cara norte del nevado Huascarán (Perú) en 1993, y que inspira al padre Antonio Zavatarelli.
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Un gran abrazo a toda la comunidad de Peñas, que me acogió con mucho amor y alegria en mi peregrinaje por latinoamerica, viviendo con los chicos y chicas las infinitas posibilidades de la escalada y la cordillera real. Lugar que le dio calma a mi alma e insipiró la idea de que no hay limites posibles si el corazon guia el camino.
ResponderEliminara Topio, Davide, Adela, Evo, Ronald y l@s otr@s chic@s :)
con cariño,
Nela de Chile