Sentir el aroma a frescura, una brisa tibia que golpea el rostro, el sol que baña con sus rayos el ser desnudo, a lo lejos se percibe un sonido a folklore con melodías típicas que va creciendo poco a poco, según se avance. Así es la represa de San Jacinto en la chura Tarija.
Es una estructura impresionante de cemento, cuyo líquido vital almacenado abastece a una parte de la población chapaca. Este sitio, icónico del Sur del país, está a unos 20 minutos en vehículo desde la ciudad tarijeña hacia el Sudeste.
Una vez allí, se hace un paseo a pie por el medio de esa impresionante estructura, escuchando las caídas de agua cuando la represa está llena, situación que se la vive más entre a marzo, debido a la época de lluvias.
Más adelante y hacia el Oeste se divisa una serie de construcciones, algunas artesanales y otras ya edificadas arquitectónicamente, para dar cobijo al visitante. En el camino, se olfatea una serie de aromas que salen de esas pequeñas construcciones, principalmente, a comida de una variedad de peces, como el dorado, ispi, trucha, entre otras, además de cangrejitos.
Acomodarse en uno de estos lugares para saborear estos platillos se complementa con la buena chicha de uva o el vino patero, que al influjo de la música chapaca, entre, cuecas, chacareras, gatitos y otros originan en el visitante una especie de trance para disfrutar de la belleza de esa hermosa tierra, dejando al tiempo aturdido hasta una nueva reflexión.
El encanto de estar en aquel lugar es perfecto y único como todos los sitios que posee la chura Tarija.
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