martes, 1 de noviembre de 2016

Sucre: Encanto, historia y patrimonio



E l Cementerio General de Sucre se encuentra una parte alta de la ciudad, donde sus centenarios pinos se asoman por encima de las paredes, conforme el vehículo se aproxima al campo santo por la calle Loa.

Su imponente fachada de estilo neoclásico, es un pequeño anticipo de las maravillas que se encuentran en su interior y de las riquezas arquitectónicas y artísticas que fue coleccionando desde su inauguración en 1892. No por nada fue declarado como el primer Cementerio Patrimonial del país, en 2004.

Atravesar los altos pilares de la entrada, hace sentir insignificante hasta al hombre más alto. Sin embargo, nada se compara con la sensación que produce el estar en el interior del primer patio, donde el bosque de árboles proyecta sombras en el suelo generando un ambiente misterioso, como en las películas de suspenso.

De repente, como traído por las almas, aparece Ángel Sánchez, quien será el guía del recorrido por el recinto funerario. Todavía me pregunto si su nombre fue una coincidencia, o si el azar estaba jugando conmigo y con la ansiedad que me provocaba estar en aquel lugar.

Sea como fuera, Ángel, con actitud desenfadada y con una sonrisa que se escondía detrás de la seriedad y formalismo de sus rebuscadas palabras, transmitía confianza.

“A nivel nacional, la ciudad de Sucre tiene el mejor cementerio”, dijo a modo de dar inicio a su explicación. Su conocimiento y sobretodo su privilegiada memoria, me dejaron perpleja ¿Es posible que alguien tan joven pueda dominar tantos nombres y fechas?

La calidad de sus obras arquitectónicas y de sus esculturas, sumado a la importancia de los personajes que fueron enterrados en este lugar, llevó a que el edificio fuera declarado patrimonio cultural de la ciudad, razón por la cual miles de turistas se asoman para conocer más de su historia.

El campo santo consta de tres patios y, según Ángel, ésta no es sólo una forma de ordenar el cementerio, sino también una forma de mantener el estatus social, aún en la tumba. “El primer patio es el más antiguo e importante; es donde se suele enterrar a la gente más adinerada de la ciudad”.

El joven guía se dirige hacia el lado derecho del primer patio y hace la primera parada del recorrido y dice: “La primera cripta pertenece al presidente Hernán Siles Reyes, hijo de Hernán Siles Suazo. Ambos fueron presidentes de Bolivia”.

Siles Reyes sobresale en la historia boliviana por ser autor del Código Civil Penal y creador de la Contraloría del Estado. También promulgó la Ley del Día de la Madre y fue impulsor de la autonomía universitaria.

En este primer patio sobresale la figura de próceres y ex presidentes como el tarijeño Aniceto Arce, Gregorio Pacheco, Juana Azurduy de Padilla, Manuel Ascencio Padilla y los príncipes de la Glorieta. Todos trascendieron la muerte, dejando obras y un legado importante para Bolivia.

Tal es el caso de Gregorio Pacheco, quien vendió sus minas para pagar la deuda que tenía Bolivia con Perú, que era de aproximadamente 50 mil libras esterlinas. Y, al morir, dejó su casa como centro psiquiátrico en honor a su nuera, que falleció con una enfermedad mental que la llevó a la locura.

Continuando con el recorrido, siguiendo por la calle principal, a mano izquierda sobresale un mausoleo blanco con rejas negras. “Este mausoleo pertenece a la familia Argandoña, los únicos príncipes que tuvimos en Bolivia: Francisco Argandoña y Clotilde Urioste de Argandoña”, explica Ángel. Fue el papa León XIII quien le concedió el título nobiliario, por su dedicada labor a favor de la gente más necesitada. Esta pareja trajo diferentes réplicas de monumentos europeos a Sucre, como la torre Eiffel.

“Se dice que ellos traen el primer automóvil desde Europa, ya que en esa época se andaba en carretones”, cuenta el guía con asombro, sobre aquella gloriosa época de finales de 1800.

Esta pareja fue la creadora del banco Francisco Argandoña, que actualmente forma parte del Banco Nacional de Bolivia.

Mientras seguimos con el recorrido, me aventuro a conocer más sobre el joven guía ¿Cuántos años tienes? Le pregunto. Con mirada puesta en el próximo monumento que explicará y sin voltear para responderme, dice: “tengo 21 años señora”.

Continuando por el camino por la calle central del cementerio, llegamos al final de primer patio, donde sobresale el monumento a la batalla de Ayo Ayo.

“Este monumento se encuentra en el centro del campo santo y representa la guerra federal entre Sucre y La Paz”. En esta guerra, que tuvo lugar en 1899, se disputaba la sede de los tres poderes del Estado y se enfrentaron los universitarios chuquisaqueños contra los indígenas de La Paz.

El enfrentamiento fue en el pueblo de Cosmini en Ayo Ayo. “Fue una masacre muy cruel. Los indígenas les sacaron el cráneo a los estudiantes, se comieron los corazones y les cortaron las orejas, con las que hicieron una corona como símbolo de triunfo”.

Detrás del monumento, se encuentra el segundo patio donde según Ángel: se encuentra la gente “ya no tan privilegiada”.

En este segundo patio se halla el cementerio judío, que es privado y está completamente enjaulado. Pertenece a la colectividad israelita en honor a sus hermanos caídos de 1933 a 1945. En Europa había estallado la Segunda Guerra Mundial y los judíos huyen escapando del terror alemán. La mayor parte de esta colectividad llegó a Sucre o a la ciudad de La Paz, donde se dedicaron a la agricultura y comercio, porque no se les permitía ejercer sus profesiones.

Este cementerio privado tiene 42 tumbas y en 2008, realizaron las últimas sepulturas. Aunque el pequeño campo enjaulado luce un poco desolado, Ángel asegura que los familiares se acercan a dejar flores o piedras encima de las tumbas. “La piedra significa que los van a acompañar con el peso y el dolor de la muerte”.

Pasando el territorio de los judíos, se encuentra el tercer patio, con calles empedradas y un aspecto diferente al de los otros patios, pareciera el cementerio más sencillo, como el de un pueblito. Tiene nichos en el lado izquierdo, donde también se encuentra el mausoleo de los beneméritos de la Guerra del Chaco. Por su parte, en el lado derecho, se encuentran los mausoleos de instituciones públicas y privadas, como el Magisterio Rural, urbano, petroleros jubilados y también el Mausoleo Universitario.
Aquí se encuentra el monumento de la Masacre de la Calancha, en el año 2007 y al lado derecho, está el monumento a Huascar Aparicio, uno de los artistas impulsores para que Sucre pida la restitución de la sede de Gobierno.

En el camino de retorno, hacia la puerta principal, no me resigno a irme sin conocer más sobre ese joven de memoria privilegiada que nos acompañó en el recorrido.
“¿Hace cuánto tiempo que trabajas aquí?” pregunto. Esta vez, con un poco más de suerte y confianza, Ángel voltea para responder. “Desde mis 12 años trabajo aquí, primero empecé con escalera pero luego, en el colegio, nos han enseñado más de la historia y me ha gustado”, dice, mientras explica que desde la Dirección de Turismo de la Alcaldía promueven cursos de capacitación anualmente para los que quieren ser guías.

Ángel Sánchez de 21 años, voz ronca, e insisto, con una memoria sorprendente, pasa gran parte de su día en el cementerio, para pagar sus estudios. Él estudia Contaduría en la universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca y está entusiasmado porque le falta poco para finalizar su segundo año de estudio.

Ángel está acostumbrado a lidiar con la muerte, después de todo, convive con ella desde los 12 años. “Antes era bien sensible, cuando lloraban enterrando a sus difuntos, yo también lloraba, pero ahora ya no tanto”.

El dolor y llanto ajeno ya no penetran su sensibilidad, la rutina fue más fuerte y le puso una coraza.

Aunque las historias de héroes y autoridades son parte importante de su día a día, el guía confiesa que una de sus historias favoritas es la de “el mausoleo de la quinceañera”. Lejos de los próceres, ésta es una chica común que estaba festejando su cumpleaños número 15 y al bajar los escalones hacia el salón de baile, cayó de nuca y falleció.

“Es el único mausoleo que tiene escaleritas”, agrega a su relato.

Las paredes de este lugar no sólo albergan 124 años de la vida y muerte del pueblo chuquisaqueño, sino que cada rincón fue testigo de importantes fragmentos de la historia del Departamento y de Bolivia. El cementerio vio morir a guerrilleros y nacer la independencia, fue testigo de la sepultura de anónimos y vio resurgir de las tumbas a grandes leyendas.

El cementerio, lejos de lo que se cree, está lleno de vida. Después de todo, cada quien guarda su historia en su tumba.

Cementerio de Sucre cumple 12 años de haber sido declarado patrimonio por la Unesco

El Cementerio General de Sucre cumple 12 años de haber sido declarado por la UNESCO como el primer cementerio patrimonial de Bolivia, el 1 de noviembre de 2004.
La historia y la tradición descansan en este campo santo y cobran vida a través de los relatos de los guías que trabajan en el cementerio.

Si bien su construcción fue culminada en 1892, ya en 1808, las familias poderosas de la época fueron adquiriendo terrenos para la construcción de sus cementerios familiares. La situación actual del recinto funerario dista mucho de la de sus primeros años de vida.

Pese a haber asumido el cargo de directora del cementerio hace sólo cuatro meses, María Ivonne Raya Sierra, es consciente de la compleja situación que atraviesa el camposanto respecto al espacio.

“Ya no hay nichos a perpetuidad”. Según la explicación de la autoridad, los familiares sólo pueden alquilar nichos por cuatro años y hacer una renovación por tres años más, teniendo derecho a sólo siete años de usufructo del espacio.

Posteriormente, las familias deben cremar los restos y llevarlos consigo, o adquirir un osario que puede ser usado por 20 años. Sin embargo, hay un bloque de sarcófagos que estará a la venta a partir de diciembre y que servirá para albergar los restos que sean cremados en el horno que funciona desde 2012.

El cementerio cuenta con un presupuesto anual por encima del millón de bolivianos y prevén que para 2017, supere los 2 millones. Estos fondos sirven para cubrir los sueldos del personal y los gastos de mantenimiento, los cuales contemplan la manutención de mausoleos que están abandonados, debido a que los familiares directos fallecieron décadas atrás.

Con 20.000 nichos, 18.000 osarios y miles de historias que giran a su alrededor, el cementerio poco a poco va terminando su capacidad de almacenamiento de restos. Por este motivo, Raya Sierra asegura que se está gestionando con el Gobierno Municipal la construcción de un cementerio jardín. Aunque todavía no está definida la zona, los ciudadanos y autoridades esperan que el proyecto sea concretado pronto.

Turismo, fuente de vida

Son cientos los turistas que deciden conocer la historia de la ciudad de Sucre y la historia de Bolivia, a través de las tumbas. Pues, el centenario legado artístico y cultura que alberga el recinto funerario, así lo amerita.

Desde la Dirección de Turismo de la Gobernación, se encargan de capacitar anualmente a los jóvenes que dan el recorrido histórico a los visitantes. Ya sean antiguos guías, o nuevo, todos deben realizar el curso año tras año, para estar al tanto de las actualizaciones realizadas a la ruta.

La directora del cementerio, María Ivonne Raya Sierra, explicó que los guías tienen su propio sindicato y entre ellos se organizan para realizar los recorridos.

Paradójicamente, el cementerio, considerado como un lugar de muerte, cobra vida a través del recorrido turístico en el que próceres mártires y civiles, por unos minutos gracias al relato de los guías.

Su estructura

El Cementerio General de Sucre está dividido por tres patios que a su vez están subdividos en manzanos. En las diferentes calles del cementerio, sobresalen obras talladas en piedra y marmol de carrara que tienen un gran valor artístico, como el retrato de Hernan Siles Suezo tallado en mármol de Carrara y que adorna su osario.






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