lunes, 5 de junio de 2017
Sitios escondidos de la ciudad de La Paz, que desde agosto serán promocionados como circuitos turísticos
Al llegar al culmen del cerro solo queda sentarse en el pasto, respirar el aire puro mezclado con el aroma de q’oa que inunda estos terrenos y contemplar a los gigantes de barro. El final del circuito ha sido gratificante, después de una caminata por senderos desde donde se ve parte de La Paz, por túneles que parecen no llevar a ninguna lado y un descenso por una pared de roca bañado por una cascada, una experiencia de turismo comunitario a minutos del centro paceño.
Como parte de la diversificación del turismo en el municipio, el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz ha identificado al macrodistrito Hampaturi como poseedor de diversos atractivos naturales, como por ejemplo la laguna de Pampalarama, las truchas de Pongo, Siete Lagunas y La Cumbre. No obstante, la naturaleza continúa siendo benigna con esta región, pues hay espacios hermosos que aún no han sido promocionados. Uno de ellos es el circuito que reúne tres atractivos: las cascadas de Lorocota, los túneles de Chicani y los farallones de Aruntaña.
“Esta travesía debe concluir con unos gigantes”, afirma Emilio Alanoca, responsable del turismo rural de la sede de gobierno. Esa inquietud mantiene en alerta a la gente que atraviesa Pampahasi, luego Villa Salomé y se aleja de a poco de la urbe a través de caminos sinuosos. Después de unos minutos, la urbe es reemplazada por colinas grandes donde se distinguen terrazas agrícolas de influencia incaica.
Hampaturi tiene diversidad de climas, desde la cumbre, con su frío y blancura, hasta los valles donde existen plantaciones agrícolas con más de un centenar de viviendas con carpas solares.
El clima es cambiante, pues en unos minutos se pasa de un sol agradable a una neblina que hace presumir que pronto llegará una lluvia que, al final, no llegó. Después de descender por valles de Chicani continúa un ascenso por un camino de cascajo, por donde se movilizan varios camiones que llevan la materia prima para construir una represa de 215 metros de largo, con capacidad para acopiar 6 millones de metros cúbicos de agua. A los pies de esa inmensa infraestructura hay un río artificial por donde baja el agua hasta unas cascadas de unos 20 metros de alto, el lugar ideal para practicar rapel, no sin antes disfrutar de bajantes y de la naturaleza.
Como se trata de un terreno privado es menester tener cuidado en pisar el pasto que da de comer el ganado. Desde arriba de la cascada solo se escucha la caída del río y la ansiedad por ponerse el equipo para descender la roca. El arnés está sujeto al cuerpo, los guantes y el casco de seguridad se encuentran en su lugar y los mosquetones listos para sujetar el cuerpo, así es que, después de las recomendaciones del guía, el buscador de gigantes desciende de a poco la pared pétrea oscura, muy cerca de la cascada fría y agreste de una región inestable en su temperatura. Luego de esta experiencia, el recorrido continúa al segundo atractivo del Laberinto de Gigantes: los túneles de Lorocota.
Hace varias décadas, una de las soluciones para el abastecimiento de agua potable era abrir acuíferos, y el mejor lugar es Hampaturi, que es el principal suministrador de la población paceña. Con el transcurrir del tiempo y las nuevas tecnologías, aquellos túneles fueron descartados, por lo que la erosión y la falta de mantenimiento ocasionaron que estas estructuras se deterioraran. Resultado de ese proceso, actualmente existen tres grutas que están en buenas condiciones y pueden ser visitadas después de una larga y agradable caminata. “Siempre que se vaya con cuidado se puede visitar este lugar”, afirma Emilio, el guía que lleva por los corredores de 80, 150 y 400 metros de longitud, donde la falta de luz solar acrecienta los otros sentidos, con una salida que invita a quedarse un momento a apreciar el horizonte de cerros y edificaciones urbanas de la lejana urbe.
Aquel miércoles 17 de diciembre de 2014 fue especial para el municipio, ya que la organización Seven Wonders Foundation designó a La Paz maravilla del mundo. Este reconocimiento causó que la municipalidad privilegie el turismo en sus políticas de gestión, con el fin de convertirla en un destino internacional. Para ello, la Agencia Municipal para el Desarrollo Turístico La Paz Maravillosa llevó a cabo un proyecto para diversificar la oferta de atractivos; por ello, tanto el área urbana como rural realizaron la inspección de posibles sectores, a lo que siguió el relevamiento de información y la labor de inventariado, que dio como resultado los Secretos Ocultos de La Paz Maravillosa.
“En el relevamiento de información han sido inventariados varios atractivos turísticos, de esa manera surgió la idea de promocionarlos para que la gente vea que hay más lugares de interés”, comenta Emilio, un experimentado guía turístico.
Uno de los secretos consiste en recorrer el Laberinto de Gigantes, que comienza con la visita a Lorocota y Chicani, para concluir en Aruntaña. Para iniciar la caminata es necesario llegar a la plaza principal de Chicani, lugar que en las mañanas ofrece una variedad de alimentos, mientras que por la tarde es un sitio casi vacío, de no ser por las cuatro tiendas que rodean este lugar. Después de comprar lo necesario para la excursión empieza un descenso por un sendero, donde lo único que se escucha es el canto de los pájaros y las hojas que bambolean por el viento.
En esta época del año, el río está seco, así es que sirve de camino para llegar adonde se encuentran los “colosos”. Senderos angostos, por donde se pasa haciendo contorsiones, recuerdan lo maravilloso y caprichoso de la naturaleza en 20 minutos de recorrido. En la subida se siente el aroma de la q’oa —la planta aromática del altiplano— escondida entre matorrales con otra vegetación multicolor. Desde ahí se ve de cerca los dos farallones de tierra (de más de 30 metros), denominados el Laberinto de Gigantes, por su apariencia con grandes obeliscos que por momentos se asemejan a seres enormes que protegen este sitio. Así se ve desde abajo, pero falta observar el capricho natural desde arriba, así es que comienza otra excursión para llegar a lo más alto de una pradera que deja ver de más cerca a los “titanes”, que parecen mirar de frente a la urbanidad de La Paz, por lo que solo queda sentarse sobre los pajonales, disfrutar el aire puro y contemplar un secreto paceño.
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